Ulises Velázquez Gil
Desde los tiempos en que elegí
andar por los senderos de la lengua española (concretamente, en las aulas
universitarias), ha existido una suerte de “rivalidad” entre los dedicados al
estudio de la lengua (también llamados lingüistas) y los trabajadores de la
parte escrita (obviamente conocidos como literatos). Mientras los primeros
tildan a los segundos de superficiales y hasta de bohemios dados al jarro,
éstos, no sin sorna, les endilgan un adjetivo lapidario: matados, o, si se quiere, hasta de “destajistas”. Sea como sea,
estas rivalidades no son eternas, ni están a siglos de serlo…
Sin embargo, cuando se trata de unir ambos mundos (que,
pese a lo que muchos deseen demostrar, esto sí es posible), no se repara en
esfuerzos, encomiables por sí mismos. Un autor que une ambos escenarios, y que
ha pasado por los gloriosos caminos de la poesía, y hasta se devanea en las
latas de la traducción, también se ha enfrascado en estudiar los fenómenos
lingüísticos, insondables para quien esto escribe. Su nombre, Tomás Segovia,
que, para sorpresa de muchos, realizó estudios en uno de los cenáculos más
prominentes de todos los tiempos, El Colegio de México, casa que publicó buena
parte de sus obras.
De sobra conocido como poeta y traductor al español de
obras de Jacques Lacan y de William Shakespeare, nos entrega en Miradas al lenguaje su experiencia como
estudioso de esa temática, con sus respectivas consecuencias; cabe notar que su
presencia dentro de las bibliografías acumuladas en torno al tema, nunca estará
fuera de lugar: ni le quita seriedad a los estudiosos oficiales ni exagera la
levedad de su tratamiento. En una palabra, los justiprecia en su toral
correspondencia. (Vayamos por partes.)
Miradas al lenguaje
se compone por doce ensayos de largo aliento, sin el empleo de las
terminologías o el avasallamiento de exhaustivas bibliografías; condición que,
a la primera de cambios, lo haría indefenso ante el ataque de la crítica
académica. Craso error pensarlo así. El estilo franco y a ratos ejemplar del
autor los hace sencillos de leer, donde se tratan asuntos en torno a la lengua
y el lenguaje. Sin embargo, sencillo no es sinónimo de fácil, porque este
adjetivo conlleva más un sentido de ponerle la mesa al lector, en lugar de
prepararlo para cocinar su propio banquete.
Nombres tan significativos como Ferdinand de Saussure,
Roman Jakobson o Louis Hjelmslev, con todo y sus respectivos postulados,
conviven en sana armonía con la poética de un creador y usuario del lenguaje,
aplicado a la prístina sustancia llamada poesía.
Ante este panorama, ¡qué maravilloso acercarse al signo lingüístico sin la
petulancia de los manuales universitarios! Precisamente, su oficio de traductor
se hermana al deseo de lograr una obra única, que conserve un solo sentido,
pero aún a expensas de adecuarse al tiempo.
Aunque procedan de libros anteriores y de recientes
encuentros académicos, Miradas al
lenguaje puede leerse de principio a fin como un solo libros, sin restarle
importancia a cada ensayo. Vemos cómo evoluciona el engranaje verbal de un
creador, al amparo de las teorías y escuelas lingüísticas, sin apartar del todo
al traductor (cuyo quehacer debate entre colegas: si tiene muchos diplomas,
considérese malo; si se empeña en su labor, aun sin títulos de por medio, debe
ser gratamente confiable), ni al creador de poesía, preocupado por cómo suena
un verso, por ejemplo, o por develar también una maravilla inusitada de nombre
Gilberto Owen. Y como se puede abundar en invenciones sin detenerse del todo en
intenciones, Segovia nos comparte una joya de su colección privada, “La métrica
de Hamlet”, donde los mundúsculos del poeta (remember Gerardo Deniz) y del traductor dejan maravillado al
lector, incluso el no familiarizado con Hamlet
ni mucho menos con Shakespeare.
¿Por qué
acercarse, a fin de cuentas, con Miradas
al lenguaje? Para los lingüistas de tiempo completo sonaría demasiado fácil
el tratamiento de sus temas, sin el engrudo terminológico de por medio; para
los interesados en preceptivas y poéticas del texto, en cambio, quizás sería
buscarle mucho ruido al chicharrón. Pero una cosa sí es segura de sostener:
después de leerlo, suscitará igual polémicas (lo cual es previsible) que
aciertos (los menos, pero que se agradecen de verdad); de cualquier manera,
conocer una faceta importante de la obra de Tomás Segovia, sustentada en el
engranaje de la palabra, ayudará mejor a una comprensión del lenguaje, y, de
refilón, de las causas originadas en torno suyo. (Confiemos que así sea…)
Tomás Segovia. Miradas al lenguaje. México, El Colegio de México, 2007. (Trabajos
Reunidos, 2)
(3/febrero/2012)
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