viernes, 31 de diciembre de 2010

2010: un montón de palabras

Cierro este interesante y difícil 2010, de una manera muy heterdoxa para quienes han seguido los últimos acontecimientos dentro del ambiente de las letras universales. Para muchos, fue el año de la reivindicación (Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010), y para otros, el la revalorización (la Historia mexicana, pletórica en Centenarios, más interesantes y menos pomposos). Sin embargo, 2010 fue el año de las grandes pérdidas, donde la vida jugó, al fin y al cabo, la partida final, suerte de matchpoint de última hora.
Mi homenaje (si se me permite el término) se compone por una serie de mosaicos personales, relacionados con los personajes que partieron en este desconcertante 2010. Claro está que cada uno de ustedes tiene otro punto de vista (favorable, adverso, no importa) sobre una u otra mención; dejo que digan la última palabra, y, por supuesto, al compartir este montón de palabras, he cumplido a cabalidad con mi propósito.
Esther Seligson (Feb. 6): Desde la preparatoria ya era un lector asiduo de sus obras, las cuales descubrí gracias a la presencia del rumano E. M. Cioran. Pero mi oportunidad para conocerla se dio en el Palacio de Bellas Artes, donde asistió a presentar un libro de dramaturgia. Ella quedó sumamente impresionada cuando me le apersoné ¡¡con un montón de libros suyos!! Mientras me firmaba cada ejemplar, quedó maravillada por mi pasión lectora.
Carlos Montemayor (Feb. 28): En la Casa Universitaria del Libro, hace algunos años, y luego de presentar un volumen de poesía indígena contemporánea, me acerqué a él para pedirle la respectiva firma. El único lugar factible para ello, fue una vitrina aledaña, sobre la cual se recargó para dedicarme sus libros, como si ésta fuese una barra de cantina. (Cualquier persona, de haberlo hecho, la hubiera roto.)
Carlos Monsiváis (Jun. 19): Después de la presentación de un volumen con cartones de Rogelio Naranjo en el MUCA, mientras los asistentes asediaban a Elena Poniatowska, quien esto escribe se acercó al autor de Amor perdido, quien me pidió que esperara unos cuantos minutos. A los quince, se sentó y, con una tranquilidad inusitada en él, me firmó todos mis ejemplares, para luego agradecerme la engorrosa espera de su parte. (Y todos, claro, seguían asediando a la Poni...)
Friedrich Katz (Oct. 16): Al término del coloquio por el XX aniversario del Archivo Calles-Torreblanca, compré De Díaz a Madero, librito de Katz que mi parco presupuesto pudo comprar. Mientras lo revisaba, encontré una errata en su bibliografía. Le comenté esto a mis compañeras de turno, quienes me espetaron un "¡¡Ve a decirle!!" Cuando me le acerqué, claro, le hice ver el gazapo y, muy amablemente, me agradeció ese buen gesto y pidió que le anotara los pormenores de lo que había encontrado. Hecho esto, le pedí que me firmara dicho ejemplar, cosa que hizo con todo el gusto del mundo. (Nunca olvidaré aquella deferencia de su parte. De verdad.)
Antonio Alatorre (Oct. 21): Después de una conferencia suya en la entonces ENEP-Acatlán sobre Sor Juana, me le acerqué con mi ejemplar de la revista Vuelta donde venía un artículo suyo sobre sonetos en x. Al saber mis intenciones, simplemente estampó su firma a un lado de su nombre, me dio las gracias y, de regalo, las siguientes palabras: "¡¡Es la primera vez que firmo un artículo mío!! Me alegra que le haya gustado." Cabe decir aquí que solamente un servidor fue el único en hacerlo.
(¡¡Gracias!!)

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