martes, 21 de julio de 2009

Breve historia del separador de libros

Desde que el mundo de las letras se ha vuelto mi vida, hay un adminículo muy importante en mi papel de lector, ya sea por investigación o por placer; este objeto me ha acompañado en varias circunstancias y no cabe duda que el mejor de todos los cómplices que puede haber. Me refiero al separador de libros.
Tanta es mi curiosidad por saber su origen, sin embargo, ni las enciclopedias de biblioteca ni sus epígonos cibernéticos me sirvieron de algo; de lo que sí estoy seguro es que el separador de libros ha existido desde el principio de la vida impresa. Aquel listón de color rojo (no encuentro otro nombre para éste; se aceptan aclaraciones) que se integraba a los gruesos volúmenes forrados en piel, sirve para detener la lectura, pero también para reanudarla en el momento que el tiempo lo permitiera. Sin embargo, a medida que el libro evolucionaba, ya no se incluía esa cinta, por lo que alguna persona, con tal de no perder el hilo de la lectura, agarraba cualquier objeto y con éste detenía su lectura. Bolígrafos, billetes, la lista del mercado, boletos de tren o tranvía, fotografías, en fin... con cualquier objeto se tenía un separador de lecturas al minuto.
Creo saber que el siglo XX trajo consigo la creación del objeto que motiva estas líneas: el separador. Hecho de cartoncillo o papel, con imágenes o caracteres de imprenta sobre éste, al principio fue una excelente puntada para aquellos que gozan de la lectura; sin embargo, la diversidad de materiales para su elaboración no paró allí: cuero, estambre, plástico, madera, etc. Dependiendo de su fabricación, casera o industrial, el toque esencial lo otorga la creatividad con que se ilustraba, ya sea una frase célebre, la publicidad de un comercio determinado, algún cromo religioso, o sea, alguna ocurrencia que le viniera al artesano. Las grandes librerías en todo el mundo han sabido hacer del separador de libros un arte, tal es el caso de las librerías Gandhi aquí en México, con sus boutades lingüísticas y semánticas. Y qué decir de los que regalan en las librerías de viejo en Donceles, que rescatan una parte primordial de la plástica mexicana contemporánea. Precisamente, estas cualidades originan una nueva fauna de coleccionistas al respecto, quienes pasan de librería en librería recabando todos los estilos de separadores al respecto. (Y para rematar, cada temporada crea sus propias colecciones...)
No sólo las librerías tienen sus series de separadores, también algunas empresas comerciales sacan al mercado sus propias colecciones, al igual que los museos, las bibliotecas, las tiendas de souvenir, las casas de moda, y párole de contar: la lista es larga y esa ocurrencia en cualquier lado germina.
A título personal, sí, también soy coleccionista de separadores; sin embargo, al mismo tiempo que voy creando una colección, también hago uso de éstos, y para ello, les doy un tip: donde vean muchos separadores, ya sea una librería, la presentación de un libro o algo que se le parezca, hay que tomar suficientes ejemplares de ellos, sin olvidar que uno va directamente a la colección privada y el resto, al libro que se esté leyendo en estos momentos o, simple y sencillamente, intercambiarlo con aquella persona que coincida en estos menesteres. (Bueno, es como coleccionar timbres postales, tarjetas de beisbol o estampas de álbum, sólo que en versión cultural, a caballo entre lo mamila y el underground.)
Finalmente, a pesar de que no haya una historia oficial del separador de libros, cada quien le crea su propia historia. No faltarán empresas ni artesanos ávidos de comprobar su talento y sus propuestas mediante el uso del separador; lo único verdadero es el uso que siempre se le ha dado. Cada quien tiene algo que decir al respecto: sea como usuario, sea como coleccionista. (O ¿en ambos casos?) El lector tiene la palabra. Gracias mil.

3 comentarios:

Eleutheria Lekona dijo...

Es el único objeto que, de forma deliberada, colecciono.

Soy una coleccionista de separadores de libros. Así es.

Hermoso escrito.

ana rovelo dijo...

El separador me ha acompañado toda la vida y jamás pensé en su origen. Está muy bonita esta entrada, ahora quiero saber más sobre el pobre amigo separador. Seguro está molesto conmigo por no ponerle atención. :P

Anónimo dijo...

gracias mil

pero me dio flojera leer todo (pudin)

casi no nos ayudo

pero gracias

ammmm *huye a comer papas*

& adios

cuidate mil

&
besos