viernes, 21 de agosto de 2009

Un paraíso en la "Condechi"

En el tiempo que llevo visitando librerías, he descubierto que cada una tiene su toque de distinción que las hace únicas, primeras en algo. Y no es para menos, porque cada visita debe ser una nueva experiencia. Aunque en mis primeros años, visitar una de las librerías del "pacificador hindú", era como sentirse Indiana Jones pero en su versión librera, y hacer escala en las del sótano se debía a una emergencia escolar, donde mejor me siento es en las Librerías del Fondo. Primero como cazalibros, luego como lector de postín y ahora como un irredento adicto a las Ventas nocturnas.
Sin embargo, no se vive el mismo ambiente en todas sus sucursales. Si en la "Octavio Paz" es inevitable encontrarse con determinado escritor, en la "Cosío Villegas" y la "Juan José Arreola" simplemente predominan el tedio y la demasía de novedades. Pero esto no se vive en la "Rosario Castellanos" ni por descuido. Mejor me explico.
Inaugurada hace ya tres años, en plena colonia Condesa, esta sucursal del Fondo es una versión mejorada de las demás (sin disminuir el valor de las otras, claro está), porque allí es donde se pueden ver en toda su magnitud todas las colecciones en las que se divide la producción editorial del FCE; así también otras casas editoras que presentan sus novedades, clásicos y algunas sorpresas, esperando a su lector ideal. Además, este lugar tiene varias ventajas: dos salas de lectura donde los visitantes pueden revisar a gusto los libros a comprar: nada como una rápida hojeada para decidir su segura compra, una posible opción para la siguiente visita o dejar el ejemplar en cuestión para otra persona interesada. (Cabe decir que esto se realiza en toda librería que se respete, pero la ventaja de leerlos en la comodidad de un sillón y con algo de tiempo a favor, es ya un plus.)
Para quienes viven a plenitud su cinefilia, esta librería del Fondo cuenta con un cine de arte para su completo deleite. (Antes de su remodelación, el edificio albergó por muchos años al cine Bella Época, antes Lido. Gracias al expansionismo cultural de la casa editora, ese edificio se salvó del olvido y de la triste nómina de antiguos cines dados al traste.) Después de la función, nada como pasar un buen rato en la cafetería. Y si le sumamos una galería temporal de arte, ¡¡qué mejor!! El tiempo de permanencia va por cortesía del visitante.
Hace unos meses, cuando se me canceló un encuentro con un colega escritor, no tuve otro remedio que hacer escala en la Condesa y leer un rato antes de regresar a casita. Por fortuna, dicha estancia no fue del todo mala, dado que me sirvió para encontrar un libro muy raro de aquel autor a quien había quedado de ver. (A la semana siguiente, éste quedó estupefacto al ver ese hallazgo bibliográfico. No en vano me llamó el caza-libros.) Todo lo contrario a esto, me ocurrió la semana pasada. Otro autor, a quien había contactado por e-mail, había quedado con quien esto escribe encontrarnos allí. Desafortunadamente, una tromba en Reforma, un compromiso contraído con antelación y una casa tomada por las cámaras de televisión, impidió que se llevara a efecto el encuentro. (Lo dejamos para dentro de dos semanas.)
Mientras esperaba, muy sencillo, tomé algunos libros de la mesa de novedades y me puse a leerlos. (Me pasé por las armas La palabra sobrevive y La rueda de la fortuna, libros de poesía de Carlos Fuentes Lemus y Helena Paz Garro, respectivamente.) En una segunda ronda, regresé de la paquetería con varias hojas para escribir y hasta logré darle forma a varias ideas para un artículo. Ya en la tercera, me dediqué a deambular por el lugar y pude ver a algunos escritores como Federico Campbell, quien disfrutaba del café y la lectura en la cafetería, a Francisco Hernández revisando varios diccionarios, e incluso a José Gordon echándose un sueñito en una de las salas. Como en el súper, no podía faltar la música ambiental. Si llegabas por las mañanas, era el jazz; a mediodía, bossa nova, y un poco más tarde, una nutrida selección de música francesa: desde Edith Piaf hasta Stéphanie de Mónaco.
Para serme franco, es en la "Rosario Castellanos" donde mejor me siento, sea como lector impenitente, sea como creador en ascenso. Viene siendo una suerte de paraíso librario, donde las sorpresas están a la orden del día. Desde la Venta nocturna del año pasado, me volví un asiduo visitante, y este año no será la excepción. No cabe duda que paraísos así, deben aprovecharse. Si alguno de ustedes se digna a visitarla, no se arrepentirán. Seguro que sí.

1 comentario:

Eleutheria Lekona dijo...

Tengo una hermana que va mucho a la Condesa, le preguntaré si ya ha ido a la "Rosario Castellanos".

Y luego, cuando dices "Carlos Fuentes Lemus y Elena Paz Garro" podría uno pensar que se trata de nombres fictios, pero no, ¡son reales!

Ay Ulises, cuánto aprendo cuando vengo de visita aquí.

Gracias.