sábado, 31 de diciembre de 2011

Astillas literarias 2011

Ha sido entre interesante y difícil este 2011 que hoy termina, de una manera muy heterdoxa para quienes han seguido los últimos acontecimientos dentro del ambiente de las letras en general. Con un 2010 lleno de grandes pérdidas, en este año la vida siempre jugó, al fin y al cabo, el partido final, en busca del gol de oro, para bien y para mal.

Mi homenaje hacia esos autores con los que tuve, breve y constantemente, algún encuentro, se compone por estas astillas personales, protagonizadas por varios personajes que nos dejaron en el año. (Cada uno de ustedes tiene otro punto de vista sobre una u otra mención; ustedes tienen la última palabra, como siempre, pero al compartirles estas palabras, mi propósito se habrá cumplido.

Miguel Ángel Granados Chapa (Oct. 16): Hace dos años, en la Feria del Libro en Minería, después de una presentación de un libro en torno suyo, mientras todo el séquito de reporteros acaparaba a Carmen Aristegui, en el pabellón de las editoriales universitarias Granados Chapa repartía firmas y fotos a todos los asistentes; quien esto escribe se le acercó para pedirle una copia del texto que leyó en el Centenario de Andrés Iduarte en el Palacio de Bellas Artes. Muy cordial de su parte, me dio su correo electrónico y así escribirle para recordárselo. (Y así lo hice.) Las siguientes dos veces que lo vi, una en la FES-Acatlán y otra, en el ingreso de Vicente Leñero a la Academia Mexicana de la Lengua, simplemente nos saludamos y bien.
Tomás Segovia (Nov. 6): Hace exactamente dos años, después de una conferencia de Luis Fernando Lara en la Dirección de Lingüística del INAH, una colega querida, Ascensión Hernández Triviño, nos presentó; entusiasmado por la sorpresa, le expresé a Segovia mi interés por su obra, tanto en poesía como en ensayo, cosa que me agradeció. Pero lo más interesante del encuentro, fue que terminamos hablando ¡¡de blogs!!, dado que ambos somos asiduos viajeros de la red. "No olvide escribirme", me dijo. (Quedó en la mera intención. Quién sabe por qué.)
Daniel Sada (Nov. 19): La primera vez que lo conocí fue gracias a que Óscar de la Borbolla lo invitó a uno de sus clásicos Miércoles literarios; cuando me acerqué a él para que me dedicara su Antología presentida, me dijo: "Qué bueno que tengas este libro, porque a mí me sigue gustando. Y eso que ya no hay de éstos". Se lo agradecí por completo. Años después, me reencontré con él en la Casa Refugio Citlaltépetl, allá por la Condesa, antes de la presentación de sendos poemarios de Silvia Pratt y Elsa Cross. Lo saludé y al preguntarle si seguía escribiendo poesía, simplemente me dijo: "Fíjate que, a estas alturas, ya casi no escribo poesía, me ha ganado más la novela, pero ahí están mis libros de poesía, uno publicado por el Fondo de Cultura Económica, por si te interesa". Después supe que, a media presentación, terminó por irse.
Miguel González Avelar (Nov. 20): Cuando adquirí sus Versos hospitalarios, resolví escribirle un e-mail, compartiéndole mis impresiones; una semana después, me respondió sorprendido y, a su vez, agradecido por mi lectura. Tiempo después, en el Centro Cultural de España, además de conocerlo en persona, le confesé mi inquietud porque un día se anime a reunir todas sus obras de creación literaria en un solo volumen. Me comentó que una y otra vez ese pensamiento pasó por su cabeza, y que sí se animaría a hacerlo. (Ahora le corresponde a Tere y a Nicolás cumplir con esa deuda.)

(¡¡Muchas gracias!!)