sábado, 14 de marzo de 2009

Entre concursos te veas...

Siempre he sentido una debilidad por ver en la televisión los programas de concursos, regularmente los relacionados con la cultura en general, donde se premia el conocimiento y se castiga la ignorancia.
Recuerdo que mi papá me motivaba a llamar a las estaciones de radio para ganarme algún regalo, experiencia de la que salía muy mal librado, es decir, que no me sacaba nada. Para aquel entonces, ya nos habíamos vuelto televidentes de algunos programas como La venta increible y la versión mexicana de ¡Jeopardy!, y mi señor padre, cual cuchillito de palo, insistía en que concursara. Al final, tuve que ceder. Fui al casting de ¡Jeopardy! como todo hijo de vecino e hice bien todas las pruebas, para que terminaran diciéndome: Luego te llamamos. Lo único bueno que saqué de ese extraño casting fue una breve pero significativa charla con una incipiente abogada, de nombre Yuriria, a quien terminé viendo en un programa de La venta..., donde los nervios hicieron que confundiera a Martín Luis Guzmán con Mariano Azuela. (¡¡Háganme el reverendo favor!!)
Resignado a que nunca habrían de llamarme, a principios de 2001 la suerte volvió a hacer de las suyas. Recibí una llamada para hacer otro casting, pero de un nuevo programa, Tres son multitud (después conocido como Des haz tres), cuya idea era semejante a Mejores amigos. Sin embargo, me empeciné en entrar a uno de cultura general y ante esto, la telefonista transfirió mi llamada a la versión mexicana de Hollywood Showdown, que terminó por llamarse ¡Apantállame!, donde acepté participar de inmediato; me engancharon con el tema del cine y al final me destapé como experto en espectáculos. (Fui por lana y salí trasquilado.) En menos de ocho meses, grabé el programa piloto y el oficial, que se transmitió a principios de septiembre, donde fui el primer ganador de los 20 mil pesos del premio principal. (Mis compañeros de juego me veían con una cara sospechosamente de envidia, viendo la crónica de un triunfo anunciado.) Pero como no todo lo que brilla es oro, a lo largo de ocho meses y con un constante cambio de patrocinadores, al final mis 20 mil tepalcates se convirtieron en una computadora de escritorio. (Gané un aditamento elemental en mi labor creativa, pero perdí la oportunidad de llevarme a la familia de viaje. Auch.) Hasta ahora no he participado en programa alguno; intenté inscribirme en línea a El rival más débil, pero me quedé en el mero filtro. (Doble auch.)
Antes de mi breve incursión en la telera, tuve una feliz racha de premios radiofónicos en Ondas del Lago y Horizonte 108, donde me llegué a ganar libros, revistas y discos. Me confieso adicto a esta manera de cazar boletos para conciertos, pero no paso de perico perro. Y de los concursos literarios, siempre recibía mi partida de punto. (Por algo será.) De cualquier manera, aún los sigo viendo y/o escuchando, sólo que ahora ya no me atraen tanto la atención como antes.
Hace unos minutos, terminé de ver Doble cara, formato importado de Inglaterra, igual que El rival más débil, y al verlo, no gana quien sabe más sino quien reacciona menos. (Celebro ese recurso, pero con franqueza echo de menos el concepto clásico.) Lo mismo pasa con Hasta el hoyo, del que me reservo mis comentarios. Ante esta nueva ola de programas, y con la pena, mejor me quedo callado y ya.

1 comentario:

Mariposa Amarilla dijo...

Hola mi querido Ulises!!!

Sabes, nunca he participado en algún concurso televisivo o radiofónico... Te quiero reomendar que veas "Slumdog millioner", traducido al español como "Quisiera ser millonario", si no me equivoco. Extraordinaria película, ganadora del Oscar a mejor director y en Inglaterra a mejor epelícula y mejor director...

Todo esto es porque se refiere a uno de estos concursos!

Saludos gigantescos para que crucen el mar!

Abrazo!