miércoles, 24 de diciembre de 2014

La vida que se detiene

Ulises Velázquez Gil

En las letras mexicanas, son contados los casos de escritores únicos, cuya obra aún espera un paciente lector y un crítico certero que pondere su presencia en el panorama cultural. A esta pléyade de autores “iconoclastas”, donde se mencionan los nombres de Josefina Vicens, Pedro F. Miret y Francisco Tario, hay uno que, por sí mismo, destaca entre todos. Su nombre, Salvador Elizondo.
Para unos, narrador consumado, para otros, poeta secreto, y para algunos, provocador profesional, Salvador Elizondo fue la prueba viviente de esa pasión por la escritura; misma que cuenta con obras emblemáticas como Farabeuf, Narda o el verano, Camera lúcida o Estanquillo, por decir algunas. Y como todo escritor que se respete, halló cobijo en las páginas de un periódico simplemente para compartirnos sus visiones, maravillas trasnochadas, incluso después de haber fallecido.
Pasado anterior, libro que hoy nos ocupa, reúne buena parte de la colaboración periodística de Elizondo en las páginas del diario Unomásuno, y consigna el interés del autor por la vida que pasa frente a él; aunque no se trate de su primera compilación periodística (Estanquillo, de 1994, fue primero en tiempo y derecho), Pasado anterior nos presenta a un Elizondo de cuerpo entero, uno que siempre nos sorprende con sus desconciertos.
Cuando Andrés Henestrosa volvió a la trinchera periodística a principios de los dosmiles en El Universal y en el propio Unomásuno, sus lectores de toda la vida presentimos que don Andrés se repetía, es decir, que nos parecía haber leído algo similar en artículos anteriores… pero en diarios ya extintos y hasta reunidos en volúmenes anteriores. Para el caso de Elizondo, estos artículos se publicaron en el Unomásuno (antes que en El Nacional, compilados en Estanquillo), cuyo tratamiento punzante y a ratos ácido, no disminuye la maestría ni su capacidad de síntesis.
Desde el Indio Fernández y la debacle del cine mexicano, pasando por los sinsabores de la política en turno, hasta el señero homenaje a sus colegas de de pluma, Elizondo nos entrega un entusiasta retrato de todos ellos, aderezado con algunos elementos auto-biográficos, como su pasión por la fiesta brava y su admiración por fotógrafos insignes como Manuel Álvarez Bravo, o Paulina Lavista, a la sazón, su esposa e instigadora del volumen de marras.
Pese a que la publicación de Pasado anterior, obedeció, de cierta manera, a un afán post-mortem, todos los artículos pueden leerse como si hubieran sido escritos ¡apenas ayer!, es decir, con una prosa fluida en su lectura pero certera en sus intenciones; además, dicha antología presenta un lado menos conocido de Elizondo: no el narrador “truculento” que fue en su juventud, sino el ciudadano de a pie, preocupado por los temas del momento. (¿Acaso habría decir también que el padre de familia, el profesor universitario o el escritor retirado en su torre de Babel, también caben en esa nómina temática?)
Pasado anterior, con todo, es un muestrario de cosas y casos de la vida diaria, vistos desde el cedazo crítico de Salvador Elizondo; suerte de manual de supervivencia, nos enseña a ver con otros ojos la vida, que se detiene acompasada en el instante mismo de su creación. Para los activos y nuevos fans de Elizondo, hacía falta ya que estos materiales salieran a la luz, reunidos en forma de libro, teniendo como gloriosos antecedentes hemerográficos Contextos, el propio Estanquillo y su granada selección de Escritos mexicanos bajo el amparo de la Biblioteca del ISSSTE. Aún así, ningún artículo tiene desperdicio, eso sí, acabada su lectura, siempre tendremos antojo de leer muchos más. (Así sea.)

Salvador Elizondo. Pasado anterior. México, Fondo de Cultura Económica, 2007. (Letras Mexicanas, 141)

(19/diciembre/2011)

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