Ulises Velázquez Gil
Seamos realistas. Sólo en el fragor de la
pérdida o en el fervor del aniversario las instancias culturales se animan en
hacer homenajes, mesas redondas y publicaciones de y en torno al personaje del
momento, y este año que termina fue pletórico en esas intenciones. Pero cuando
se juntan los aniversarios de tres importantes escritores mexicanos, el asunto
se complica aún más, por evitar a toda costa que uno de los homenajeados opaque
al resto, mucho menos pasar de noche sus efemérides. Afortunadamente, las
actividades realizadas tuvieron su justa medida, y los lectores de Octavio Paz,
Efraín Huerta y José Revueltas podemos dormir tranquilos ante este año triplemente
jubilar.
De los tres escritores
celebrados en 2014, José Revueltas merece un poco más de atención; en aras de
colocarlo en el justo lugar que merece, no faltaron mesas redondas, homenajes,
lecturas colectivas ni publicaciones. Para conseguir la atención de nuevos
lectores y reafirmar la elección de quienes lo han leído, nada como acercarse a
las antologías de su obra, antesala de unas Obras Completas a la espera de
leerse por completo. Vayamos por partes.
A
principios de los dosmiles, Andrea
Revueltas y Juan Cristóbal Cruz (hija y nieto del escritor, respectivamente) se
sumergieron En el filo (UNAM / Era,
2000), selección de obra ensayística y testimonial, facetas poco conocidas del escritor
duranguense como cronista de los cambios sociales, en su lucha por mejorar las
condiciones de la gente y de buscar su posterior desarrollo. “Volver a los
escritos de una personalidad tan inevitable en el paisaje cultural de nuestro
país […], es una manera privilegiada de no ignorar el zócalo en que se deberá
apoyar toda reflexión sobre nuestro nuevo siglo mexicano”. Una larga marcha en
busca de justicia (“Marcha de hambre sobre el desierto y la nieve”), los
recuerdos familiares en las cartas a Silvestre Revueltas y las miradas del
ambiente carcelario en su diversas estancias en las Islas Marías y en Lecumberri,
muestran a un Revueltas comprometido con el testimonio de los hechos, y qué
mejor instrumento para ello que la palabra escrita.
(Paréntesis
aparte: ¿por qué una antología de ensayo, crónica y testimonio? Muy sencillo,
como contrapeso de La palabra sagrada,
publicada un año antes por Ediciones Era, con prólogo y selección de José
Agustín –compañero de Revueltas en Lecumberri– con algunos cuentos suyos,
incluyendo la noveleta El apando. A diferencia
de En el filo, esta antología hoy en
día cuenta con sucesivas reediciones. De lo perdido, lo encontrado.)
No
fue sino hasta este año cuando se planeó la reedición de sus obras publicadas
individualmente, la conjunción en siete volúmenes de sus Obras completas,
además de estudios críticos sobre su vida y obra, y, por supuesto, las
antologías para un primer acercamiento. Con motivo del Día Nacional del Libro,
celebrado el 12 de noviembre, se obsequió a los lectores El sino del escorpión (SEP/ CONACULTA/ CANIEM, 2014), volumen de
diez cuentos seleccionados y prologados por Eduardo Antonio Parra. Treinta años
de constancia en el cuento presentes en “Dios en la tierra”, “Dormir en tierra”,
“La palabra sagrada” o en aquel que da nombre al volumen. “Con el día de
ofrecer al lector mexicano una muestra representativa de la cuentística de José
Revueltas […] seleccionamos de los tres volúmenes que el autor publicó en vida
las que, a consideración de quien esto escribe” –dice Parra en el prólogo– “son
las mejores piezas”. Aunque la mitad de la batalla ya estaba ganada, todavía
una asignatura estaba pendiente: una antología “general” (por darle algún
nombre), justa medida de creación y reflexión para adentrarse en la obra revueltiana.
Entre
las publicaciones preparadas para el centenario, resalta Ver en las tinieblas (Fondo de Cultura Económica/ Era, 2014),
voluminosa selección a cargo de José Manuel Mateo, experto en la obra de
Revueltas y cuya mirada crítica supo pesar en igual medida narrativa que
reflexión, con algunas variantes respecto de las antologías precedentes. Como
la hecha por José Agustín, incluyó El
apando, pero dejó de lado varios de los cuentos conocidos y suplió esa
ausencia con los primeros capítulos de El
tiempo y el número, novela que Revueltas escribía al momento de su muerte
en 1976. Por otro lado, su relación con la de Andrea Revueltas y Juan Cristóbal
Cruz se reforzó con los Apuntes para una
semblanza de Silvestre Revueltas, evidencia de un (posible) afán biográfico
que define y resignifica la figura de su hermano tanto como genio y compositor
como hermano y mentor. Ante estos escenarios, el editor nos dice lo siguiente: “No
se trata, pues, de ahorrarle a nadie el trabajo de leer entero al autor de Dios en la tierra o Los errores […] sino porque para cumplir tal propósito deberíamos
llegar hasta los archivos donde se conservan originales, inéditos y aun
materiales publicados en su momento pero no reunidos en las Obras completas […] Y aun cuando se lea todo acaso estaremos en el principio,
porque la lectura apenas cuenta si prescinde de la relectura; y sin la segunda,
tercera o cuarta lectura no hay trabajo reflexivo”.
Ante este panorama de
antologías –todas necesarias, cabe decirlo– hay una fundamental, que resume una
trayectoria comprometida con la palabra. Se trata, desde luego, de la Antología personal (1975) que el propio
Revueltas preparara para el Fondo de Cultura Económica. Cuentos de Dios en la tierra, Dormir en tierra y Material
de los sueños conviven en franca armonía con dos capítulos de su novela Los días terrenales; precedidos por “Mi
posición esencial” a guisa de prólogo, donde expone sus ideas sobre la novela y
sobre la misión que tiene como narrador y crítico de su tiempo. Comenzaré por referirme a una cuestión de mi
oficio como escritor. Lo que concibo como novela, o sea, esa forma particular del movimiento: el movimiento real percibido, representado e imaginado por
medio de los recursos de la literatura. […] Para la novela la realidad es un todo objetivo, pero también subjetivo
y fantástico, del cual puede eliminarse incluso cualquier objetividad. (Todavía
tenemos mucho que aprender de esta posición
esencial, en paralelo con las demás antologías.)
A final de cuentas, todo
acercamiento es permisible, y esa condición es inmune a celebraciones,
homenajes del sector oficial o conmemoraciones a contracorriente; ojalá y con
estas líneas aparezca un nuevo lector de José Revueltas, dispuesto a echarse un
clavado en una obra prístina y comprometida. Después de todo, no serán las
primeras ni las últimas antologías que se hagan al respecto. Ya el tiempo se
encargará de confirmar nuestras pesquisas o equivocaciones.
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