lunes, 24 de noviembre de 2008

Carlos Fuentes en el Auditorio Nacional

A lo largo de dos semanas, se han realizado infinidades de coloquios y mesas redondas en torno a la figura señera del escritor mexicano Carlos Fuentes, en el marco de sus 80 años de vida. Recintos de la UNAM, el IPN y la UAM dieron cabida a las diversas perspectivas tanto de escritores y periodistas como de políticos e historiadores. Sin embargo, este festejo no estaría completo sin el punto de vista del festejado, es decir, del propio Fuentes. Y esta noche, en el Auditorio Nacional, se dio esa oportunidad, con la conferencia "Cómo escribí algunos de mis libros".
Pasadas las 7 p.m, en el interior de su corcel de hierro, Andresito (y luego de soportar ese simulacro del juicio final también llamado hora pico), Paulina Martínez y quien escribe llegamos al coloso de Reforma, para escuchar al Mtro. Fuentes. Ingresamos al recinto a la mitad de la interpretación del chelista Carlos Prieto y, cosa del destino, ocupamos nuestros lugares en la luneta, tal y como lo indicaban los pases de cortesía que tuve a bien recoger la semana anterior. Después del pequeño recital de chelo, Jorge Volpi y Pedro Ángel Palou, novelistas del crack, leyeron al alimón una extraña semblanza del homenajeado, donde jugaban con los títulos y las temáticas de sus novelas, cosa que generó cierta extrañeza. (Para quienes seguimos su trayectoria, este recurso no es nuevo, dada la irreverencia con que nació el crack en las letras mexicanas.) Luego de este tremendo juego, Palou y Volpi dejaron la palabra en manos del festejado.
Carlos Fuentes compartió con el público que algunos de sus libros más conocidos, como la literatura en general, se sustentan bajo los postulados de la tradición y la creación. Es decir, lo que heredamos y lo que inventamos. (Aura, por ejemplo, es el resultado de sus lecturas de Alexander Pushkin, Charles Dickens y Henry James, sin ir más lejos. Y el resto corrió por su cuenta.) Además, comentó que, cada noche y antes de dormir, planea su esquema de trabajo para la obra que se encuentra escribiendo, y a la mañana siguiente, se planta frente a la máquina de escribir y plasma en caracteres mecánicos el resultado de esa planeación previa. (Ésta, desde luego, con algunas diferencias.) También dedicó buena parte de su conferencia a la lectura de algunos fragmentos de su obra narrativa. Primero leyó la parte final de Aura, luego algunas selecciones de Terra Nostra, La muerte de Artemio Cruz y La voluntad y la fortuna, su novela más reciente, y terminó, claro está, con La región más transparente, obra que, a la par que su autor, también llega al medio siglo de vida. Al finalizar su lectura, agradeció al público asistente su atención. La respuesta del respetable: ¡¡un minuto ininterrumpido de aplausos!!
Después de este sincero gesto, el público salió del auditorio. Mientras varios de los asistentes contemplaban extasiados el decorado estilo Xochimilco en homenaje a José Alfredo Jiménez y otros (seguramente de la zona VIP) pasaban revista a las mejores películas de la Metro Goldwyn Meyer en la exposición temporal organizada por el canal TCM, el resto abarrotaba los stands del Fondo de Cultura Económica, la editorial Era y, desde luego, Alfaguara, adquiriendo los libros del homenajeado. En ésta última, La región más transparente se vendía en la módica cantidad de ¡¡100 pesos!! Por supuesto que Paulina y un servidor no pudimos comprarlo, sin embargo, esperamos con ansia la salida de la edición especial publicada por la Asociación de las Academias de la Lengua Española y, claro, Alfaguara; mismas que publicaron El Quijote del IV Centenario y el Cien años de soledad del año pasado. (Para Navidad... seguramente.)
Entre la alharaca de la salida, nos encontramos a dos colegas míos: Carlos Domínguez y su esposa Lucía Torres. Hice las consabidas presentaciones y en el tiempo que duró nuestra escala, platicamos sobre algunos detallitos del evento. Pero la satisfacción de haber estado en éste, superó per se todas nuestras expectativas. (Sin ánimo de comparar, la conferencia magistral de Carlos Fuentes es a nuestra generación lo que la lectura de Jaime Sabines en Bellas Artes para la anterior.) Y como la noche aún era joven, todos emprendimos el regreso a casa.
A bordo del Andresito, reflexionaba con Paulina sobre la importancia de este evento. Me conminó a escribir unas cuantas líneas al respecto y al parecer cumplí con ello. (A título personal, me faltaron cosas, pero ¡¡qué importa!!) ¡¡Gracias, Carlos Fuentes!!