martes, 10 de enero de 2012

Una tarde en la Academia Mexicana de la Historia

No tiene ni un mes el nuevo año, y ya me tiene preparada, no sólo una, sino varias sorpresas, y todas, más que gratas a la cardiografía personal de quien esto escribe. Comencemos por el principio.

Una gran amiga, a quien, para efecto de estas notas, llamaré simplemente mi bellísima colmexicana, me llamó al celular para hacerme una invitación: el martes 10 se llevaría a cabo la comida anual de la Academia Mexicana de la Historia, y como su jefe en El Colegio de México, el Dr. Moisés González Navarro, es académico de número, la invitación se hizo extensiva hacia otros acompañantes. De antemano, dije que sí, y esperaría confirmación suya para ello. Cinco días después, quedó confirmado, así que nos veríamos el mero día, a las 1:30 pm.

Sin proponérmelo siquiera, llegué a la Ciudadela un poco más temprano de lo previsto, y como el lugar de la cita era la Academia Mexicana de la Historia, decidí tomarme un respiro y pasearme por el jardín aledaño; en eso, me llegó al celular la llamada de mi bellísima colmexicana con quien había quedado a la cita, y que se hallaba perdida en el metro Balderas, sin saber hacia dónde salir. Convencido, fui a su encuentro y así llegamos juntos a la academia, donde ya nos estaba esperando don Moisés González Navarro. Con él al frente del petit comité, tomamos nuestro lugar en la mesa y así disfrutar juntos de la comida anual. Antes de eso, saludamos a Aurelio de los Reyes y don Moisés nos hizo una pequeña visita guiada por las instalaciones de la Academia. Y mientras llegaba la hora de la comida, accedimos los tres, por invitación de Vera, nuestra anfitriona en la Academia, a disfrutar un rico aperitivo, consistente en margaritas de tamarindo y de limón; ya entrados en materia, don Moisés pidió una segunda de tamarindo, mi bellísima un refresco, y yo, con demasiada confianza, sólo atiné a decir: "Un tequila, por favor". (¡¡Y reposado, pra acabarla!!) Entre el ir y venir de las copas, hicieron acto de presencia los demás convidados al banquete, entre académicos de la Historia y distinguidos invitados que les acompañaban, bastante entrados en sus charlas, chacoteos y chismologías propias. Los únicos que pasaron a saludarnos: Miguel León-Portilla, acompañado por mi siempre querida Chonita; Javier Garciadiego, jefe máximo del COLMEX ("Tú siempre andas en todas partes, caray", me dijo); Enrique Krauze, de sobra conocido, y, como cereza del pastelito, el Ing. Carlos Slim.

Todavía con la gratitud en nuestros ojos, se nos anunció, finalmente, pasar a la mesa. Mientras los León-Portilla compartían mesa, entre otros, con Andrés Lira, director de la Academia; Krauze, Slim y Consuelo Sáizar, presidenta de CONACULTA, don Moisés, mi bellísima y su servidor, hicieron lo propio con las directivas de la Casa de Cultura de Tamaulipas, Jorge Alberto Manrique, Mercedes de la Garza y Virginia Guedea, académicos de la Historia, y Manuel Ramos Medina, director del Centro de Estudios CARSO (antes CONDUMEX). Entre las ensaladas y el plato fuerte, intercambiamos grandes impresiones sobre el quehacer, pero también la pasión por la historia mexicana; por supuesto, don Moisés estaba más que picado en la charla con Ramos Medina. Y sin desaprovechar ni un solo instante, mi bellísima y yo también conversamos gratamente sobre los amores difíciles, pero también sobre las gratísimas coincidencias y su importante papel en la vida que se va a cada paso. Prometimos que así sería frecuentemente, mientras haya vida. Después del plato fuerte, don Moisés se acercó a mí para susurrarme lo siguiente: "Después del postre, me retiro. Haga lo que tenga que hacer con mi plato y mi copa, que tiene mi permiso para ello. ¿De acuerdo?" Asentí de manera afirmativa. Cinco minutos después de haberse terminado su postre, don Moisés se levantó. "Siento dejarlos en este momento. Con permiso y buenas tardes", dijo. Mi bellísima, en su papel de asistente de González Navarro, lo acompañó a la salida, y quien esto escribe, en su papel de caballero andante, hizo lo propio con ella. Después de cinco minutos en el baño y diez que tardó en llegar su coche, don Moisés se despidió de nosotros; "No olvide que tenemos una cita en el colegio la semana entrante", me dijo, "que siempre será un placer verle."

Contentos de haber cumplido la buena obra del día, regresamos a la mesa para terminarnos lo que faltaba del postre; lamentablemente, ya habían retirado nuestros platos, pero en su lugar nos esperaba una enorme sorpresa: por cortesía de Consuelo Sáizar, y en su caracter de presidenta de CONACULTA, cada uno recibió un paquete conformado por agenda 2012, libreta, calendario de escritorio y un enorme -literalmente- catálogo de las actividades realizadas por dicha institución cultural. "Si el profesor se hubiera esperado quince minutos más", dijo mi bellísima amiga, "se lo habría llevado con gusto". Eso no importaba por ahora, o por lo menos así se veía. Con ese regalo, de hecho, terminaba la maravillosa convivencia en la Academia. Nos despedimos de los León-Portilla, de Garciadiego, y hasta de Krauze, a quien le expresé lo siguiente: "Me gustaría compartir con usted unos artículos que escribí sobre algunos de sus libros"; dicho esto, accedió con gusto y me proporcionó su correo electrónico para así hacer lo propio. (Sigo comprobando que Krauze no es tan malvado como sus detractores lo pintan, pero eso es otra historia...) Nuestra atenta anfitriona, Vera, además de preguntar por don Moisés, se despidió de nosotros; "No te preocupes, nos veremos en el Historia ¿para qué?", le dije, "en mayo, seguro que así será", a lo que respondió: "Oye, ¡¡tú siempre vienes por aquí!! Claro que sí, y no olvides de seguir a la Academia en Facebook". Confirmando mi compromiso, emprendimos la retirada.

Antes de despedirme de mi bellísima colmexicana, nos "repartimos" el regalo de don Moisés: ella, la agenda, la libreta y el calendario, y yo, el pesado catálogo; estaría en mis manos mientras llegaba la hora del encuentro acordado, la semana entrante en el COLMEX. Y para la hora de la despedida, le agradecí todas sus finísimas atenciones por la maravillosa tarde de hoy. "Sólo contigo lo compartiría con gusto, bien lo sabes, y ojalá que así lo veas. De cualquier forma, gracias a ti."

No cabe duda que este tipo de encuentros son los que, de verdad, se agradecen por los cuatro costados, y con la posibilidad de una segunda parte, qué mejor ¿no creen? (¡¡Gracias!!)

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