lunes, 31 de agosto de 2009

Mis "blogonautas" del 2009

Cada 31 de agosto se lleva a cabo el Día Internacional del Blog, como una manera de homenajear a este singular espacio en la red, y para participar en tan peculiar celebración, cada bloguero debe recomendar cinco espacios de su predilección y con distinta temática, para así motivar el intercambio de informaciones.
Hace un año, Nueva República de Babel plasmó aquí su listado personal, del cual cabe decir que ha variado un poco; a lo largo de 365 días, mientras algunas de las bitácoras ya recomendadas seguían su vida, otras llegaban a su fin (por respeto, me reservo los nombres); sin embargo, otras intenciones e invenciones hicieron escala en estos lares y se han ganado, además de su preferencia, el privilegio de viajar juntos en estas empresas y tribulaciones. A continuación, procedo a enlistar los cinco sitios que me corresponde. (Seguramente más de uno advertirá alguna presencia conocida, pero así son las listas. Mea culpa.)
  1. Julia Cuéllar (http://juliacuellar.blogspot.com/): Por segundo año consecutivo en esta lista, Julia Cuéllar sigue navegando en la blogósfera. Sigue contando el paso del tiempo mediante sus lecturas (y las perlas de sabiduría que en éstas encuentra), sus viajes, sus expectativas, pero sobre todo, para saber que el siguiente día nos depara nuevas y gratificantes sorpresas. La persistencia en la palabra ha escrito lo mejor de sus páginas. Ojalá que siga en ese sincero empeño.
  2. Caxtlatlapan (http://flordecolores.blogspot.com/): La juventud se impone, reza el lugar común. En el caso de Ana Rovelo, queda que ni mandado a hacer. A diferencia de otros blogs dedicados a la poesía, Ana nos comparte un quehacer muy grato: la escritura. Mientras busca las palabras indicadas para ceñir una imagen, un sentimiento, luego de publicar un post con la obra nueva, permite la voz de sus lectores. La crítica, como sabemos, es el pan de cada día para quienes ejercemos la libertad bajo palabra del blog, y ella sabe cuándo atenderla. Aún así, Ana Rovelo se encuentra en las próximas luminarias de la poesía contemporánea del siglo XXI. Ojalá y nos siga regalando (ésa es la palabra) muestras de una poesía única. Para ella, y sus prístinas creaciones, ¡¡mil gracias!!
  3. Eleutheria (http://la-ciudad-de-eleutheria.blogspot.com/): Este peculiar blog, también llamado La polis del ciudadano libre, es el resultado de una enorme pluralidad de intereses de una colega mía, Eleutheria Lecona, quien lo mismo habla de política (donde disiento) que de ciencia y cultura, campos donde se mueve muy bien, sin perder del todo esa mirada crítica que la distingue. Ningún tema le es ajeno, siempre sabe convencer y convertir, incluso compartir, las cosas que forman el ordenado engranaje del mundo. La ciencia (no olvidemos la formación matemática de Eleutheria), la filosofía y las bellas artes conviven plácidamente con la política en este lugar abierto para quienes deseen visitarlo. Ésa es la característica elemental de este sitio. Nuevamente lo expreso: es un placer entrar y salir de allí con la misma curiosidad, pero también con la conciencia de ignorar un poquito menos. En pocas palabras, una maravilla.
  4. Mariposa Tecknicolor (http://yomariposatecknicolor.blogspot.com/): Nacido bajo el amparo de Nueva República de Babel, una histérica histórica, Mariposa Tecknicolor, toma por asalto la blogósfera y nos cuenta su vida. Mientras decide el rumbo postrero de sus sueños y sus acciones, Mariposa nos habla de moda, música, además de motivarnos a la reflección continua, porque siempre hay cosas que nos mueven el tapete y digno es cambiar o reafirmar el rumbo. Como en las bitácoras anteriores, describe el mundo que le rodea, pero también juega con nosotros a través del recuerdo, que lo mismo va del cine a la literatura y, claro está, la Historia. (Un elemento peculiar que está en vías de volverse todo un clásico es su Juramento de Autoestima, mismo que se publica a principios del mes que transcurre.) Hay otras cosas muy importantes que se me escapan de este blog, pero la última palabra la tienen los lectores. No dudo en recomendarlo.
  5. Palabras más, palabras menos (http://fonema.wordpress.com/): Secuela natural de La aguja que lleva el hilo, nuestra amiga de siempre, María Luna, sigue contándonos su vida, entre amores y desamores, viajes sedentarios y lecturas a diestra y siniestra sobre el mundo, bajo el milagroso designio de la palabra, sea para confirmar, sea para cambiar sus cartas de navegación. (Hace poco tiempo, regresó de Australia y en su bitácora en red plasmó esa experiencia inolvidable.) Es inevitable leer sus andanzas y maestranzas, donde coincidir suele ser la moneda de cambio. De lo que sí estoy seguro es que tendremos María Luna para un buen rato. Sí que sí.

Por este año, he cumplido con mi cuota para el Blog Day. Comparto con las creadoras arriba mencionadas el gusto por la vida, por sentirme parte del mundo ya sea por lo que leemos, escuchamos y/o sencillamente, vivimos. Navegaremos en el tiempo recobrado gracias a la escritura en red, siempre a la espera de tocar nuevos puertos donde hacer una escala íntima y, para ello, aún nos queda un largo y gratificante viaje. A ellas y a todos ustedes, lectores presentes, pretéritos y futuros, ¡¡mil gracias!!

martes, 25 de agosto de 2009

Carta gaviera para Álvaro Mutis

Admirado Álvaro:
Hace tanto tiempo que deseaba externarle mi más profunda admiración, pero preferí hacerlo luego de haber leído las siete novelas que conforman las Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero. Y heme aquí, finalmente, aplicado en ello.
Comenzaré por el principio. Supe de su obra en mis primeros años de la carrera de Letras Hispánicas en la universidad, cuando descubrí que la tesis de licenciatura de una de mis maestras, Rocío Montiel, estaba dedicada a usted. Sí, se trataba de un estudio sobre su obra poética, que llegaba (hasta ese momento) a la primera Summa de Maqroll el gaviero que publicó Seix Barral. De inmediato me puse a buscar libros suyos. Primero encontré varios poemas en la revista Vuelta, de los que quedé prendido desde la primera línea. Luego pedí prestados en la biblioteca Los emisarios y La muerte del estratega. Además de maravillarme por una inusitada forma de ver la Historia, gracias a la poesía, allí me estaba esperando (si es que la Poesía espera a alguién) un poema que hoy en día es mi escudo de armas: la "Razón del extraviado". (Para un habitante de las periferias de la ciudad de México, estaba que ni mandado a hacer. Y si le suma el hecho de llamarme Ulises, ya usted se imaginará el resto.) Sobre La muerte del estratega, ¿qué le puedo decir? El relato homónimo es una prueba de su interés por la historia, pero a mi parecer está en su mejor elemento con "El último rostro", donde cuenta los últimos momentos de Simón Bolívar. (Según veo, se trata de un fragmento, dado que no amplió más esa idea; lo bueno es que se la regaló a su gran amigo Gabriel García Márquez.) Y de La mansión de Araucaima, bueno... me digné una tarde a leerla y a las primeras diez páginas, la dejé. Algún día tendrá una nueva oportunidad.
Gracias a mi primer pago como corrector de estilo, pude comprar, además de La muerte del estratega, una nueva edición de la Summa de Maqroll el gaviero, ambas bajo el sello del Fondo de Cultura Económica. Como ya había leído el primero, resolví hacer lo propio con el segundo. Me reencontré con los poemas de Los emisarios, pero también me sumergí por los ambientes de Los trabajos perdidos, Los elementos del desastre, Caravansary, entre otras. De la misma forma que su "Razón del extraviado" había hecho mella en mí, otro poema suyo, "Pienso a veces...", se había convertido en una razón más para seguir leyendo su obra.
A finales de 2001, como quienes celebran un triunfo deportivo, lancé mis campanas al vuelo cuando usted fue galardonado con el Premio Cervantes. (Para un escritor de su talla, este tipo de premios son un regalo del azar, tal y como siempre lo aseguraba Octavio Paz, quien lo instó a permanecer en el camino de las letras cuando usted pasaba por tiempos difíciles. La motivación de un poeta mayor y la completa confianza de aquel taxista mexicano al decirle que "en México se arregla todo", fueron sus mejores tablas de salvación.)
En enero de 2002, mi madre me regaló la edición conjunta de las Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero, que comencé a leer unos meses más tarde, en las vacaciones de verano, y a partir de allí, me hice el hábito de tomar una novela cada verano. En aquel año fue La nieve del Almirante, donde reconocí de inmediato algunos ambientes de Caravansary. No fue sino al siguiente verano cuando mis impresiones sobre Maqroll el gaviero se tornaron otras muy distintas, y eso gracias a Ilona llega con la lluvia. (Le confieso algo ruborizado que lloré con Maqroll cuando murió Ilona; cualquiera en su lugar se habría sentido igual.) En Un bel morir, ya sabía como era el proceder del Gaviero, hasta que llegó la cuarta novela de la serie: La última escala del tramp steamer. Aquí me sucedió algo muy extraño. Por quien sabe qué razones, olvidé llevarme mi edición de las Empresas y tribulaciones... y como no quería perder el hilo de mis lecturas, compré una edición económica de la novela y la leí de un tirón. Otra vez las lágrimas de mi parte, esta vez porque dos destinos se daban al unísono. (Desde aquel momento, resolví regalar esa novela a varias de mis amigas muy queridas.)
En verano muy desconcertante, Amirbar fue mi tabla de salvación; al siguiente, Abdul Bashur, soñador de navíos me cambió la perspectiva. Al final de su lectura, ahora comprendía por completo la presencia de ese libanés singular en la vida del Gaviero: mientras Abdul soñaba con el barco ideal, signo de las cosas buenas por venir, Maqroll seguía su difícil paso por el mundo, siempre con la conciencia de que no hay más por hacer. Pero todas mis anteriores lecturas no tendrían sentido sin mencionar el Tríptico de mar y tierra. (Comprendo, Álvaro, que usted se encarga de contar las cosas que le pasan al Gaviero, pero en las tres partes de este libro, encuentro algo de Mutis en esas historias.) Mientras "Cita en Bergen" es el corolario de una vida sin tregua y su "Razón verídica de los encuentros y complicidades de Maqroll el gaviero con el pintor Alejandro Obregón" las andanzas de dos marginales por los senderos de la vida, "Jamil" es prácticamente el momento donde Maqroll hace las paces con la vida cuando se le aparece un niño como Jamil, hijo de su amigo Abdul Bashur. Sobra decirle que Jamil es el un niño ideal que deseamos encontrarnos en la vida, porque sabe tomar las cosas de acuerdo al paso de las cosas. Y sí, podrá usted imaginarlo, lloré cuando ambos personajes se despiden para vivir por separado su parte del camino.
Al leer estas líneas, no le estaré contando nada que usted no conozca; simplemente son las impresiones de un franco y dedicado lector que ha pasado casi una década viviendo en su obra. Quienes lo conocen con todas las letras, además de celebrar un talento desmedido, seguro también admiran sus grandes dotes como gran conversador. Si me permite decirlo, algún día quisiera conocerlo en persona para conversar sobre su vida, su obra, o si se puede, ambas cosas. (Al momento de escribirle esta carta, usted estará cumpliendo 86 años, y aún así no deja de suscitar el nacimiento tanto de nuevos y dedicados lectores, como también de enconadas polémicas.)
Querido Álvaro, no tengo más que decirle. Sólo diré que siempre es un privilegio leer su obra y debe saber que un autor como usted rebasará toda frontera en el tiempo. Algún día, habré de expresarle de viva voz estas palabras.
Muchas gracias por su poesía, por sus novelas, por sus palabras, por ese infatigable Gaviero.
Sinceramente,
U. V.

viernes, 21 de agosto de 2009

Un paraíso en la "Condechi"

En el tiempo que llevo visitando librerías, he descubierto que cada una tiene su toque de distinción que las hace únicas, primeras en algo. Y no es para menos, porque cada visita debe ser una nueva experiencia. Aunque en mis primeros años, visitar una de las librerías del "pacificador hindú", era como sentirse Indiana Jones pero en su versión librera, y hacer escala en las del sótano se debía a una emergencia escolar, donde mejor me siento es en las Librerías del Fondo. Primero como cazalibros, luego como lector de postín y ahora como un irredento adicto a las Ventas nocturnas.
Sin embargo, no se vive el mismo ambiente en todas sus sucursales. Si en la "Octavio Paz" es inevitable encontrarse con determinado escritor, en la "Cosío Villegas" y la "Juan José Arreola" simplemente predominan el tedio y la demasía de novedades. Pero esto no se vive en la "Rosario Castellanos" ni por descuido. Mejor me explico.
Inaugurada hace ya tres años, en plena colonia Condesa, esta sucursal del Fondo es una versión mejorada de las demás (sin disminuir el valor de las otras, claro está), porque allí es donde se pueden ver en toda su magnitud todas las colecciones en las que se divide la producción editorial del FCE; así también otras casas editoras que presentan sus novedades, clásicos y algunas sorpresas, esperando a su lector ideal. Además, este lugar tiene varias ventajas: dos salas de lectura donde los visitantes pueden revisar a gusto los libros a comprar: nada como una rápida hojeada para decidir su segura compra, una posible opción para la siguiente visita o dejar el ejemplar en cuestión para otra persona interesada. (Cabe decir que esto se realiza en toda librería que se respete, pero la ventaja de leerlos en la comodidad de un sillón y con algo de tiempo a favor, es ya un plus.)
Para quienes viven a plenitud su cinefilia, esta librería del Fondo cuenta con un cine de arte para su completo deleite. (Antes de su remodelación, el edificio albergó por muchos años al cine Bella Época, antes Lido. Gracias al expansionismo cultural de la casa editora, ese edificio se salvó del olvido y de la triste nómina de antiguos cines dados al traste.) Después de la función, nada como pasar un buen rato en la cafetería. Y si le sumamos una galería temporal de arte, ¡¡qué mejor!! El tiempo de permanencia va por cortesía del visitante.
Hace unos meses, cuando se me canceló un encuentro con un colega escritor, no tuve otro remedio que hacer escala en la Condesa y leer un rato antes de regresar a casita. Por fortuna, dicha estancia no fue del todo mala, dado que me sirvió para encontrar un libro muy raro de aquel autor a quien había quedado de ver. (A la semana siguiente, éste quedó estupefacto al ver ese hallazgo bibliográfico. No en vano me llamó el caza-libros.) Todo lo contrario a esto, me ocurrió la semana pasada. Otro autor, a quien había contactado por e-mail, había quedado con quien esto escribe encontrarnos allí. Desafortunadamente, una tromba en Reforma, un compromiso contraído con antelación y una casa tomada por las cámaras de televisión, impidió que se llevara a efecto el encuentro. (Lo dejamos para dentro de dos semanas.)
Mientras esperaba, muy sencillo, tomé algunos libros de la mesa de novedades y me puse a leerlos. (Me pasé por las armas La palabra sobrevive y La rueda de la fortuna, libros de poesía de Carlos Fuentes Lemus y Helena Paz Garro, respectivamente.) En una segunda ronda, regresé de la paquetería con varias hojas para escribir y hasta logré darle forma a varias ideas para un artículo. Ya en la tercera, me dediqué a deambular por el lugar y pude ver a algunos escritores como Federico Campbell, quien disfrutaba del café y la lectura en la cafetería, a Francisco Hernández revisando varios diccionarios, e incluso a José Gordon echándose un sueñito en una de las salas. Como en el súper, no podía faltar la música ambiental. Si llegabas por las mañanas, era el jazz; a mediodía, bossa nova, y un poco más tarde, una nutrida selección de música francesa: desde Edith Piaf hasta Stéphanie de Mónaco.
Para serme franco, es en la "Rosario Castellanos" donde mejor me siento, sea como lector impenitente, sea como creador en ascenso. Viene siendo una suerte de paraíso librario, donde las sorpresas están a la orden del día. Desde la Venta nocturna del año pasado, me volví un asiduo visitante, y este año no será la excepción. No cabe duda que paraísos así, deben aprovecharse. Si alguno de ustedes se digna a visitarla, no se arrepentirán. Seguro que sí.

viernes, 14 de agosto de 2009

El (casi) laboratorio de Gerardo Deniz

La Poesía, como sabemos, es el más misterioso de los senderos de la palabra, dado que allí se encuentran todas las cosas. Solamente las cosas existen mientras el poeta se anima a decirlas. Desde tiempos inmemoriales, la Poesía ha construido caminos, pero también derrumbrado imperios. Sin embargo, cuando el poeta asume su condición y además de intentar, resuelve inventar, no cabe duda que estamos frente a un milagro de la naturaleza. (En esta clasificación, bien podrían entrar algunos de los autores más iconoclastas, que hoy en día son los paradigmas del poeta en ciernes.) Pero si el poeta mencionado resultara ser, ni más ni menos, Gerardo Deniz ¿cómo reaccionaríamos?
Un 14 de agosto de 1934, nace en Madrid, España, la persona detrás de Gerardo Deniz: Juan Almela Castell, hijo y cuasi homónimo de Juan Almela Meliá, uno de los fundadores del socialismo español. La historia de los Almela Castell es casi parecida a la de cualquier familia española avecindada en México después de la Guerra Civil, a no ser por una breve escala en Suiza, donde el padre realizó labores en pro de la II República. A partir de 1942, se asentaron definitivamente en México. Tiempo después, mientras el padre trabajaba en mundo editorial, un joven Juan Almela entró a la Facultad de Química, de donde salió maravillado por el mundo de las fórmulas, los procedimientos y las mezclas. Y aprovechando la formación cultural que tuvo en casa, ambas cosas le sirvieron de mucho cuando ingresó al mundo de las editoriales; más en concreto, el Fondo de Cultura Económica, ni más ni menos. El joven Almela conoció un mundo al que habría más tarde de criticar con todas las letras, aplicando el mismo cartabón: la erudición excesiva. De aquella experiencia, agarró el gusto por dos cosas: los idiomas y el inverosímil Diccionario de Tolhausen.
Luego de su salida del FCE, Almela prosiguió su labor editorial ahora como traductor de libros de química, literatura ¡¡y lingüística!! (Paréntesis aparte: Un libro básico en la carrera de Letras Hispánicas, Los nuevos caminos de la lingüística de Bertil Malmberg, fue traducido por Almela. Vivir para ver. Ver para creer.) En 1970, Almela creó al personaje que habría de sacarle canas verdes a los lectores de poesía en México; fusionando el nombre propio del poeta Gerardo Diego (que, por cierto, vivió en su primera casa, en Madrid) y la palabra turca para "mar", deniz, dio como resultado un nombre anaboleno y trapisondista: Gerardo Deniz. Precisamente, ese mismo año marca la publicación de Adrede, su primer libro de poemas, con un bagaje más que heterodoxo. Desde la química de su juventud, pasando por su admiración hacia Julio Verne, hasta llegar a las maravillas del Tolhausen, la poesía (por tanto, la vida) fue otra, vista desde la óptica de Deniz. Su Adrede, debido a su peculiar naturaleza, pasó desapercibido en el mundo de las letras mexicanas, a excepción de Octavio Paz, quien supo ver en esa heterodoxa poética una renovación de la palabra, que rinde pleitesía hacia la obra de Saint-John Perse e, incluso, a la Luis de Góngora. A Deniz este espaldarazo poético le venía sin cui. (Sólo José Carlos Becerra, quien recibió una carta semejante de Paz -¡¡y con la misma fecha!!-, supo atender a sus palabras.)
Mientras Juan Almela seguía traduciendo libros de texto, Gerardo Deniz fraguó otro libro: Gatuperio (1978), donde su pasión por Verne y el Tolhausen seguía dando frutos; una sección emblemática del libro lo comprueba: "20 000 lugares bajo las madres". Y, claro, cuando apareció Enroque (1986), Deniz seguía sin parar. Para cuando la SEP publicó una antología de su obra, Mansalva, un año después, entraba en escena otra particularidad de la obra deniciana: las prosas pertinentes, algo así como las "explicaciones" sobre determinado poema. Creo saber que los seguidores de la poesía de Deniz, aunque no sean legión, no cabe duda que encontraron su mundo con estas obras. Con todo y esto, Gerardo Deniz recibió el Premio Villaurrutia en 1991 por Amor y Oxidente. También esto lo tenía sin cui.
Bien sé que la mayoría de los lectores se estarán dando de vueltas por saber cómo es una obra del dichoso Deniz (a quien su traductora al inglés casi confundía con una tal Denisse, peligros de la traducción). Prometo no defraudarlos. Sólo unas últimas palabras más. Como lo he dicho en repetidas ocasiones, la invitación para leerlo está en la mesa. Si se interesan por su obra narrativa, ahí están Alebrijes y Carnesponendas; por sus artículos y memorias, Paños menores es una excelente opción, pero como su poesía aún genera mucha batalla, el grueso volumen de nombre Erdera, publicado por el FCE hace algunos años y que reúne toda su poesía, está que ni mandado a hacer. En una palabra, Gerardo Deniz nunca dejó de lado la química, sólo que su (casi) laboratorio se encuentra ahora entre los diccionarios, las traducciones, los juegos de palabras y, sobre todo, la autocomplacencia creativa. Y como las recomendaciones están de a peso, Conaculta y Tierra Adentro publicó Deniz a mansalva, un volumen de ensayos para acercarse más a su mundo. (Ahora sí, va el poema y aquí me callo.)


Vehículo


Polvo. Detrás de la cortina, entre los equipajes,
tosió un Niño de diez años:
-Qué tos más desgarradora e incoercible- comentó
acto seguido con voz argentina.

Remotos aún los pinchos ya candentes de la ciudad.
Declaró el maestro:
-No dudo de que este Niño, elapsando el tiempo preciso
para su formación,
alcance la soñada eminencia.
Tendiendo los brazos a la cortina:
-Verás, Niño, cómo merced a un sincero afán
de formalización, usando kets y bras, los teoremas
fundamentales de la mecánica cuántica-

Los ocupantes de la carretera se fueron animando;
renacía la conversación, alicaída por horas.
Cada quien fue exponiendo con llaneza su punto de
vista. El occidente más cerca siempre.
Con la mandíbula descolgada hacia un lado,
el Niño asomó la cabeza para escuchar (cf. 'enseñar
deleitando').
Los últimos compases se perdieron entre el fragor de
las ruedas sobre la calle del Empedradillo.

-Toda ventana encendida sugiere una dicha. Un hogar
apacible y una familia numerosa, de ojos redondos,
sin blanco casi, mirándose unos a otros en silencio,
sentados en camisón malva a la mesa.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Radio Educación: trinchera sin fin

Gracias al certero comentario de mi querida Eleftheria (es la grafía griega, no lo puedo evitar), regreso la mirada hacia una estación de radio que, literalmente, marcó mi vida. Me refiero a Radio Educación, que vive desde hace tiempo una larga perestroika, la cual, por un lado, sorprende, y por el otro, espanta. Sin embargo, no es para menos que le dedique algunas líneas de mi parte. (Es más, querida Eleftheria, me las debo.)
¿Qué puedo decir sobre Radio Educación? Si me inclino a decir que nació gracias a los buenos deseos de aquel caudillo ateneísta llamado José Vasconcelos, en la década de los 20's y que los vientos de cambio del '68 la reanimaron un poco, para luego dormir un sueño menos largo pero injusto al fin, estaré pecando de obviedad. Así es. Sin embargo, aprovecho este breviario cultural para hablar de una estación que no cede a los peligros de la comercialización (aunque, en fechas recientes, una avalancha de spots la doblega un poco) y que se ha mantenido firme desde hace tiempo. Radio Educación ha sido el puntal de muchas producciones que se han mantenido al aire por largo tiempo, como aquella heroica emisión de nombre Voz pública, conducida por el siempre presente Francisco Huerta, a quien muchos suplen, mas no sustituyen. Una emisión como Voz pública tenía el deber de darle la palabra al ciudadano para hacer presente su voz, sin cortapisas de ningún tipo, y que finalmente cumple con tener la información de primera mano. (Le recuerdo al lector que aunque Nueva República de Babel no es un blog político, digno es reconocer la benmérita labor que Paco Huerta tuvo hacia sus radioescuchas y debe saber que sus enseñanzas, como el Cid Campeador, seguirán ganando batallas después de todo.) En el rubro de la creación de una conciencia cívica, también debemos destacar Del campo a la ciudad, emisión que ha resistido tanto cambios de administración como enconados intentos de censura. Celebro sobremanera sus trabajos de difusión de las culturas indígenas, cosa nada fácil, ni siquiera por las instituciones oficiales. Seguro habrá más de un lector resuelto a corregirme y hasta con ganas de polemizar duro y macizo. Muy bien. Por ahora, sólo me apresto a reconocer la importancia de esas emisiones, y de otras como Relieves y El fin justifica los medios, que merecerían menciones aparte y un poco más de profundización. Pero aquí me quedo.
Por el lado de la cultura, Radio Educación se ha preocupado por llevar a sus radioescuchas emisiones de impecable factura, como las dirigidas al público infantil; tal es el caso de De puntitas, conducida muy amenamente por el inolvidable Emilio Ebergenyi, cuyo estilo desenfadado y bastante creativo complacía hasta el niño más exigente. Ah, y qué decir de Batido y espumoso, programa conducido por Eugenio Sánchez Aldana, que además de difundir la música infantil de sobra conocida por esos lares hertzianos, como los Hermanos Rincón, ¡Qué Payasos! y el propio Cri-Cri, también la alternaba con algo de música popular, es decir, producida en el Interior de la República. Claro que esas emisiones no estarían completas sin la presencia de un clásico entre los clásicos: Cachivaches, donde el humor y la creación de una buena conciencia convivían sin problema alguno; más de un radioescucha me dará la razón en ello. Sin embargo, aquel programa sería el primero en ser sacrificado por las nuevas administraciones. (Aún lamentamos su pérdida.)
La ingente labor de Radio Educación al ser un importante puntal en lo que a producción de radio se refiere, se halla en la magistral factura de sus radionovelas, las cuales no le pedían ni el saludo a las hechas por cierta estación. La importancia de éstas radica en retomar obras de la literatura universal, hacerlas accesibles para el público en general y, de refilón, acercar a más personas al placer de la lectura. Recuerdo La tía Julia y el escribidor, Los de abajo, El perfume, La casa que arde de noche, El tamaño del infierno, en fín... hay muchas que merecen estar aquí. (Mención aparte merece El terror sea con vosotros, un radiodrama que merecería una tesis de doctorado, por llevar el terror y el suspenso a sus máximas expresiones.) Y qué decir de programas como En los andamios de la creación, Gramática inolvidable, Mi otro yo, Los contertulios y Puedo escribir, conducidos por escritores como Héctor Azar, Beatriz Escalante, Froylán López Narváez, Willy de Winter y Pablo Boullosa, respectivamente, que hacen posible que cualquier hijo de vecino conozca a los creadores de la vida actual, corrijan su ortografía, juguen con el lenguaje o simple y sencillamente se pongan a escribir. Difícil empresa, más no imposible.
De su programación musical, que a pesar del campechaneo entre música comercial con la clásica y de otras latitudes, sigue siendo de muy buena calidad, solamente que con la proliferación de programas sin ton ni son se ha restringido un poco hacia horarios castigados, es decir, entre la medianoche y las 7 a.m. Y como toda estación que se respete, no pueden faltar sus locutores emblemáticos: Maricarmen García, Gabriela Sosa Martínez, Pepe González Márquez, Andrea Fernández, María Eugenia Pulido, Sergio Alberto Bustos, Eugenio Sánchez Aldana, Hilda Saray, y, claro, el inolvidable Emilio Ebergenyi, a quien seguimos extrañando.
La verdad, no sé cómo esté actualmente la situación de la radiodifusora, ahora que Virginia Bello dejó la dirección. Tal vez siga en esa larga perestroika que la lleve hacia otras latitudes, otras tendencias. Mis más fervientes deseos para que Radio Educación prosiga en el dial como una trinchera sin fin donde las ideas y el conocimiento lleven la nota cantante, y que se conserve firme como rezaba aquel famoso slogan muy suyo: el oasis del cuadrante. Por iniciativas villamelonescas, se perdieron Radio Rin, la XELA y Jazz FM; ojalá que Radio Educación no siga por ese lado oscuro del camino, y como hay en el cuadrante muchas barbas a remojar, Radio UNAM y el IMER no deben quedarse atrás y atender, de veras, a estos llamados de auxilio. Que así sea.

lunes, 10 de agosto de 2009

La "W": ¿un clásico contemporáneo?

En el pasado período vacacional, tuve la oportunidad de regresar a una de mis más fervientes pasiones: la radio. Mientras recuperaba el tiempo perdido escuchando las ocurrencias de Susana Moscatel y Pamela Cerdeira, y recordaba buenos tiempos con la música del Horizonte (al final de cuadrante, claro), decidí echarle un ojito a una vieja estación que me había acompañado en varias de mis empresas y tribulaciones. Me refiero al 900 am, es decir, la XEW, hoy día convertida en W Radio.
Cuando Carmen Aristegui se llevó su dignidad a otra parte, se supone que no escucharía el noticiario espurio (dispénseme la palabra) que quedó en ese sitio. Siento decepcionarlos. Me volví asiduo al noticiario conducido por Carlos Puig, pero para consuelo de algunos, no fue de inmediato. (A los seis meses, para ser más preciso, empecé a oírlo y no me parece nada mal.) Para cuando Carmen regresó con nuevos bríos a la radio, en el 102.5 fm, ya sabía que la cabra tira al monte; aún así, repartí mi tiempo entre las dos emisiones. Pero siempre volvía a la W, gracias a la edición vespertina de Hoy por hoy, conducida por León Krauze. La verdad, lo que se dice la verdad, solamente la participación de los editorialistas acaparaba toda mi atención. Entre todos ellos, destaco la presencia de Pablo Meyer, cuyas colaboraciones sobre ciencia todos los viernes no me perdía por nada del mundo. (Algunos amigos catalogan ese momento como el "cebollazo afectivo-intelectual", aludiendo a los célebres papás de León y Pablo, es decir, el ingeniero historiográfico y el francés hidrocálido. Aquí le paro)
De entre todos los programas de la W, destaca El Weso, suerte de noticiario mezclado con humor, conducido por Enrique Hernández Alcázar, con la participación de El Palomazo Informativo (Fernando Rivera Calderón y Martín Durán), la reina más chula, Marisol Gasé, Ignacio Lozano, Fabián Giles, entre otros. (Cuando el programa empezó su trayectoria wesera, formaban parte de la alineación Los Tepichines, Samia, Christián Ahumada, El Duende preguntón, y el señor periodista, Salvador García Soto, quienes emigraron de la W y crearon en otra estación la némesis del Weso, La chuleta.) De cualquier manera, es una delicia escuchar a los weseros por su desenfadado modo de ver las noticias, sin dejar a un lado el ámbito informativo. Ah, claro, no puede faltar en su emisión una frase ya clásica y sin la cual, este weso no tendría carne: el famoso ti tieto.
De los programas de revista por la mañana, W Radio tiene dos que ya son unos verdaderos clásicos: OK W! y Martha Debayle. Tanto el primero, conducido por Javier Poza, como el segundo, dirigido por quien no necesita presentación, son dos maneras desenfadadas pero certeras de comentar los temas que conforman este mundo y medio que nos tocó por casa. A diferencia de sus epígonos televisivos, no se andan por las ramas haciendo concursos donde lo único que se pierde es la decencia, tampoco se las dan de muy cultos -como en cierto canal- para luego aburrir sin más ni más. Simplemente comentan la vida, con sus respectivos asegunes, pero siempre generando una sonrisa de oreja a oreja. (Su única "competencia" -si se le puede llamar así- es el programa de Pam y Susy, en el 102.5, pero más bien deberían complementarse, ¿no creen?)
Mientras escribo estas líneas, tengo reacciones encontradas. Por un lado, extraño los programas de antaño que producía la otrora XEW, pero por el otro, me alegra mucho que una estación muy querida se incorpore a la súper carretera de la modernidad. Y si le sumamos la uniformidad musical en las dos frecuencias (música en inglés, como en la extinta WFM), creo que quienes fuimos niños cuando existían tanto la XEW como WFM, ahora podamos identificarnos, aunque sea un poquito, con esa nueva W Radio, hoy convertida en un clásico contemporáneo. Hay otros programas dignos de mejor mención, como Triple G, Señal TN o Esquina neutral, pero por mientras delego esa tarea a ustedes, lectores, porque siempre tienen algo nuevo que decir, ¿no es así?

viernes, 7 de agosto de 2009

Rosario Castellanos: poesía sí eres tú

Hace 35 años, una luz, al rozar otra luz, se extingió de este planeta para inscribirse en las grecas de la eternidad. Dicho de otro manera, una poetisa singular, Rosario Castellanos, falleció un día como hoy en la ciudad de Tel-Aviv. Israel.
Rosario Castellanos Calderón nace el 25 de mayo de 1925 en la Ciudad de México, pero desde muy pequeña residió en Comitán de Domínguez, en Chiapas, donde vivió hasta su adolescencia y que habría de regalarle algunos de los grandes temas de su postrera obra. De vuelta en la Ciudad de México, estudió en la Facultad de Filosofía y Letras, en aquel entonces localizada en el legendario edificio de Mascarones. Algunos de sus compañeros de generación pintaban para convertirse, igual que ella, en incipientes luminarias de las Letras: Rubén Bonifaz Nuño, Jaime Sabines, Otto-Raúl González, Luisa Josefina Hernández, Dolores Castro (a la postre, su gran amiga), Héctor Azar, por decir otros. Su pasión por la literatura lo mismo la llevó a colaborar en varias de las revistas culturales más famosas del momento (como América, dirigida por su maestro y amigo Efrén Hernández) que a realizar estudios de posgrado en importantes universidades españolas, de donde regresó llena de nuevos bríos para la docencia en la UNAM y, claro, para las letras.
En 1948 publica su primer libro de poemas, Trayectoria del polvo, pero no se queda encasillada en un solo género. También practicó la novela (Balún Canán, Oficio de tinieblas), el cuento (Ciudad Real, Los convidados de agosto, Álbum de familia), el ensayo (Mujer que sabe latín, Juicios sumarios) y hasta el artículo periodístico (El mar y sus pescaditos), el cual ejerció durante muchos años en el diario Excélsior. Entre toda esa avalancha creativa, siguió escribiendo poemas hasta que en 1972, reunió todas sus plaquettes bajo el título Poesía no eres tú (1948-1971).
Entre la creación literaria, la investigación y la docencia, Rosario estuvo ligada muchos años con su colega Ricardo Guerra, filósofo de formación, con quien tuvo a Gabriel, su único hijo. Fue una historia llena de muchos contrastes (eso sí, con una pasión a flor de piel) que se puede ver en las cartas que ella le mandaba, las cuales, cabe decir, se encuentran reunidas en Cartas a Ricardo, volumen publicado hace algunos años. A sabiendas del trato que recibía de su marido, a Rosario no le quedaba otra salida que sumergirse en la creación literaria. (Paréntesis aparte: para varias de las escritoras mexicanas del siglo XX, la literatura fue su mejor medio de expresión. Elena Garro y la propia Rosario son señeros ejemplos.)
Sin embargo, los afanes de Rosario Castellanos no sólo se hallaban en las letras y la docencia, sino también en la promoción de la cultura; durante varios años ejerció dicho sacerdocio en varias instituciones de Chiapas, siempre a favor de las comunidades indígenas. Esa impecable trayectoria tuvo como corolario su nombramiento como Embajadora de México en Israel, a la par de su estancia como profesora visitante en la Universidad Hebrea de Jerusalén. (El resto de ese capítulo, de sobra lo conocemos...)
La intención de estas líneas, como he dicho en varias ocasiones, no es hacer un obituario postergado, sino invitar al lector para que se acerque a su vida, obra y milagros. En este caso particular, la obra de Rosario Castellanos tiene para dar y prestar, sea cual sea nuestra preferencia. Sus ensayos gozan de una frescura inusitada, a pesar de haberse escrito hace ya cuarenta años; sus novelas siguen siendo objeto de estudio, además de literario, hasta antropológico. Sin embargo, su obra poética es de las mejores que se han producido en el siglo XX mexicano. Su "Lamentación de Dido" es una preclara muestra de ello.
No cabe duda, querida Rosario, que poesía sí eres tú -aunque digas lo contrario y así me quede con el verso de Becquer-, porque una obra como la tuya siempre tiene dotes poéticos por donde quiera que se vea. (Además, el tiempo ha sido más clemente contigo que con algunos de tus coetáneos, ¿no crees?) Finalmente, cierro estas líneas con el poema que más me gusta de tu obra, a sabiendas de suscitar una que otra polémica, pero, bueno, cada quien tiene su peculiar manera de ver a una mujer sin par, ¿no es así?


La casa vacía

Yo recuerdo una casa que he dejado.
Ahora está vacía.
Las cortinas se mecen con el viento,
golpean las maderas tercamente
contra los muros viejos.
En el jardín, donde la hierba empieza
a derramar su imperio,
en las salas de muebles enfundados,
en espejos desiertos
camina, se desliza la soledad calzada
de silencioso y blando terciopelo.

Aquí donde su pie marca la huella,
en este corredor profundo y apagado
crecía una muchacha, levantaba
su cuerpo de ciprés esbelto y triste.

(A su espalda crecían sus dos trenzas
igual que dos gemelos ángeles de la guarda.
Sus manos nunca hicieron otra cosa
más que cerrar ventanas.)

Adolescencia gris con vocación de sombra,
con destino de muerte:
las escaleras duermen, se derrumba
la casa que no supo detenerte.