viernes, 26 de diciembre de 2014

José Revueltas: antologías necesarias

Ulises Velázquez Gil

Seamos realistas. Sólo en el fragor de la pérdida o en el fervor del aniversario las instancias culturales se animan en hacer homenajes, mesas redondas y publicaciones de y en torno al personaje del momento, y este año que termina fue pletórico en esas intenciones. Pero cuando se juntan los aniversarios de tres importantes escritores mexicanos, el asunto se complica aún más, por evitar a toda costa que uno de los homenajeados opaque al resto, mucho menos pasar de noche sus efemérides. Afortunadamente, las actividades realizadas tuvieron su justa medida, y los lectores de Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas podemos dormir tranquilos ante este año triplemente jubilar.
De los tres escritores celebrados en 2014, José Revueltas merece un poco más de atención; en aras de colocarlo en el justo lugar que merece, no faltaron mesas redondas, homenajes, lecturas colectivas ni publicaciones. Para conseguir la atención de nuevos lectores y reafirmar la elección de quienes lo han leído, nada como acercarse a las antologías de su obra, antesala de unas Obras Completas a la espera de leerse por completo. Vayamos por partes. 
            A principios de los dosmiles, Andrea Revueltas y Juan Cristóbal Cruz (hija y nieto del escritor, respectivamente) se sumergieron En el filo (UNAM / Era, 2000), selección de obra ensayística y testimonial, facetas poco conocidas del escritor duranguense como cronista de los cambios sociales, en su lucha por mejorar las condiciones de la gente y de buscar su posterior desarrollo. “Volver a los escritos de una personalidad tan inevitable en el paisaje cultural de nuestro país […], es una manera privilegiada de no ignorar el zócalo en que se deberá apoyar toda reflexión sobre nuestro nuevo siglo mexicano”. Una larga marcha en busca de justicia (“Marcha de hambre sobre el desierto y la nieve”), los recuerdos familiares en las cartas a Silvestre Revueltas y las miradas del ambiente carcelario en su diversas estancias en las Islas Marías y en Lecumberri, muestran a un Revueltas comprometido con el testimonio de los hechos, y qué mejor instrumento para ello que la palabra escrita.
            (Paréntesis aparte: ¿por qué una antología de ensayo, crónica y testimonio? Muy sencillo, como contrapeso de La palabra sagrada, publicada un año antes por Ediciones Era, con prólogo y selección de José Agustín –compañero de Revueltas en Lecumberri– con algunos cuentos suyos, incluyendo la noveleta El apando. A diferencia de En el filo, esta antología hoy en día cuenta con sucesivas reediciones. De lo perdido, lo encontrado.)
            No fue sino hasta este año cuando se planeó la reedición de sus obras publicadas individualmente, la conjunción en siete volúmenes de sus Obras completas, además de estudios críticos sobre su vida y obra, y, por supuesto, las antologías para un primer acercamiento. Con motivo del Día Nacional del Libro, celebrado el 12 de noviembre, se obsequió a los lectores El sino del escorpión (SEP/ CONACULTA/ CANIEM, 2014), volumen de diez cuentos seleccionados y prologados por Eduardo Antonio Parra. Treinta años de constancia en el cuento presentes en “Dios en la tierra”, “Dormir en tierra”, “La palabra sagrada” o en aquel que da nombre al volumen. “Con el día de ofrecer al lector mexicano una muestra representativa de la cuentística de José Revueltas […] seleccionamos de los tres volúmenes que el autor publicó en vida las que, a consideración de quien esto escribe” –dice Parra en el prólogo– “son las mejores piezas”. Aunque la mitad de la batalla ya estaba ganada, todavía una asignatura estaba pendiente: una antología “general” (por darle algún nombre), justa medida de creación y reflexión para adentrarse en la obra revueltiana.
            Entre las publicaciones preparadas para el centenario, resalta Ver en las tinieblas (Fondo de Cultura Económica/ Era, 2014), voluminosa selección a cargo de José Manuel Mateo, experto en la obra de Revueltas y cuya mirada crítica supo pesar en igual medida narrativa que reflexión, con algunas variantes respecto de las antologías precedentes. Como la hecha por José Agustín, incluyó El apando, pero dejó de lado varios de los cuentos conocidos y suplió esa ausencia con los primeros capítulos de El tiempo y el número, novela que Revueltas escribía al momento de su muerte en 1976. Por otro lado, su relación con la de Andrea Revueltas y Juan Cristóbal Cruz se reforzó con los Apuntes para una semblanza de Silvestre Revueltas, evidencia de un (posible) afán biográfico que define y resignifica la figura de su hermano tanto como genio y compositor como hermano y mentor. Ante estos escenarios, el editor nos dice lo siguiente: “No se trata, pues, de ahorrarle a nadie el trabajo de leer entero al autor de Dios en la tierra o Los errores […] sino porque para cumplir tal propósito deberíamos llegar hasta los archivos donde se conservan originales, inéditos y aun materiales publicados en su momento pero no reunidos en las Obras completas […] Y aun cuando se lea todo acaso estaremos en el principio, porque la lectura apenas cuenta si prescinde de la relectura; y sin la segunda, tercera o cuarta lectura no hay trabajo reflexivo”.
Ante este panorama de antologías –todas necesarias, cabe decirlo– hay una fundamental, que resume una trayectoria comprometida con la palabra. Se trata, desde luego, de la Antología personal (1975) que el propio Revueltas preparara para el Fondo de Cultura Económica. Cuentos de Dios en la tierra, Dormir en tierra y Material de los sueños conviven en franca armonía con dos capítulos de su novela Los días terrenales; precedidos por “Mi posición esencial” a guisa de prólogo, donde expone sus ideas sobre la novela y sobre la misión que tiene como narrador y crítico de su tiempo. Comenzaré por referirme a una cuestión de mi oficio como escritor. Lo que concibo como novela, o sea, esa forma particular del movimiento: el movimiento real percibido, representado e imaginado por medio de los recursos de la literatura. […] Para la novela la realidad es un todo objetivo, pero también subjetivo y fantástico, del cual puede eliminarse incluso cualquier objetividad. (Todavía tenemos mucho que aprender de esta posición esencial, en paralelo con las demás antologías.) 
A final de cuentas, todo acercamiento es permisible, y esa condición es inmune a celebraciones, homenajes del sector oficial o conmemoraciones a contracorriente; ojalá y con estas líneas aparezca un nuevo lector de José Revueltas, dispuesto a echarse un clavado en una obra prístina y comprometida. Después de todo, no serán las primeras ni las últimas antologías que se hagan al respecto. Ya el tiempo se encargará de confirmar nuestras pesquisas o equivocaciones.

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