lunes, 31 de diciembre de 2012

Astillas culturales 2012

Al momento de hacer el último balance de 2012, a diferencia del año anterior, son pocas las partidas en el mundo de la cultura y las artes, pero igualmente dolorosas, al fin y al cabo. Fue un año de grandes pérdidas, y mi homenaje hacia esas presencias, se compone por estas astillas personales, protagonizadas por varios personajes que nos dejaron en el año. (Cada uno de ustedes tiene otro punto de vista sobre una u otra mención; ustedes tienen la última palabra, como siempre, pero al compartirles estas palabras, mi propósito se habrá cumplido.)

Theo Angelopoulos (Ene. 24): Hace ocho años, el cineasta griego Theo Angelopoulos visitó México en el marco del estreno de El prado en llanto, primera parte de su trilogía sobre la Grecia contemporánea, en el Centro Cultural Universitario, en C. U. El azar hizo de las suyas cuando entre mis cosas estaba el cuadernillo sobre su obra que había editado la Cineteca Nacional, y sin dudarlo, me acerqué a él para pedirle que me lo firmara, a lo que accedió de inmediato. (Para vergüenza mía, pedí prestado un bolígrafo.) Le di las gracias y se retiró de allí.

Héctor García (Jun. 2): En una reunión de fin de año que hubo en la Fundación René Avilés Fabila, en 2005, tuve la fortuna de conocerlo. Solamente me limité a expresarle mi admiración por una foto suya, de sobra conocida, de un vagabundo mirando un escaparate de ropa femenina; me agradeció ese buen gesto y le sorprendió que una persona de mi edad le interesara ese tipo de imágenes. (Cosas que pasan.)

Ernesto de la Peña (Sep. 10): La primera vez que lo conocí fue en la presentación de sus Palabras para el desencuentro, en Bellas Artes hace ya ocho años; tiempo después, en el ingreso de Fernando del Paso a la Academia Mexicana de la Lengua, en junio de 2009. Después de responder al discurso expuesto por el flamante académico, me acequé a él para que me firmara sendos ejemplares de Las máquinas espirituales y El indeleble caso de Borelli; al ver que se trataban de las primeras ediciones, se sorprendió mucho. "Me alegra mucho que tenga usted estos libros, que para mí son entrañables", me dijo. Después de agradecerme su atención, se retiró.  

(¡¡Muchas gracias!!)