Ulises Velázquez Gil
Si una misma cosa me gusta hacer
cuando voy tanto a las librerías como a las tiendas de discos, es, sin duda,
comprar una antología (un Best Of, en
música) del personaje que me interese en ese momento. Para los alcances que
tiene la literatura, contar con una antología a la mano resume dos cuestiones:
por un lado, es la puerta de entrada a los intereses y obsesiones de un autor,
y, por el otro, resume una vida y las aristas que la conforman. Sea por el
propio autor o por un crítico generoso y lector acucioso, siempre es un placer
acercarse a una antología.
Para el
caso de Rubén Bonifaz Nuño, ambos casos aplican en cuanto a este volumen de Ensayos (tercero de cuatro tomos que
conforman su Antología general), donde
podemos descubrir cuáles fueron los intereses y las obsesiones de un escritor
con un oficio poético a prueba de tiempo, atento a otras manifestaciones del
ser humano, como el arte y la cultura, a la par de responderse las preguntas
fundamentales: ¿qué, quién, cuándo, dónde, por qué?
Ensayos se conforma por trece partes, entre
prólogos, discursos y colaboraciones para libros colectivos y catálogos de
arte. Para los lectores de la obra de Rubén Bonifaz Nuño, contar con un libro
de esta naturaleza permite conocerlo de cuerpo entero, de estar al tanto de sus
travesías (si así podemos denominarlas) vistas bajo el tamiz de la
reincidencia. Pero vayamos por partes.
Abren el
libro sendos discursos de ingreso a instituciones insignes como la Academia
Mexicana de la Lengua y El Colegio Nacional, donde Bonifaz Nuño compartió algo
de su saber, o por lo menos de sus impresiones encontradas en ese empeño; para
el caso de la Academia, “Destino del canto” es una profesión de fe: No quiero disimular, no podría disimularlo
aunque quisiera, el orgullo que siento al estar entre ustedes. No sé cuáles
puedan ser los merecimientos que tenga yo para haberlo conseguido. Acaso, más
que los que provienen de mi decidida vocación por las letras, sean los que se
fundan en mi buena suerte de que me ampare la estimación de mis maestros. En
todo caso, me enorgullezco profundamente de la obligación a que en adelante
estaré sujeto, y de la que intentaré ser digno con todo el esfuerzo de que soy
capaz.
Aquí se
conjuntan tres palabras importantes para Bonifaz Nuño: vocación, estimación,
obligación. Para la primera, la palabra escrita es el mejor medio para expresar
muchas inquietudes; en la segunda, muchas de las cosas que somos se deben
gracias a que generosos e inteligentes maestros han sabido conducirnos por la
vida en todas sus formas, y respecto a la última, una toral misión para y con
el tiempo presente, sin importar la forma. Y como en Bonifaz Nuño la poesía
siempre aparece, dejemos que este fragmento hable por sí mismo: […] buscar en la poesía de las dos principales
colectividades de que provenimos, en la de los latinos y la de los nahuas,
particularmente, algunas señales que nos ayuden a encontrar un rumbo definido
que supere la situación, tan confusa a veces, en que se mueven nuestras letras
actuales.
Si
seguimos el conocido adagio Nada humano
me es ajeno, Bonifaz Nuño siempre buscó una respuesta equilibrada en el
conocimiento de la cultura grecolatina y en el estudio de la cultura
prehispánica, en aras de justipreciar nuestra presencia, como se evidencia en
“La fundación de la ciudad”, primera lección como nuevo integrante de El
Colegio Nacional, donde prosigue el sendero trazado en “Destino del canto”: […]
El hombre camina, guiado por la raíz de
una visión, hacia algo que existe y que se le ha dicho que gracias a él
existirá. Atraviesa por entre guerras y amores y enfermedades; es acosado por
los poderes muchas veces incomprensibles del mundo exterior; va dejando en la
ruta, como señales de su paso, a quienes, más débiles en el cuerpo o en el
alma, no han mantenido en su interior el impulso necesario para llegar. ¿Llegar
a dónde? Y esta pregunta última, la que quiere la finalidad misma del camino,
es la interrogación fundamental, aquella cuya respuesta pueda acaso ser válida
para iluminarnos en algo, aún ahora; para aclarar en alguna manera el posible
significado profundo de la existencia.
En ese
sendero a seguir, es inevitable encontrarnos a otros viandantes de la palabra,
como Horacio, Propercio, Eurípides y Píndaro, cuya experiencia (traducida en
primer plano por Bonifaz Nuño, y suscrita en los prólogos aquí incluidos) nos
recuerda que las pasiones humanas, pese a que nos superan en intensidad, sólo
se sobrellevan si encontramos en ellas una toma de conciencia necesaria para
salir avante.
Una
manera de reconocerse en pleno, según la experiencia de Rubén Bonifaz Nuño, es
la confrontación con el arte en su forma más pura, es decir, con la obra misma.
A este respecto, contamos con dos textos: “Lectura iconográfica” y, desde
luego, su pletórico ensayo sobre la Coatlicue. Condición del ser humano es su curiosidad. La incesante capacidad de
hacer preguntas y de buscar respuestas. Tales preguntas y respuestas tienen, en
la raíz, dos asuntos: el ser humano mismo y el mundo en el cual se incluye. (El
mundo escrito y el mundo no escrito, si apelamos a una
expresión de Italo Calvino.)
Para
responder a esas interrogantes, el autor busca hacerlo de la mejor manera que
le es posible: desde su propia experiencia, y desde la escultura que más mella
ha hecho en su vida, la Coatlicue, con la que se prodiga en exhaustivas
descripciones, las cuales no le parecerán suficientes; y no es para menos, pues
para Bonifaz Nuño todo empeño por innovar no se quedaba en la primera
impresión, sino en el afán de ir dos pasos más adelante. (Si en poesía esto es
asignatura obligatoria, en su prosa el riesgo va por partida doble.)
Cierra
este volumen un “Resumen y balance”, aquella entrevista que le hiciera Marco
Antonio Campos, colega y amigo (de semejantes y filológicas andanzas que el
propio Bonifaz), a guisa de pequeña autobiografía y, si se quiere, hasta de
preceptiva poética para aquellos que desean entregar su vida a las letras. Cuando uno empieza a escribir, no es tan
importante el deseo de expresar un sentimiento […] un poema se construye, o yo lo construyo al menos, alrededor del sonido
de una palabra, que va llamando a otras, cuyas vocales y consonantes lo apoyan
o lo contradicen y que componen en conjunto una expresión efectiva. Y llamo
expresión efectiva lo contrario del lugar común.
En suma,
la lectura de estos Ensayos nos
muestra de primera fuente a un escritor en constante búsqueda –tanto de los
orígenes de la cultura de la sociedad como de sí mismo−, que nunca se permitió
medias tintas en cuanto a buscar una expresión propia, prístina, a prueba de
tiempo; breviario de presencias al
encuentro con un lector ávido de respuestas, en aras de encontrar su vero lugar
en el mundo, lo cual, cabe decirlo, nos llevará un buen tramo de vida, y
mientras persista ese empeño, quede la sabia guía de Rubén Bonifaz Nuño en esta
antología, donde la última palabra casi siempre es la primera de todas. (Así
sea.)
Rubén Bonifaz Nuño. Ensayos. Selección de Pável Granados y César Arenas. México, UNAM/
Gato Negro, 2009. (Antología general, 3)
(10/junio/2015)