miércoles, 29 de julio de 2009

¡¡¡Felicidades, Martha!!!

Es lugar común decir que en la cárcel, el hospital y las presentaciones de libros es donde se conoce a los amigos; también me atrevería a decir que en los ágapes navideños en las universidades. Gracias a esa circunstancia, tuve el privilegio de conocer a una mujer excepcional, a quien hoy celebramos y que forma parte del engranaje de la Nueva República de Babel. Me refiero a la historiadora Martha Loyo.
Conocí a Martha, claro, en el primer ágape que se realizó en el Programa de Investigación para recibir a los nuevos habitantes. Asistí acompañado por José Cázarez (ahora Secretario Técnico de Humanidades) y saludé a Leyvi Castro, segunda al mando del Programa, y quien nos conminó a disfrutar del momento. Por unos momentos, dejé a Pepe platicando con Leyvita y fui a ver a Rosalía, quien me presentó a una bellísima historiadora recién llegada a Acatlan City: Martha B. Loyo. Por un momento, recordé dónde había oído su nombre; ¡¡claro!!, fue en el coloquio de aniversario del Archivo Calles-Torreblanca, en un lejano octubre. Al término del ágape, mientras las acompañaba al estacionamiento, le pregunté a Martha dónde podía conseguir su libro sobre Joaquín Amaro. Su respuesta fue de lo más franca: "No lo compres, yo te regalo uno". Asentí convencido.
En enero de 2008 el destino volvió a juntarnos, pero esta vez era definitivo. Mientras ella esperaba a un alumno debido a un examen extraordinario, platicamos por horas y horas sobre temas ya clásicos: la historia contemporánea, la admiración mutua por Javier Garciadiego y Jean Meyer, Plutarco Elías Calles, la vida misma... Además, le comenté mis intenciones de llevar a Meyer a tierras acatlecas, cosa que sí se cumplió el 16 de abril. Por supuesto, ella fue primordial en esa empresa, sólo que cada quien cuenta la parte del cuento como la vivió. (Me quedo con mi versión, pero Martha tiene algo más que decir.) También la traviesa Clío nos ha hecho coincidir en el INEHRM, donde la Historia tiene algo más que una casa. Cada quien sabe por qué.
En fin... ¿qué puedo decir sobre Martha Loyo? Bueno, si estas palabras sirven para ponderar su amabilidad y su inquietud por conocer y contar las latas de la investigación, creo dar en el clavo. Pero hay una cosa más que decir acerca de ella: su acendrado apasionamiento en hacer las cosas. No se guarda su opinión, sí, es cierto, pero también sabe proponer otra vía. Algo muy importante, a cada palabra de su conversación siempre le pone su propio estilo, mismo que no puedo describir en palabras. (Quienes conocemos a Martha, sabemos cómo es. Nada más.) En mi diccionario personal, la palabra pasión le queda a la medida, pero ella va más allá, y ha sabido inyectarla a sus hijas Alejandra y Jimena, de quienes, me imagino, seguro sacarán la casta.
Querida Martha, hoy cumples añitos (no digas cuántos, porque las mujeres no tienen edad), no encuentro mejor homenaje hacia ti que estas palabras; de lo que sí estoy seguro es que tendremos Martha B. Loyo para rato. Y aquí me callo.
¡¡¡Felicidades, Martha!!!

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