Ulises Velázquez Gil
En su discurso de ingreso a la
Academia Mexicana de la Lengua, Felipe Garrido sostiene que hay tres misiones
ineludibles para quien ejerce el oficio de escritor: leer, explorar y transformar
el mundo. Sea cual sea el género practicado,
mientras persista la pasión al escribir, todos los resultados convergerán de
forma grata, incluso, sin tomarse uno mismo muy en serio.
Para un escritor acertado,
generoso e inteligente como Álvaro Mutis, esta empresa tripartita puede
encontrarse en innumerables textos suyos, entre artículos periodísticos,
reseñas, prólogos, hasta retratos de sus contemporáneos; a guisa de puentes
para descubrirse mejor. Y en ese empeño, De
lecturas y algo del mundo cumple con esa intención.
Compuesto por 95 artículos
divididos en dos secciones (las mismas que dan nombre al libro), De lecturas y algo del mundo da fe en
primer término de una constancia en el oficio de escribir, cuyas vertientes
varían tanto de distancia como de velocidad, al paso que nuestra lectura lo
permite. (Para el caso de Mutis, una trayectoria impecable que inició en 1943,
cuando publicó su primera reseña sobre William Faulkner, y que llega hasta
1997, con “La conspiración de los zombies”, polémico texto que dio mucho qué
decir en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, realizado en
Zacatecas.)
En la primera sección, encontramos muchos de los
autores caros a Mutis, suerte de atípico lector, comprometido con y para la
literatura; joven en su intentona literaria, pero maduro en sus impresiones,
dice de Faulkner lo siguiente: Muy
poca atención se le ha prestado entre nosotros a William Faulkner, sin duda
alguna el novelista más original con que cuentan los Estados Unidos. Faulkner
es lo que ha dado en llamarse un autor difícil, como lo fueron a su hora
Proust, Joyce y Kafka.
A medida que la vida
transcurre, muchas pueden ser nuestras lecturas, pero el prístino acto de leer
nunca pierde fuerza, y se refuerza aún más con el tiempo; en este sentido,
Mutis privilegia la relectura en aras de hallarse en el mundo. En la siempre postergada y siempre
interrumpida tarea de poner un relativo y enigmático orden en mis libros, suelo
encontrar, para alimento de mi nostalgia y razón de mis sueños, algunos cuya
lectura nos formó para siempre y dejaron en nosotros ecos, sabores, escenas y
personas que serán el cortejo siempre presente y siempre fiel que ha de
acompañarnos hasta el último día.
Tanto Proust, Lautremont,
Joyce y el propio Faulkner, como Borges, Octavio Paz, José Bianco, Jorge E.
Eielson, Miguel de Ferdinandy, Juan José Arreola y Eliseo Diego, le ofrendan su
experiencia vicaria, con la misión de resolver el tiempo, y dentro de ese afán,
digno es resaltar la fidelidad lectora con que Mutis se acerca a personajes tan
disímiles como Luis Barragán: No creo que
exista manera más fiel y directa de conocer a una persona que visitar su
biblioteca. Los libros que han acompañado toda una vida son testigos elocuentes
de los más secretos rincones de un alma. No hay retrato igual. En este
íncipit de “Retratos de un espíritu”, se resume de alguna forma el hilo
conductor de todo el libro: descubrir un proyecto de lectura para una vida en
constante tránsito; si en el artículo sobre Barragán nos devela su acendrado
interés por la literatura, como complemento a la chispa que destella en sus
diseños, no cabe duda que muchos de los intereses lectores de Mutis tienen
enorme cabida en este volumen.
Para la segunda parte del
libro, Mutis se torna un poco más reflexivo, incluso punzante, con los sucesos
del mundo que le rodea. Si recordamos que él solía decir que, fuera de la caída
del imperio bizantino, todo suceso político, social o histórico le tenía sin
cuidado, tendremos ya una idea del espíritu persistente en buena parte de sus
artículos. Vivimos una época de
sospechosas simplificaciones. Ya ha padecido el mundo tiempos semejantes y la
memoria que se guarda de ellos es siniestra. Cuando el hombre simplifica el
complejo trazo de su oscuro destino y a esta operación le da un carácter moral,
hay que temblar.
Si en la primera sección
pondera las cualidades de sus contemporáneos y justiprecia su genealogía
literaria, en la segunda expone las reacciones del mundo ante la genialidad de
éstos, de cómo el vértigo de la Historia los consume poco a poco (Víctor Serge,
Alexander Solzhenitsin, Joseph Brodsky, por ejemplo), e igualmente resalta su
necesaria aparición en el panorama internacional, como es el caso del rey Juan
Carlos I de España, a quien Mutis dedica no pocos artículos al respecto. (Leerlos,
a más de treinta años de distancia, nos replantea de mejor manera su genio y
figura, en estas fechas donde aún asimilamos su reciente abdicación.) Sea
retroceso o debacle, abdicación o polvareda política, Mutis es muy enfático en resumir
estas acciones de la siguiente forma: La
historia no se repite jamás. Lo que sí se repite y en forma ineluctable, es un
cierto patrón al que se ajustan los hechos y los procesos históricos, cada uno
con su peculiar e irrepetible máscara tras la cual se esconde el vasto y oscuro
misterio de nuestro destino. (Como para enfadar a más de un historiador o de
un analista internacional ¿no creen?)
Con todo, y pese a su
naturaleza compilatoria, De
lecturas y algo del mundo cumple a cabalidad con aquellas misiones
expuestas al principio de estas líneas: leer,
para conocer a fondo otros mundos posibles a través de la literatura; descubrir los entramados que conforman a
una sociedad empecinada en el azar y en el error, y transformar el mundo para hacerlo menos pesado de llevar sobre
nosotros, en espera del mejor de los mundos imposibles; suerte de guía para
enfrentar tiempos no tan halagüeños que digamos. Intención e invención, esta antología describe por entero a un
escritor sin concesiones, cuyo compromiso elemental, más que con la escritura,
reside en la lectura, a cuya suerte en definitiva acabaremos por suscribir, y el
resto, como la lotería, son sólo aproximaciones y reintegros. (Sin duda alguna.)
Álvaro Mutis. De lecturas y algo del mundo (1943-1997).
Compilación, prólogo y notas de Santiago Mutis D. 2ª ed. Barcelona, Seix Barral,
2002 (Los Tres Mundos).
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