lunes, 14 de marzo de 2011

Desaforando el Foro TV

Cada quien tiene la televisión que se merece, ha sido una frase dicha hasta el cansancio por sus detractores más recalcitrantes, y no es para menos, dada la oquedad cada vez más preocupante de la televisión actual. Mientras en una cadena se alaban las estupideces de una sudamericana odiosa y en otra se privilegian los culebrones populacheros (¿o es al revés?), en todos lados se intenta algo difícil a principio de cuentas: generar buenas opiniones y motivar un sesudo análisis. Afortunadamente existen muchos canales y cadenas dedicados en cuerpo el alma a tan encomiable labor, pero como éstos se cuecen muy aparte y cada uno requiere el debido tratamiento, enfoquemos la vista hacia el más joven de todos, Foro TV, nacido -¿qué cosas, no?- en el seno de Televisa.

Con su entrada al aire hace poco más de un año dentro de la televisión de paga, y desde el pasado 30 de agosto, por señal abierta (y ocupando el lugar que tuvo Canal 4, de programación variopinta y hasta a veces surrealista,) Foro TV intenta llenar un enorme hueco dejado por el otrora proyecto informativo de la televisora de San Ángel, Eco, donde sí se tomaba en serio la misión informativa y las mesas de análisis (cuando las había, claro), y no se andaban con medias tintas. (En este punto, más de uno se atreverá a debatirlo. "Pero si no había tanta libertad informativa como ahora...", seguro me dirán. Es cierto, pero había seriedad, cosa que no encuentro a cabalidad en el canal de marras.) Ante tal precedente, la presencia de Foro TV sí resulta necesaria, pero prescindible. Vayamos por partes.

Los noticiarios conducidos por Paola Rojas y Adela Micha, sobrevivientes de la transición temática del canal 4, conservaron fondo y forma, y el público que las sigue día tras día no puede esperar de ellas más que la fidelidad a su labor informativa, cosa que celebro a todas luces; a este elenco de comunicadoras notables, sumaría hoy el nombre de Karla Iberia Sánchez, con su respectivo segmento informativo: detrás de ella, una innegable trayectoria como reportera lo comprueba sobremanera. Por el lado masculino de la noticia, contar con León Krauze (polémico más de las veces, cabe señalar) y su Hora 21 es agregarle un toque más plural al contenido del segmento informativo: para quienes lo seguimos en su programa de radio, verlo en pantalla cada noche es proseguir esa forma de conversación radial, pero a todo color. De pilón, cabe notar la presencia de un espacio dedicado a los medios de comunicación, conducido magistralmente por José Carreño Carlón, Gabriela Warkentin y Mario Campos. (Hacía falta algo así, mas no es la panacea en el tema. Cuestión de enfoques.)

Pero así como hay ejercicios notables en este campo, también los hay mediocres y faltos de ética, tal es el caso de Esteban Arce, cuyo Matutino Express también sobrevivió al cambio de giro programático, conservando un horario privilegiado y con una polémica sobre sus espaldas: las desafortunadas declaraciones en contra de la comunidad lésbico-gay. En vez de recibir un justo castigo por ello, fue premiado con la conservación de su programa; eso sí, menos irreverente que su encarnación precedente. Y como este dardo aguanta dos tiros más, mencionaré dos programas parecidos: La hora de opinar con Leo Zuckerman y Javier Tello, y Final de partida con Julio Patán y Nicolás Alvarado, ambos, transmitiéndose entre las 10 y las 11:30 pm. Del primero, no me atrevo a cuestionar sus mesas de análisis, porque sinceramente no me interesan (hay mejores y más congruentes en otros canales), pero los viernes se dan a la tarea de invitar a una personalidad de la política, las ciencias, las artes, etc., para ¡¡hablar de cine!!, de las tres películas favoritas del invitado. Como segmento para terminar de forma desenfadada la semana, está bien, pero ni Zuckerman ni Tello son críticos de cine para ahondar un poco más a gusto por el mundo del celuloide. Para muestra, un botón: cuando Fernando Gómez Mont fue el invitado de lujo, demostró saber más de cine que aquel par de conductores babosos. (Zapatero a tus zapatos. Ni modo.) Sobre Final de partida, no podemos negar que Patán y Alvarado son caras conocidas dentro de la televisión cultural (se conducían mejor en Canal 22, por aquello de la pluralidad), pero en un canal así, se privilegian más otras cosas, pero no las meramente culturales. Qué remedio.

Fuera de estos ejemplos (a sabiendas de que faltan por enumerar otras emisiones, algunas muy dignas en su trabajo, y otras, prescindibles sin más ni más), la presencia de Foro TV en la televisión abierta deja mucho que desear. Su entrada al aire se origina en vísperas de un año electoral, es decir, donde todas las cartas están por jugarse, y con su "canalito" Televisa juega a la pluralidad, cosa que sólo tiene de dientes para afuera. (Un ejemplo: Mujeres de valor fue una bonita campaña, pero en sus telenovelas impera el sexismo y en sus talk shows, la misoginia. Si lo quieren más claro, échenle agua.) Sin embargo, sólo el tiempo dirá la última palabra sobre Foro TV, que apenas busca -¡¡y de qué manera!!- su destino en la televisión mexicana. Y hasta ahí.

jueves, 10 de marzo de 2011

Leopoldo Valiñas en la Academia

No cabe duda que me gustan más los regresos que las prolongadas estancias, y no lo digo solamente por la prosapia de mi nombre. Después de haber vivido toda una celebración de las Letras (misma que pueden leer líneas abajo, faltaba más), me llega la buena nueva de la ceremonia de ingreso del lingüista e investigador Leopoldo Valiñas Coalla a la Academia Mexicana de la Lengua, precisamente hoy, a las 7 pm, en un lugar al que me alegra regresar, aunque hayan sido pocas las ocasiones para ello: el Museo Nacional de Arte (MUNAL).

Como siempre acostumbro cuando se trata de la AML, llegué una hora antes del evento; al salir del metro Bellas Artes, vi como la gente se arremolinaba frente al Palacio debido a la increíble presencia de un BMW último modelo, con todo y vallas de seguridad. Supuse que allí se grabaría un comercial al respecto, pero sólo me limité a tomar algunas fotos y seguirme de largo hacia el MUNAL. Después de tomar algunas fotos de los edificios circundantes, llegué al lugar de la cita y vi a lo lejos la presencia de Linda Manzanilla, quien provenía de El Colegio Nacional para acudir a la ceremonia de investidura de su ilustre colega del Instituto de Investigaciones Antropológicas. Luego de ponerle a mi celular la modalidad de vibrador, entré al otrora Palacio de Comunicaciones y así agarrar buen asiento para la ceremonia, lo cual hice en la segunda fila de enmedio, frente al presidium.

Minutos antes de la sesión, una bellísima mujer sentada detrás de mí, en la tercera fila, al ver tanto mi Anuario como varios ejemplares de discursos académicos de la AML, pidió verlos e igualmente me comentó ciertas cosas al respecto. "Espero que ya vendan el nuevo, porque necesito actualizarlo...", le dije. Incluso intercambiamos algunas palabras, y hasta ahí.

Cinco minutos después de las 7 pm, los académicos de la Lengua, dirigidos por su nuevo director, Jaime Labastida, hacían su triunfal llegada al salón donde se llevaría a cabo la sesión pública de hoy. A la izquierda de la mesa directiva (compuesta, además del nuevo recipiendario y el propio Jaime Labastida, por Gonzalo Celorio, Diego Valadés, secretario y censor estatutario, respectivamente, y por Concepción Company, quien respondería las palabras de Valiñas), se hallaban Guido Gómez de Silva, Adolfo Castañón (con todo y su abultada maleta), Tarsicio Herrera Zapién, Miguel León-Portilla, Fernando Serrano Migallón, Fernando del Paso (aún sin ser académico numerario, acudió a la cita), José G. Moreno de Alba (hasta el ingreso de Patrick Johansson, ocupaba el lugar de honor en la mesa directiva) y Felipe Garrido, mientras que a la derecha, Ascensión Hernández Triviño, Margit Frenk, Julieta Fierro, Vicente Leñero, Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Quirarte y Margo Glantz ostentaban dignamente sus lugares. Inmediatamente, el director dio la bienvenida a todos los asistentes para luego cederle la palabra al nuevo integrante de la Academia Mexicana de la Lengua.

Leopoldo Valiñas, el buen Polo, leyó su discurso, La unidad lingüística en torno a la diversidad, cuya primera parte (como debe de ser) estuvo dedicada a la vida y obra de Andrés Henestrosa, su antecesor en la silla XXIII, para después exponer un interesantísimo trabajo en torno a la diversidad lingüística de las lenguas vernáculas dentro del español de México; en lo que cabe a la faceta académica, el trabajo de Polo confirma a todas luces la misma erudición e intensidad mostrada en todos sus artículos (cabe decir que Valiñas nunca ha escrito un libro en forma, pero con el presente discurso más le vale hacerlo); claro, la mayoría de los asistentes no paró de reír en ciertos pasajes de su exposición, y, claro, hasta terminamos usando la hojita que fue depositada en cada asiento, como si en vez de una ceremonia de ingreso estuviesemos en un coloquio de la ENAH o la SOMEHIL.

Después de su alocución, correspondió a Concepción Company Company responder al discurso del nuevo académico, quien ponderó su presencia en la Academia Mexicana de la Lengua como la de una persona preocupada por la buena salud del español de México, de grata y apasionante raigambre indigenista (aunque él no se reconozca como tal), y cuya presencia, ayudará sobremanera a las intenciones originales de la Academia, enarboladas en la divisa Limpia, fija y da esplendor. (Aunque, tratándose de Polo, le queda más lo último ¿no creen?) Finalmente, el ingreso de Leopoldo Valiñas, más que un deber académico, es toda una celebración. (Quien esto escribe, luego de asistir a los ingresos de Ascensión Hernández Triviño y Patrick Johansson, no deja de aplicárselo también al de Valiñas. Claro que sí.)

Al final de la ceremonia, el Director de la AML invitó a todos los asistentes a departir un buen vino de honor afuera del salón. Mientras unos se arremolinaban por una buena copa de tinto y otros hacían fila para felicitar de primera fuente a Polo, me acerqué a varios de los académicos para pedirle el consabido autógrafo. Primero me acerqué a Julieta Fierro, quien se alegró de verme y, claro, tardó un poco en firmar mi ejemplar. Quedé en mandarle la dirección de una amiga mía, para así mandarle su discurso de ingreso. (Prometido, Julieta.) Después, saludé a Chonita y don Miguel, quien me pidió prestado mi celular para hablarle a su chofer, dado que debían irse temprano. (Como en todas sus películas...) Enseguida, me acerqué a Concepción Company; además de firmarme su discurso de ingreso, le comenté dos cosas: una, dónde podía conseguir su manual de fonética y fonología ("En la Facultad debe haber todavía algunos, supongo...", me dijo), y la otra, que una gran amiga mía ¡¡es su más ferviente admiradora!! Incluso por el nombre tan bonito y tan original que tiene. Concepción no cesó de celebrar aquellas palabras y me agradeció ese buen gesto. Ni tardo mi perezoso, me apersoné frente a Tarsicio Herrera Zapién para lo mismo, y él, con una bonhomía muy suya, agradeció que yo tuviera aquel pequeño ejemplar de su discurso; "Reyes no sabía nada de griego ni de latín, pero su Discurso por Virgilio es una maravilla ¿verdad que sí?", me dijo gratamente mientras me dedicaba su ejemplar. Al darme cuenta que Diego Valadés se había retirado y de hacerme a la idea de la ausencia de Eduardo Lizalde, me formé para felicitar a Polo y, claro, expresarle -interposítamente- los parabienes de Ana Laura Díaz y de Heréndira Téllez hacia él, como nuevo académico de la lengua. "Te lo agradezco, voy a escribirles", me respondió con gusto.

Afuera de la sala, ya me urgía echarme una buen trago y como además de vino tinto y blanco, había mezcal, resolví echarme unos buenos caballitos ¡¡y percherones, para rematar!!, con unos deliciosos canapés para acompañar. Aquella bellísima mujer con la que tuve una mínima charla antes de la ceremonia, una arquitecta experta en restauración llamada Silvia Ibáñez, al verme preguntó por los León-Portilla. Le comenté que acababan de irse, dado que siempre son los primeros en retirarse, pero insistí en acompañarla por si corría con mejor suerte. (Confirmado, ya no estaban.) De cualquier forma, platicamos un largo rato sobre muchas cosas, mientras los tequilas hacían lo suyo. Revisé mi celular para ver la hora y, como podrán imaginarlo, me salió el complejo de cenicienta al ver que ya casi eran las 9 pm. Al saberlo, mi bellísima acompañante procedió a despedirse de todas sus amigas, dado que el estacionamiento cerraría exactamente a la hora. Insistí en acompañarla hasta la salida, porque también llevaba algo de prisa, y mientras llegabamos al estacionamiento, le comenté que vivía en Atizapán de Zaragoza, y ella, muy amablemente, accedió a darme aventón. (Se lo agradecí sobremanera, y ya quedé en avisarle de los próximos eventos, por aquello de seguir en contacto.)

En fin... me agradó mucho regresar al MUNAL y no dudaré en hacerlo mientras exista la oportunidad para ello. Por mientras, celebro el ingreso de Leopoldo Valiñas Coalla, en aras de una concordia entre el español y las lenguas originarias. Ya veremos en qué paran nuestras esperanzas. (Y ya.)

domingo, 6 de marzo de 2011

Totalmente Palacio... de Minería

Señoras y señores, sí, lo declaro a los cuatro vientos: Soy totalmente Palacio. Y no me refiero a cierta tienda departamental, sino al aplomo que tengo por asistir (cada vez que el tiempo me lo permite) al más hermoso de los palacios que tiene la ciudad de México: el Palacio de Minería. Desde la semana pasada, cuando dio comienzo la XXXI Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería, quien esto escribe, unas veces sacaba su faceta de cazalibros, y otras acompañaba al equipo oficial de tres presentaciones editoriales, repartidas en tres días. Pero en esos días, también decidió darse sus respectivas vueltas para encontrar algún librito nuevo (aunque sólo fuera un decir, claro) o también para cerrar el círculo de la lectura, coronando con la consabida firma los ejemplares de su pequeña biblioteca. He aquí un pequeño resumen de sus andanzas.

Viernes 25 (Primera escala: El Colegio Nacional): Luego de encontrarme con Claudia Hernández de Valle-Arizpe y antes de la presentación de Dulce y Útil en el salón de la Academia de Ingeniería, hice mi escala obligada en el stand de El Colegio Nacional, donde mis ya conocidos libreros me convencieron de llevarme la Memoria 2009, y dos pendientes bibliográficos de ferias anteriores: la edición de lujo de Como la lluvia de José Emilio Pacheco (numerada y firmada por el autor) y Un sol más vivo, antología poética de Octavio Paz hecha por otro gran poeta, Antonio Deltoro. No me cabe duda que aquello volúmenes habré de leerlos con especial devoción.

Lunes 28 (Segunda escala: Pabellón del Estado de México y UACM): Después de asistir a la presentación de los nuevos libros de Cofradía de Coyotes, en el pabellón del Estado de México, me encontré con Eduardo Villegas, el Coyote Mayor, quien además de celebrar el grato encuentro entre colegas, resolvió firmarme un ejemplar de La noche de la desnudez, uno de sus primeros libros. Y como el tiempo andaba haciendo de las suyas, adquirí Porque siempre importa de Claudia Hernández de Valle-Arizpe en el local de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Mientras llegaba la hora de saludar nuevamente a la bella y talentosa Claudia, leería con verdadera alegría sus textos sobre cocina y cultura.

Martes 1o. (Tercera escala: Conaculta y Fondo de Cultura Económica): Después de la presentación de la colección Teorías Contemporáneas, coordinada por la Dra. Laura Páez Díaz de León, y mientras llegaba la hora de irnos, un servidor hizo escala en el gran pabellón de CONACULTA, donde se hizo de las Arqueologías del Centauro, volumen sobre Alfonso Reyes escrito por autores jóvenes; Pasado y presente en claro de Octavio Paz, que reúne dos textos elementales en ocasión del vigésimo aniversario del Premio Nobel, y la nueva edición de Un niño en la Revolución mexicana de Andrés Iduarte, mismo que ya debía tener por razones obvias. (Al fin, se me hizo.) Y como el tiempo seguía haciendo de las suyas, visité el pabellón del Fondo de Cultura Económica, donde además de hacerme de Tiempo de arena de Jaime Torres Bodet y De cómo ignorar de Mauricio Tenorio Trillo, un grupo de muchachos (estudiantes de comunicación, me imagino) ¡¡me hicieron una entrevista!! Simplemente me porté muy bien con las preguntas que se me hicieron y una de éstas hizo profunda mella en quien esto escribe: "¿Cuál es su escritor favorito?" "Bueno... ¡¡son muchos!! Alfonso Reyes, Octavio Paz, Álvaro Mutis, Andrés Henestrosa, Jorge F. Hernández, Vicente Quirarte... Y la lista sigue", les dije, y ellos me insistían en mencionar uno solo. "De ser así, serían dos por igual: Alfonso Reyes y Octavio Paz", fue mi respuesta y tuve que justificarla, es decir, entrar en pormenores. Al final de la entrevista, agradecieron mi disponibilidad y buen desarrollo en la misma. "No, muchachos, ustedes lo hicieron todo, de veras, y como decía don Alfonso Reyes, 'Todo lo sabemos entre todos'. Cuenten con ello".

Miércoles 2 (Cuarta escala: el pabellón de la UNAM): Tuve la fortuna de asistir a la presentación de El filósofo declara, de Juan Villoro, su primera obra de teatro, en escena hace algunas semanas y que ahora llegaba al gran público en forma de libro. Villoro ponderó su nuevo papel como dramaturgo, cuya grata incursión no se quedaría en la obra en cuestión, sino que, andando el tiempo, escribiría más para llevarlas, desde luego, al escenario. Después de contar las peripecias de sus personajes y del montaje anterior en cartelera, Villoro procedió a firmar varios ejemplares de su libro en el microscópico salón "Rafael Ximeno y Planes", donde la gente se arremolinaba para platicar un poco con el autor mientras éste firmaba su libro. Afortunadamente, la editorial del libro de marras, la UNAM, pidió que nos trasladaramos al pabellón de publicaciones de la UNAM y así dejar libre el salón para otro evento. Al llegar al stand, se hizo una larga fila para que Juan Villoro firmara libros y libros, sin contar las toneladas de fotos que lo inscribían en la memoria de sus fans. Al llegar el turno de un servidor, Villoro firmó su ejemplar de Efectos personales, además de agradecerle aquellos gratos encuentros suscitados por los libros. Mientras decidía si quedarme en el Palacio de Minería, otro grato reencuentro estaba por darse, en plena escalinata del palacio, con Julio Ortega Jiménez, colega y compañero de generación, muy bien acompañado por Julissa, su compañera de toda la vida. (Quedamos en proseguir el contacto. Sí que sí.) Pocas horas después, regresé al stand de la UNAM, donde me quedé un largo rato viendo los discursos de ingreso de la Academia Mexicana de la Lengua. En eso se me acercó David Turner, director de Publicaciones UNAM, quien me presumió (si se permite la palabra) todos los grandes trabajos publicados en la colección de Discursos de la Academia, como los de Jesús Silva Herzog, José Vasconcelos y Alfonso Reyes, por decir algo. Más de una hora esperando aquella presunción editorial, en la cual todos los empleados movieron cielo, mar y tierra para conseguirle al jefe aquellos ejemplares. Finalmente, David Turner me dijo que, en efecto, no los habían llevado. (Un día, seguro.)

Jueves 3 (Quinta escala: el MUNAL): Como se habían juntado tres presentaciones de vital importancia para mí (Sandra Lorenzano, Agustín Monsreal y René Avilés Fabila, ¡¡a las 7 pm!!), decidí solamente comprar el catálogo de la exposición Alfonso Reyes y los caminos del arte en el puesto del MUNAL, muy pequeño, por cierto. Por supuesto, aplicando la máxima de Rubén D. Medina: "Si ves uno, compras dos".

Viernes 4 (Sexta escala: el pabellón de la UNAM y el Fondo de Cultura Económica): Decidido a ver a la gran Julieta Fierro, al llegar al metro Bellas Artes me encontré con una mujer maravillosa, Virginia Ortega, quien venía de impartir unas clases de inglés, y luego de saber hacia dónde me dirigía, me espetó un "¿Me llevas?" Y, claro, accedí gustoso a que me acompañara a ver a Julieta Fierro. Al llegar al Salón de Actos, cuál sería nuestra sorpresa al saber que la expositora, es decir, Julieta, no estaría presente por motivos de salud, cosa que nos desanimó tanto a Vicky como a quien esto escribe. Aún así, nos dimos una vuelta por la feria. Primero, por la cabina temporal de Radio UNAM donde le presenté ¡¡a Jorge F. Hernández!!, quien se sorprendió al ver a una rockera en la sala. (Vicky no cabía de la impresión cuando hice las consabidas presentaciones, pero es una oportunidad que no debía perderse. Así es.) Después de haber conocido a tan singular personaje, decidí compensarle la ausencia de Julieta obsequiándole un ejemplar de su discurso de ingreso, el cual Vicky me agradeció sobremanera, al igual que un libro del Fondo de Cultura Económica, cuyo mismo ejemplar corrió con semejante suerte el año pasado.

Domingo 6 (Última escala: el pabellón de CONACULTA): En el Auditorio 5, donde tuvieron a bien presentarse los primeros trece títulos de Parentalia ediciones, estuvo lleno de poesía por donde quiera que se vea; entre Luis Tiscareño, Frida Varinia y unas rozagantes Elva Macías y Leticia Herrera, las plaquettes se vendieron como pan caliente. Y ante semejante celebración (tanto poética como monetaria), quien esto escribe se dio una vuelta muy bien acompañado por la Dra. Laura Páez Díaz de León y su diligente secretaria, Hilda Edith, de buen ver, por cierto. En el stand de CONACULTA, la Dra. Páez, engolosinada por las novedades en torno a Octavio Paz, se dio vuelo y compró varias. Después, asistimos a una charla de Sara Sefchovich en la Antigua Capilla, para luego despedirlas, dado que resolví quedarme a la presentación de la Antigua Grandeza Mexicana de René Avilés Fabila, donde no faltaron ni el buen humor (cortesía del autor) ni las largas filas de admiradores. Y mientras dedicaba con aplomo varios de esos libros, me lancé de volada hacia el auditorio Bernardo Quintana y saludar a Rodrigo Martínez Baracs, con el objetivo de que firmara mi ejemplar de La biblioteca de mi padre. "No me digas que ya lo leíste...", me dijo. Se sorprendió al saber que lo había hecho ¡¡tres veces!! en un mes y prometí escribir un artículo al respecto. "Oye, de verdad que te lo agradezco. ¿Nos veremos en mayo?, respondió. "Cuenta con ello", fue mi respuesta. Regresé con René y aún seguía en la parafernalia de las firmas. Al terminar, platicamos un ratito sobre las latas de la escritura. Y para terminar el último día de la Feria de Minería, lo prometido es deuda, cerramos con Claudia Hernández de Valle-Arizpe, acompañando a la fotógrafa Gabriela Bautista en la presentación de su libro de fotos a escritores. Desde luego que escuchar a Claudia es todo un acontecimiento, pero si le sumamos la presencia del poeta Rafael Vargas y la espontaneidad de Víctor Roura, podría decirse que hubo de todo.

No me cabe la menor duda que ir a la Feria del Libro del Palacio de Minería es todo un acontecimiento, ya sea por la infinidad de personas y de libros que vas encontrando en el camino. He comprobado con todas las letras de todos los nuevos y viejos amigos que conviven en aquel espacio, en espera de que aumente esa preclara y cordial nómina. ¿Qué me espera para la siguiente feria? No lo sé... Quizás sea alguno de los nuevos protagonistas de Jóvenes escritores en Palacio, o en una de ésas, ya salga un nuevo libro, el primero de muchos que tendré a bien publicar, en fin... Sólo el tiempo tendrá que conspirar a nuestro favor, porque en la cárcel, en la trinchera, en el hospital y en el Palacio de Minería es donde se conoce a los amigos. De verdad.

(Soy totalmente Palacio... de Minería, claro está.)