lunes, 30 de diciembre de 2013

Itinerario y escalas

Ulises Velázquez Gil

En algún instante de su creación poética (muy a la par de sus ingentes labores de traducción), el padre Ángel María Garibay confesó que la poesía “escapa a veces de la mente y sale de los labios para trazarse en el lienzo con la palabra de los colores”; para quienes ejercemos (sea en menor o mayor medida) el oficio de las palabras, esta experiencia llega sin previo aviso y con el temor de perder de vista aquella epifanía, nuestra primera incursión apenas se queda en intento. (Insistiremos en ello, eso sí…)  
            Consciente de esa posibilidad referida por Garibay, Diana del Ángel nos comparte el primer resultado de su búsqueda en Vasija, poemario con que habrá de trazar una trayectoria prometedora. Pero comencemos por el principio.
            La primera parte del libro se compone por cuatro secciones, cada una encabezada por un elemento de la naturaleza, que juntas tienen una peculiaridad: dar fe de un proceso de crecimiento, así también de las cosas sucedidas en colateral compañía. En dicho proceso, contado a guisa de Bitácora, extraemos maravillas como éstas: La leptophobia […] se adapta a casi cualquier espacio […] Su sencillez se traduce en el blanco de sus alas, adornadas sobriamente por unas pequeñas manchas negras en sus bordes. (“Primer contacto”); […] Las mariposas suelen poner entre cincuenta y setenta en cada hoja. Animadas por un peculiar instinto de la geometría, los colocan formando diminutos bloques rectangulares […] (“Resolución”); […] Nunca se duerme. Solamente cuando la muevo puedo ver que está atada a una hoja por un invisible hilo de seda… (“Hilo”), o Me gusta pensar en el misterio que tengo ante mis ojos. Por momentos me imagino dentro de la oscuridad de su reposo, y entre sombras me veo como la otra que despierta en mí. (“Crisálida”)
Si revisamos con cuidado los fragmentos arriba referidos, notamos que se habla de una mariposa, insecto que la autora busca a su vez definirla mediante la mirada poética, como en “Ala posible” (Potencia del mundo/ como la palabra/ que balbuceo al despertar/ como los secretos de infancia), “Ala desnuda” (…no me atrevo a tocarla/ sin saberlo siquiera/ en su insomnio perenne/ vislumbro sus futuras alas), o en “Ala marginal” (…no sé cuál fue/ la ensoñación que me dio forma/ ni sé lo que seré/ cuando deje esta piel vacía)  
También cabe destacar la presencia de un poema capital en la primera parte de Vasija: “Vena de luz”, punto de equilibrio entre la mirada de la mariposa descrita en la bitácora y los desencuentros de la autora por ceñir su mundo interior al ambiente que la rodea: Sin saber a dónde iría/ por un camino de piedra/ como una espina en la carne/ atravesé la otra orilla// [...] La mirada hipnotizada/ descubre por vez primera/ en la oscuridad de piedra/ el reflejo que la aclara// […] Miraba la mariposa/ que había crecido ahí dentro/ abrí los ojos del sueño/ y la vi brillar al viento
Por otro lado, digno es hacer énfasis en el poema largo que conforma la segunda parte de este libro; “Vasija”, de previa publicación y del cual se ofrecen algunos fragmentos, funciona como un coro a varias voces, cada una con su elemental manera de contar el tiempo: Esfera negra de irreparable augurio./ ¿Sabes qué sucede cuando se rompe el cántaro?// Un mecanismo de maldiciones. (¿”Caja de Pandora”, quizás?); […] sonido abrupto hieren mis recuerdos/ trozos de barro dispersos/ en la sombra de mi infancia/ su oscuridad conserva las canciones/ que mis labios moldean […] El barro funciona como metáfora del origen; transformado en vasija, se ocupa de contener experiencias, recuerdos, territorios ideales para el quehacer poético: patria del corazón, matria de palabras.        
            En Vasija, se presienten algunas lecturas de la lírica náhuatl, puesto que muchas de las imágenes que Diana del Ángel traza en sus poemas, cuenten con la misma sencillez que aquellos poemas prehispánicos. (No es gratuito que varios de los epígrafes del libro procedan del Poema de Chalco, por ejemplo.) Siendo así, no dudaría ni un ápice que estos versos −traducidos y compilados por Ángel María Garibay en Poesía indígena de la Altiplanicie− le quedarían muy a la medida: […] de tu interior brota el canto florido que tú, poeta,/ haces llover y difundes sobre otros.   
En suma, Diana del Ángel comienza una impecable trayectoria poética con un libro sencillo en imágenes, llenas de sabiduría que solamente otorga una constancia poética inmune a toda nomenclatura; itinerario y escalas de una mariposa en espera de otros aprendizajes, donde al final toda respuesta se acercará –aunque sea un poco− a esa lacónica resolución de Octavio Paz: La mariposa no dudaba:/ volaba. (Lo demás es silencio.)     

Diana del Ángel. Vasija. Cuernavaca, México, Instituto de Cultura de Morelos, 2012 (La Hogaza. Trazos, 7).

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