miércoles, 6 de agosto de 2014

El engranaje de la palabra

Ulises Velázquez Gil

Desde los tiempos en que elegí andar por los senderos de la lengua española (concretamente, en las aulas universitarias), ha existido una suerte de “rivalidad” entre los dedicados al estudio de la lengua (también llamados lingüistas) y los trabajadores de la parte escrita (obviamente conocidos como literatos). Mientras los primeros tildan a los segundos de superficiales y hasta de bohemios dados al jarro, éstos, no sin sorna, les endilgan un adjetivo lapidario: matados, o, si se quiere, hasta de “destajistas”. Sea como sea, estas rivalidades no son eternas, ni están a siglos de serlo… 
            Sin embargo, cuando se trata de unir ambos mundos (que, pese a lo que muchos deseen demostrar, esto sí es posible), no se repara en esfuerzos, encomiables por sí mismos. Un autor que une ambos escenarios, y que ha pasado por los gloriosos caminos de la poesía, y hasta se devanea en las latas de la traducción, también se ha enfrascado en estudiar los fenómenos lingüísticos, insondables para quien esto escribe. Su nombre, Tomás Segovia, que, para sorpresa de muchos, realizó estudios en uno de los cenáculos más prominentes de todos los tiempos, El Colegio de México, casa que publicó buena parte de sus obras.
            De sobra conocido como poeta y traductor al español de obras de Jacques Lacan y de William Shakespeare, nos entrega en Miradas al lenguaje su experiencia como estudioso de esa temática, con sus respectivas consecuencias; cabe notar que su presencia dentro de las bibliografías acumuladas en torno al tema, nunca estará fuera de lugar: ni le quita seriedad a los estudiosos oficiales ni exagera la levedad de su tratamiento. En una palabra, los justiprecia en su toral correspondencia. (Vayamos por partes.)     
            Miradas al lenguaje se compone por doce ensayos de largo aliento, sin el empleo de las terminologías o el avasallamiento de exhaustivas bibliografías; condición que, a la primera de cambios, lo haría indefenso ante el ataque de la crítica académica. Craso error pensarlo así. El estilo franco y a ratos ejemplar del autor los hace sencillos de leer, donde se tratan asuntos en torno a la lengua y el lenguaje. Sin embargo, sencillo no es sinónimo de fácil, porque este adjetivo conlleva más un sentido de ponerle la mesa al lector, en lugar de prepararlo para cocinar su propio banquete.
            Nombres tan significativos como Ferdinand de Saussure, Roman Jakobson o Louis Hjelmslev, con todo y sus respectivos postulados, conviven en sana armonía con la poética de un creador y usuario del lenguaje, aplicado a la prístina sustancia llamada poesía. Ante este panorama, ¡qué maravilloso acercarse al signo lingüístico sin la petulancia de los manuales universitarios! Precisamente, su oficio de traductor se hermana al deseo de lograr una obra única, que conserve un solo sentido, pero aún a expensas de adecuarse al tiempo.
            Aunque procedan de libros anteriores y de recientes encuentros académicos, Miradas al lenguaje puede leerse de principio a fin como un solo libros, sin restarle importancia a cada ensayo. Vemos cómo evoluciona el engranaje verbal de un creador, al amparo de las teorías y escuelas lingüísticas, sin apartar del todo al traductor (cuyo quehacer debate entre colegas: si tiene muchos diplomas, considérese malo; si se empeña en su labor, aun sin títulos de por medio, debe ser gratamente confiable), ni al creador de poesía, preocupado por cómo suena un verso, por ejemplo, o por develar también una maravilla inusitada de nombre Gilberto Owen. Y como se puede abundar en invenciones sin detenerse del todo en intenciones, Segovia nos comparte una joya de su colección privada, “La métrica de Hamlet”, donde los mundúsculos del poeta (remember Gerardo Deniz) y del traductor dejan maravillado al lector, incluso el no familiarizado con Hamlet ni mucho menos con Shakespeare.    
¿Por qué acercarse, a fin de cuentas, con Miradas al lenguaje? Para los lingüistas de tiempo completo sonaría demasiado fácil el tratamiento de sus temas, sin el engrudo terminológico de por medio; para los interesados en preceptivas y poéticas del texto, en cambio, quizás sería buscarle mucho ruido al chicharrón. Pero una cosa sí es segura de sostener: después de leerlo, suscitará igual polémicas (lo cual es previsible) que aciertos (los menos, pero que se agradecen de verdad); de cualquier manera, conocer una faceta importante de la obra de Tomás Segovia, sustentada en el engranaje de la palabra, ayudará mejor a una comprensión del lenguaje, y, de refilón, de las causas originadas en torno suyo. (Confiemos que así sea…)

Tomás Segovia. Miradas al lenguaje. México, El Colegio de México, 2007. (Trabajos Reunidos, 2)

(3/febrero/2012)

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