viernes, 29 de mayo de 2009

Carta sincera para Ana Colchero

Querida Ana:

Anoche, durante la presentación de la novela Yo, la peor de Mónica Lavín en el Claustro de Sor Juana (donde leíste fragmentos significativos de la misma), tuve la oportunidad de acercarme a ti y pedirte que me dedicaras un ejemplar de tu novela Entre dos fuegos, el cual muy amablemente estampaste con tu rúbrica y luego te retiraste, no sin antes escuchar que me había gustado. Sin embargo, no dije todo lo que quería decir.
Hace tres años, entre las novedades literarias de aquel tiempo, apareció una novela muy sui generis que comenzaba a interesarme, más por la temática que por el nombre de la autora. Me refiero a tu primera novela, Entre dos fuegos, que generó muy buen recepción por parte de tus primeros lectores, entre estos el mismísimo José Agustín. Sin embargo, no leería tu obra sino tres años después.
Mi encuentro se dio de la manera más inusitada; en una de mis forzadas escalas en el súper (donde compré un foco para la lámpara de mi escritorio), en la sección de Libros me topé con tu novela, la cual estaba a un precio bastante accesible. Sin dudarlo, la compré. (Mi inconsciente me gritaba ¡¡Ya no quiero libros sino leer!!, pero al llegar a casa, quité la envoltura de celofán y me dispuse a leerla.) A medida que pasaba las páginas, me involucraba en dos historias paralelas: una, la del presidente Orihuela, quien en su afán por perpetuarse en el poder unos años más, preparaba un suceso funesto; y la otra, la historia de amor de Jan y Soledad, quienes hacen coincidir sus inciertas vidas y tienen un destino en sus manos: él, como artesano; ella, en la cocina. Respecto a la historia política, se ve que conoces el engranaje que mueve al poder político, porque describes que detrás de las intenciones de Orihuela, se hallan muchos secretos y mentiras de sus colaboradores, quienes buscan sólo un ligero pretexto para tirarlo del pedestal y hacerse del poder.
Sobre el romance entre Jan y Soledad, la cosa cambia. Ambos provienen de familias diezmadas por los avatares de la vida; un exilio exterior, a su vez interior, es quien escribió sus postreras vidas. Jan, de origen polaco y cuyo padre buscaba un mejor porvenir para él, halló en la carpintería el modo de construir su mundo, de mandar a segundo plano el exilio donde se encuentra inmerso. En el caso de Soledad, con un padre cariñoso y una madre estricta, encuentra su mundo en la cocina, donde aprende grandes lecciones de su cocinera, a la postre su mejor amiga. Cuando Jan y Soledad se encuentran por primera vez, se ven como dos extraños; a la larga, las barreras que los separan (la madre de ella, el pasado de él). Al final, Jan y Soledad coinciden el uno con el otro. (No cabe duda que esta novela la escribiste con pasión, tinta con la que se escriben las grandes obras. Sólo el tiempo dirá si me equivoco o si acierto.)
No me pico de experto en narratología, pero la manera como alternas las dos historias, me parece algo "faulkneriana", por tratarse de dos cosas muy distintas, sin embargo, logras unir los cabos de ambas y hace de ello una novela, amén de entretenida, digna del mejor seguimiento. No exagero al decirlo, aunque aquí se aplique el consejo que Pablo Neruda le dio a un joven Antonio Skármeta: Todos los primeros libros de autores jóvenes son buenos. Mejor esperemos el segundo. Y sí, ya viene el siguiente para constatarlo.
Querida Ana, además de tu innegable talento en los escenarios (te extrañamos en la televisión, por cierto), ahora puedes jactarte de ser una destellante novelista, cuyas primeras obras serán el comienzo de muchas otras. Y aunque reciba réplicas y reclamos de terceros -¡¡y por carretadas!!-, no me cabe la menor duda de que eres muy buena novelista. Verdad que sí.
Muchas gracias por tu libro y mis mejores deseos para el siguiente. Recibe un fraternal abrazo y un beso.
Afectuosamente,
U.V.

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