viernes, 23 de agosto de 2013

“Se non è vero, è ben trovato”

Ulises Velázquez Gil

En la cocina, el baile, la moda y la literatura, una cosa es meramente primordial: el ritmo. Cada autor, protagonista o ejecutante tiene su propia manera de hacer las cosas, pero si no cuenta con una línea digna de seguir y se deja llevar por los caprichos del tiempo, más que ritmo, sus movimientos serán, hasta cierto punto, autómatas. Y los que siguen las reglas de forma exageradamente obsesa, igual sucumbirán por carencia de ritmo.
Ante sendas formas de la exageración (en particular, dentro de los terrenos de la literatura), Sandra Lorenzano nos propone en Pasiones y obsesiones otras formas de decir de otro modo lo mismo, pero con una peculiaridad: darle la palabra a quienes hacen de primera fuente el oficio literario, es decir, a los escritores mismos. Treinta y seis perspectivas sobre dos temas capitales en la literatura como en la vida: las pasiones y las obsesiones; resultado definitivo, cabe señalar, del IV Encuentro de Escritores Latinoamericanos, cuya temática principal se concentró en aquellos temas, a guisa de homenaje a Octavio Paz. Era el año 2008 y se cumplían diez años de la muerte de Octavio Paz, por eso quisimos dedicar el Encuentro a su memoria, con la certeza de que no hay mejor forma de homenajear a un poeta, a un enamorado de la palabra como lo era Paz, que propiciando la reflexión sobre la literatura, las complicidades entre escritores y las confesiones en torno a los secretos del oficio de escritura.
A diferencia de varias compilaciones en torno al oficio de escribir que reúnen la poética personal de autores consagrados del orbe europeo y estadounidense, Pasiones y obsesiones se distingue de las demás por cederle la palabra a los escritores latinoamericanos; concretamente, a los más recientes, nacidos entre 1945 y 1977 (de Ignacio Solares a Tryno Maldonado, pasando por Anamari Gomís, Adolfo Castañón, Myriam Moscona, Pablo Boullosa, entre otros) que compartieron con el público asistente lo poco que saben, o mejor dicho, transmitirles algunas enseñanzas provenientes de su encuentro con la zarza ardiente.
Para Daniela Abade, no fueron las palabras sino el poder ejercido con ellas las que asentaron su pasión por la literatura, al igual por su obsesión por la trashumancia, es decir, un constante estado de extranjería; en el caso de Eduardo Antonio Parra, el poder por el poder mismo es una de las formas de la pasión y, por tanto, de la obsesión; mientras que Anamari Gomís recurre a su propio cuerpo para buscar el sentido de unas y el destino de otras.
Ahora bien, qué nos pregunta Sandra Lorenzano al respecto: Y ¿cuáles son las pasiones de los escritores? ¿De qué se enamoran perdidamente, peligrosamente, violentamente? ¿Qué odian? ¿A qué le temen? ¿Son diferentes sus pasiones que las del resto de los mortales? Claro que la pasión corre el riesgo siempre de volverse amenazante, peligrosa, ¿quién no corre el riesgo de volverse peligroso?
Darío Jaramillo, en su afán grafómano, reconoce que llamarle a su madre todos los días a las 7 p.m., la puntualidad y un equipo de futbol de Medellín forman parte de su móvil de escritura, y que las historias de Karen Carpenter, Rafael Medina Flores, los hermanos Collyer y Juan García Ponce –es decir, sus obsesas vidas al límite− sean materia prima digna del cuento más inverosímil urdido por Julieta García González; y qué decir del inventario físico-matemágico de Jorge Volpi. Ellos, al igual que sus demás colegas, tiene sus propias pasiones y obsesiones, sólo que para buscar las propias, es preciso reflejarse en las ajenas, porque después de todo, qué es la literatura sino una casa de los espejos: cóncavos y convexos, descarnadamente honestos o descaradamente ilusorios.    
Mientras que la mayoría de los convidados al encuentro hablan de su aldea para describir al mundo, muy pocos dedicaron su intervención en hablar del ilustre homenajeado, Octavio Paz; tal es el caso de Ignacio Solares, quien declara en su favor lo siguiente: Escribir sobre Octavio Paz con un lenguaje que no sea el de la pasión resulta contradictorio. Para Octavio los poderes de la palabra no eran distintos a los de la pasión, y ésta, en su forma más alta y tensa, no era sino poesía. Y como la poesía era el mero mole de Paz, una de sus obras emblemáticas recibe de Adolfo Castañón su mejor homenaje, una crítica acertada, generosa e inteligente: […] Pasado en claro representa limpiamente al Octavio Paz más próximo a la melancolía de Saturno que al ímpetu guerrero del que sólo ve las armas del verano o las silvestres y lunares calamidades y milagros, para jugar con sus títulos. Pasado en claro sigue siendo un poema habitado por dioses, pero éstos son dioses taciturnos, cuando no melancólicos, dioses que vienen de vuelta.   
(Paréntesis aparte: quien esto escribe tuvo la dicha de asistir, hace cinco años exactamente, al Claustro de Sor Juana en ocasión de aquel encuentro; hacia donde volteara la mirada, me parecía escuchar la voz de Octavio Paz, y a medida que caminaba por los pasillos del Claustro, esa voz se volvía irrepetible, como si en el momento menos esperado me dijera las siguientes palabras: “Soy hombre: duro poco y es enorme la noche.” Y como en aquel lugar también estuvo Sor Juana Inés de la Cruz, nunca dudé que en algún descuido de mi parte, ella y Paz se me acercarían para conversar conmigo. Hasta la fecha, no he saldado esa deuda...)
A final de cuentas, cada quien tiene sus propias Pasiones y obsesiones que describen de forma gradual el oficio de escribir, encargado de pintarnos de cuerpo entero, o en aras de develarnos algo primordial de nuestro mundo. Así como el ritmo lleva la batuta en cuanto a la moda, el baile y la cocina, también la tiene dentro de la literatura misma, donde digno es de contar cómo nos fue en la feria, es decir, de qué manera escribimos.
Sin duda alguna, esta compilación, sabia y generosa como la propia Sandra Lorenzano, será un maravilloso incentivo para que jóvenes autores encuentren su camino literario y los lectores en lista de espera conozcan otra manera de vivir con y para la literatura, y en este sentido, los clásicos nunca se equivocan: “Se non è vero, è ben trovato”. (¿Qué otra cosa podemos ya decir?)

Sandra Lorenzano (comp). Pasiones y obsesiones. Secretos del oficio de escribir. México, Fondo de Cultura Económica / Universidad del Claustro de Sor Juana, 2012 (Lengua y Estudios Literarios).

No hay comentarios.: