domingo, 28 de septiembre de 2008

¡¡¡Marcello Mastroianni!!!

La primera vez que en mi vida oí hablar de Marcello Mastroianni, fue en el mero día de su muerte, un jueves 19 de diciembre de 1996. No había noticiario que le dedicara algunos minutos para recordar su vida y su obra. Pero gracias a estas motivaciones necrológicas, me acerqué a sus películas y esa admiración quedó plasmada en uno de mis primeros poemas, un soneto, para ser preciso sobre el gran Marcello, el cual, próximamente, reproduciré aquí.
Nacido un día como hoy, un 28 de septiembre de 1923, en Fontana Liri, Marcello Vincenzo Domenico Mastrojanni tuvo desde muy joven una inclinación por el arte y, concretamente, por la actuación. Luego de escapar de un campo de trabajo nazi, se gana la vida con el oficio que aprendió de su padre, la carpintería, y además agregaba algunos dibujos de su autoría. Aunque sus intenciones de estudiar arquitectura eran seguras, el director Luchino Visconti fue quien lo convirtió al culto a las tablas, es decir, lo convirtió en actor. En el cine italiano, ¡¡con quien no trabajó!! Mario Monicelli, Marco Ferreri, Pietro Germi, Dino Risi, Ettore Scola, el propio Visconti, pero fue Federico Fellini quien lo llevó a los cuernos de la luna. Además, era más que innegable el tremendo sex appeal que lo hacía único. (Faye Dunaway, Monica Vitti, Marina Vlady, Giulietta Massina, Sophia Loren y Cathèrine Deneuve pueden comprobarlo.)
Sin embargo, Marcello siempre andaba en busca de nuevos proyectos fílmicos, mismos que lo llevaran hacia otros países y hacer lo que siempre ha amado: actuar. Theo Angelopoulos, Nikita Mijalkov, Robert Altman y Manoel de Oliveira, por decir algunos. Inclusive, por esta naturaleza, siempre gustaba de probarse a sí mismo. (Nunca le falló el tino.) Desde el avejentado Casanova de La noche de Varennes, pasando por el político desaparecido de El paso suspendido de la cigüeña, hasta el conmovedor protagonista de Sostiene Pereira, Mastroianni siempre acaba por convencernos y, a su vez, él mismo juega con dicho rol.
A diferencia de su personaje en Sostiene Pereira, no intento con estas líneas hacer una necrológica ni mucho menos un esbozo biográfico; simplemente que esto sirva de invitación para acercarse a sus películas, y a su vida también, claro está. Mientras él estaba en Portugal, rodando su última película, Viaje al principio del mundo, la cineasta Anna María Tatò aprovechaba las pausas en el rodaje para filmarlo en todo momento. El resultado de esa proeza fue un documental biográfico, cuya versión en libro lleva el nombre Sí, ya me acuerdo (Mi ricordo, si, io mi ricordo), del cual presento, a guisa de colofón, un hermoso texto que bien lo podría definirlo con todas las letras. El resto, sobra decirlo, corre por cuenta de ustedes.

Como un viejo elefante

Recuerdo un gran níspero.
Recuerdo mi asombro y fascinación al contemplar los rascacielos de Nueva York desde Park Avenue, a la hora del crepúsculo.
Recuerdo la cazuelita de aluminio a la que le faltaba un asa y donde mi madre freía los huevos.
Recuerdo la voz de Rabagliati saliendo de un gran tocadiscos y cantando: "E tic e tac cos'è che batte è l'orologio del cuor".
Recuerdo a Clark Gable muy joven, en blanco y negro, de espaldas; luego se vuelve y sonríe... así. Un tunante irresistiblemente simpático. ¿Qué película era? Quizá Sucedió una noche.
Recuerdo la carpintería de mi abuelo y de mi padre. Mi abuelo está haciendo una silla. ¡Recuerdo el olor de la madera, el olor de la madera!
Recuerdo los uniformes de los alemanes. Recuerdo a los refugiados.
Recuerdo que en una ocasión soñé que vivía en un dirigible. O quizás era una astronave.
Recuerdo a H.G.Wells, a Simenon, a Ray Bradbury.
Recuerdo las ilustraciones en color de La Domenica del Corriere. Y también Flash Gordon.
Recuerdo que Fellini me llamaba Snaporaz.
Recuerdo la primera vez que fui de campamento.
Recuerdo a Chéjov, en particular al capitán Solioni, que en Las tres hermanas dice: "pío, pío, pío".
Recuerdo la primera vez que vi las montañas, y la nieve, y la emoción que sentí.
Recuerdo la música de Stardust. Era antes de la guerra. Bailaba con una chica que llevaba un vestido floreado.
Recuerdo los caballos del viejo anuncio de cervezas Peroni.
Recuerdo perfectamente el sabor y el olor del cocido de garbanzos. Y recuerdo que la noche de Navidad se jugaba al bingo.
Recuerdo el terrible zumbido de los Liberators, los aviones norteamericanos del primer bombardeo sobre Roma.
Recuerdo la agilidad tan elegante de Fred Astaire.
Recuerdo la primera vez que el hombre pisó la luna al ralentí. Pero, ¿dónde estaba yo?
Recuerdo que fui por primera vez al cine en Turín. Vi Ben Hur, con Ramón Novarro. Tenía seis años.
Recuerdo París, cuando nació mi hija Chiara.
Recuerdo las croquetas de arroz. Pero era imposible comprar todos los días, costaban cuarenta céntimos.
Recuerdo mi primer sombrero de hombre; era modelo Saratoga.
Recuerdo las películas cómicas de Charlot.
Recuerdo a mi hermano Ruggero.
Recuerdo que Cicerón nació en el año 106 A.C., es decir, 2122 años antes que yo, pero a dos pasos de mi casa, en Arpino. Mi abuelo se sentía orgulloso de ello. "Vitam regit fortuna, non sapientia", me decía, citando a nuestro conciudadano. Luego dejaba escapar un suspiro y añadía: "Pues sí, la fortuna es la que dirige la vida, no la sabiduría."
Recuerdo una noche de verano con olor a lluvia.
Recuerdo las aventuras de Ulises: "Háblame, musa, de aquel varón de multiforme ingenio..."
Recuerdo a Classius Clay (llamado La Lengua) en Nueva York, enfrentándose a Frazer.
Recuerdo la espléndida cabeza cana del arquitecto Ridolfi, mi profesor de dibujo arquitectónico.
Recuerdo los primeros dibujos de mi hija Bárbara.
Recuerdo mi proyecto de elevar el Tíber construyendo debajo una carretera.
Recuerdo a Greta Garbo mirándome los zapatos y diciendo: "Italian shoes?"
Recuerdo el primer cigarrillo que fumé. Estaba hecho, lo recuerdo perfectamente, con barbas de mazorcas.
Recuerdo las manos de mi tío Umberto, unas manos fuertes como tenazas, manos de escultor.
Recuerdo el silencio que se hizo en el restaurante Chez Maxim's cuando apareció Gary Cooper vestido con un esmoquin blanco.
Recuerdo una pequeña estación y el ruido de los trenes. Recuerdo a la cajera del bar de la estación. La caja hacía: ¡clin,clin,clin,clin! ¡Cobrado!
Recuerdo a Marilyn Monroe.
El primer automóvil que tuve, lo recuerdo, era un Topolino modelo camioneta.
No sé por qué recuerdo esta estúpida retahíla: "¡Oh cuántas chicas guapas, Madame Doré, oh cuántas chicas guapas!"
Recuerdo las luciérnagas, que ya no se ven.
Recuerdo la nieve en la plaza Roja de Moscú.
Recuerdo un sueño en el que alguien me dice que me lleve los recuerdos de casa de mis padres.
Recuerdo un viaje en tren durante la guerra: el tren entraba en un túnel, se hace una gran oscuridad y, entonces, en el medio del silencio, una desconocida me besa en la boca.
Recuerdo a los kurdos masacrados en un éxodo bíblico; recuerdo que no debo olvidar la violencia de tantas imágenes absurdamente violentas.
Recuerdo también la sensación de silencio y de luz suspendidos sobre la ciudad de Jerusalén como un halo místico.
Recuerdo el deseo de ver qué será de este mundo, qué sucederá en el año 2000, y de estar allí y recordarlo todo como un viejo elefante, sí, porque, lo recuerdo ¡siempre he sido muy curioso!
Y hasta recuerdo cuando íbamos a cazar lagartijas. ¡Mi tirachinas!
Recuerdo mi primera noche de amor.
Sí, ya me acuerdo. . .

sábado, 27 de septiembre de 2008

¡¡¡Felicidades, Pilar!!!

La Galería de Consejeras que preside la Nueva República de Babel, no estaría completa sin la presencia de una mujer muy importante, quien desde el principio de esta aventura en red, estuvo presente. Hoy dedico las presentes líneas para homenajear a Pilar Máynez, en ocasión de su cumpleaños.
Conocí a Pilar de la forma más lógica: fue mi maestra de las materias Teorías Lingüísticas I y II en la carrera de Letras Hispánicas en la FES-Acatlán, aunque ya sabía que era toda una eminencia, dado que estuvo muy al pendiente de la organización del Primer Encuentro de Historiografía Lingüística (y Tercero de Lingüística en Acatlán), en octubre de 2000. Pero tuvieron que pasar varios añitos para conocer a aquella leyenda viva. Su manera de impartir clase me llenaba de inspiración cuando se apasionaba (¡¡y demasiado!!) por los autores que conformaban las grecas de la historia de la Lingüística. Quien escribe, a decir verdad, era un diletante, o sea, que estaba más del lado de los literatos que de los lingüistas. Sin embargo, el contacto con la Dra. Máynez acabó por convertirme al culto de la historiografía lingüística, y, por añadidura, su maestranza y posteriormente su amistad, me regaló (ésa es la palabra) la admiración por las obras de Miguel León-Portilla y de su esposa Ascensión Hernández Triviño, pero también mis encuentros con Ana Laura Díaz, Bárbara Cifuentes, entre otros colegas. Pero sobre todo, un gusto por las obras de Victoriano Salado Álvarez, las cuales no suelto para nada. Ésa es una de las cualidades principales de nuestra Pilar: convencer, para después convertir. (En mi diccionario personal, Pilar se resumiría en una solar palabra: generosidad.)
Desde luego, no intento hacer una biografía exhaustiva de mi querida Pilar; delego en otras personas, que la conocen de cuerpo entero, aventarse tan encomiable tarea. Tomo el día de hoy como pretexto idóneo para expresarle toda mi admiración, la cual, cada día, se confirma y hasta se engrandece. (Primero como alumno, ahora como colega. De verdad.)
Pilar, ¿qué más puedo decirte? Además de recordarte que Serafín y Mercedes son completamente afortunados al tenerte muy, muy cerca, te digo (y conste que lo seguiré sosteniendo) que las mujeres no tienen edad. Ojalá que este día sea el primero de nuevas empresas y mejores satisfacciones. Mereces más, pero hasta aquí me detengo.
¡¡¡Felicidades, Pilar!!!

viernes, 26 de septiembre de 2008

Homenaje a Octavio Paz

A la hora de realizar homenajes, El Colegio Nacional no repara en gastos cuando de eso se trata. Luego del dedicado al astrónomo Guillermo Haro (el cual contó con la participación de Elena Poniatowska, por cierto) el pasado 17 de septiembre, hoy no podía quedarse atrás con un evento muy sonado: el Homenaje a Octavio Paz, con motivo del décimo aniversario luctuoso.
Como antesala del evento, a las 6 p.m comenzó una venta de libros de Paz a precios de remate. Sus obras, lo mismo las publicadas por el Fondo de Cultura Económica y Seix Barral que las legendarias ediciones de Vuelta, estaban a disposición de los lectores interesados en la obra paciana. (Quien escribe fue de los primeros en llegar y alcanzó, entre otras cosas, un ejemplar de Primeras Letras (1931-1943) y la antología poética El fuego de cada día, la cual, cabe decirlo, fue la única que el poeta cuidó en vida.) Sin embargo, la verdadera sorpresa no era lo asequible de los libros ni la variedad temática, sino los gratos encuentros que esto suscitó y uno de éstos, fue con el historiador Javier Garciadiego, quien adquirió algunos libros sobre la faceta política de Paz. Minutos después, en la antesala del homenaje oficial, me tocó en suerte platicar un rato con él sobre temas algo recurrentes: Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas, el COLMEX, su discurso de ingreso a la AMH sobre la entrevista Díaz-Creelman y, desde luego, nuestra Rosalía Velázquez. (No cabe duda que aquellos adjetivos con que Enrique Krauze lo calificó en su ceremonia de ingreso, eran más que ciertos: generosidad, humildad y caballerosidad.) Pero aquel momento solamente duró un instante, dado que los acomodadores del colegio lo llevaron a un asiento reservado para él, y quien escribe, bueno, como todo hijo de vecino, según el curso natural de las cosas.
Al filo de las 7 p.m, como lo indicaba el programa de mano, dio comienzo el coloquio-homenaje paciano con la proyección de un video sobre Octavio Paz producido por El Colegio Nacional, donde se conjuntaron tanto sus intervenciones auditivas como una serie de imágenes en torno suyo. Después de esto, se dio paso a las participaciones de Enrique Krauze y José Emilio Pacheco; sólo ellos estuvieron presentes, dado que Ramón Xirau, otro de los convidados al encuentro con la vida y la obra de Paz, estaba en Francia con motivo de un evento semejante. Finalizado el audiovisual, Enrique Krauze aprovechó su participación hablando sobre la faceta política de Paz, donde resaltó su ruptura (su Krönstadt) con el sistema socialista. Además, también mencionó que es hoy en día cuando los trabajos que dedicó el poeta para enjuiciar dicho sistema, cobran mayor significado. Y para equilibrar un poco las circunstancias, tocó el turno a José Emilio Pacheco, quien, con la timidez que lo distingue, aparte de comentar su desconcierto con los tiempos que ahora corren, dedicó parte de sun intervención a un libro poco estudiado dentro de la obra paciana: ¿Águila o sol?, libro que, a más de medio siglo de su publicación, sigue sin un estudio crítico. Con estas participaciones de gran nivel, podría decirse que el colegio cumplió con todas las expectativas.
Para cerrar el evento, tanto Krauze como Pacheco estuvieron en etapa clásica, es decir, firmando libros y recibiendo saludos de parte del público asistente. No cabe duda que a una década de presencia, Octavio Paz sigue ganando batallas. Paréntesis aparte, mientras compraba mis ejemplares, uno de los libros expuestos, Árbol adentro, se cayó al suelo. (Y eso que el lugar donde lo habían colocado no permitía ese tipo de accidentes.) "Ya llegó don Octavio", me dije. Sólo este tipo de cosas pasan cuando la Poesía nos hermana, ¿no creen?

martes, 23 de septiembre de 2008

Pablo Neruda: hace 35 años...

[Hace 35 años, un fatídico destino se ciñó sobre Chile, desde el 11 de septiembre cuando Salvador Allende ofrendó con su vida la defensa de las libertades, amenazadas por el amargo hierro de los fusiles militares. Pero un día como hoy, otro defensor de la palabra, Pablo Neruda, fue a alcanzar a su camarada y amigo hacia los confines de la memoria. Y como la Poesía es inmortal, por donde quiera que se vea, rindo un pequeño pero sincero homenaje a un poeta non, quien ya no necesita presentación alguna. He aquí un poema suyo. ¡¡Gracias, poeta!!]


Farewell

1
Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

2
Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

3
Amo el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.

4
Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.
Amor que quiere libertarse
para volver a amar.
Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.

5
Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tu serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

A letter for a woman far and away...

Querida amiga:

Hace mucho tiempo que no tenía ocasión de escribirte, pero ya sabes que "el tiempo ya no es nuestro" y ello hace que la correspondencia tarde mucho en llegar a nuestras manos. Precisamente hoy, día de tu cumpleaños, y después de tanto tiempo, decidí tomar la pluma y dedicarte unas cuantas líneas.
Seguro te preguntarás "pero si ya no tengo nada que ver contigo". No te faltará razón en mencionarlo. Y paso a explicarlo. En una de las gavetas de mi escritorio, mientras buscaba unas notas para una ponencia que tendré a bien presentar a finales de octubre, me encontré un sobre con algunas fotos que seguramente son la crónica de uno de tantos coloquios a los que asistí (o participé, no sé) y en varias fotos apareces, hermosa, rozagante y con una sonrisa que es capaz de destruir varios imperios por doquier. Esa sonrisa, de inmediato, me hizo recordar la manera en que nos conocimos. Fue un año antes, en la Academia Mexicana de la Historia, durante una conferencia de Enrique Krauze. Insistías en que me sentara, pero yo, como buen caballero, te invitaba a hacer lo propio. Sin embargo, ninguno lo hizo. Al final, accedí a acompañarte en tu trayecto de regreso a casa. Y la semana entrante, cuando la conferencia de Jean Meyer, llegué desde antes y ya te tenía reservado un lugar. Después de allí, ya tenía la certeza de mis encuentros contigo serían ya moneda corriente, es decir, cosa de cada día.
Gracias a la maravilla del e-mail, esta forma de la felicidad no se quedó en la Academia, sino que pasó un mediodía de octubre en el Zócalo y una cálida mañana de febrero en las ferias del libro en el Zócalo y Minería, respectivamente, pero también tuviste la fortuna de acompañarme en dos coloquios donde quedaste complacida por mis "intervenciones", pero eso, la verdad, no lo creo. Con todas estas cosas, sembraste en mí una semillita, que resumiría en una sola palabra: amor. Contigo sentía que las horas no pasaban, sino que permanecían intactas mientras estaba a tu lado. Pero el mayor error de mi parte fue no haberte expresado esa dicha que ansiaba compartir contigo. Y tú, con esa sinceridad que te caracteriza, me hiciste partícipe de la tuya cuando, una tarde en San Ángel, me presentaste a quien sería el dueño de tu vida. Supe ocultar bien mi reacción, pero a final de cuentas, algún descontento mío hizo de las suyas.
A pesar de tenerlo todo en contra mía, siempre pensaba en ti; en cada sueño siempre hacías acto de presencia y además me parecía ver entre la gente tu siempre sincero y jovial rostro. Tanto pensaba en ti que hasta llegué a cometer un error que (y ahora me doy cuenta) me costó tu amistad y, por ende, tu silencio. Y aún así, al saber de tu felicidad venidera (tu boda y ahora tu maternidad), siempre me ponía contento porque, ya te lo dije una vez, "tu felicidad es mi felicidad". Perdona que hasta ahora me digne a escribir estas cosas, pero la emoción del momento siempre hará de las suyas y creo que con esto cerraré una etapa de mi vida, donde tú fuiste la figura capital de todo.
Gracias por heredarme el hábito de la Academia, gracias por aquellas mañanas del mundo, gracias por tus correos postergados, gracias mil, Stella Maris. Finalmente, te deseo lo mejor y si alguna vez el destino decide unir nuestros caminos de nueva cuenta, ojalá y sepa comenzar mejor una amistad que se veía intransferible.
Amitiés,
Odysseas Anaparastassi

viernes, 12 de septiembre de 2008

Pedro Enríquez: poeta sin mancha

[Hace dos días, la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes se engalanó con la visita del poeta español Pedro Enríquez (Granada, 1959), quien deleitó al público asistente con varios poemas suyos que son muestra ferviente de que la Poesía, en estos dosmiles que nos circundan, goza de cabal salud. Por ello, comparto con ustedes un poema muy significativo de su vasta obra y, claro está, la invitación para acercarse a su obra. ¡¡Gracias, poeta!!]


El eco de los pájaros

Bajo la sombra fiera de las cornisas
(acaso la luz un día rasgó el blanco
de los ladrillos moribundos)
cómo decir las palabras sin nombrarte
las manos acelerando la vida
las ruedas deteniéndose en las plazas vacías
otros viajan veloces y atraviesan anónimos el olvido
pero somos dos precipitados sobre el asfalto
sintiendo como el tiempo nos engaña
lento el viento cortando los cuerpos
sólo una mano dirige la muerte y la vida
la otra busca el fuego
giro sobre el vacío y de nuevo la misma calle
los labios no engañan
ahonda con tu mano en el futuro
esta es la codicia del segundo
he perdido la costumbre
mañana volveré a este lugar de ventanas cerradas
es la noche habitándonos
son los pájaros vete cantarán la madrugada
mañana se agita en el eco
mi espalda agujereada así tan cercanos
dirección prohibida
un misterio los dos puntos en la piel
dos cuerpos y un signo
estoy detenido sobre el vacío
la lengua gira se descubre sin palabras
estas son las tijeras del recuerdo
a veces no basta la memoria
tampoco la certeza
nadie conoce no conozco no conoces
ellos no comprenden nadie el segundo perseguido
se cierran las luces las ventanas las puertas desconocidas
imagíname un gesto lejanísimo
de nuevo cruzo los muros sellados
las árboles me descubren la soledad
Comienza el ciclo del polen
mascarillas para el silencio

jueves, 11 de septiembre de 2008

9-11: ¿qué hacías hace siete años?

Hoy por la mañana, luego de oír las estridentes emisiones de radio, haciendo mención de lo ocurrido hace siete años en la ciudad de Nueva York (donde nuestra Rosalía Velázquez se encuentra, por cierto), me vino a la mente una sola pregunta: ¿Qué hacías hace siete años? Algunas personas muy allegadas a mí, me comentaron que estaban a punto de salir de sus casas, otras que la noticia las agarró en la ducha e incluso hubo varias que estaban en clase o en sus lugares de trabajo. Para algunos, este hecho cambió sus vidas (sea como sea), pero para otros -como quien escribe- de alguna forma lo hizo, pero no del todo. Según como se vea.
Por mientras, sólo me limitaré a compartir mi experiencia de 2001. La noticia (si se le puede llamar de alguna forma) me agarró aquel martes 11 en un intermedio hecho entre mis clases de la carrera de Letras en la universidad. Compré un café y mientras lo consumía, sorbo tras sorbo, veía cariacontecido la imagen de las Torres Gemelas derrumbándose, la cual, no sé, me había dejado sin habla. Sin embargo, me dije: "Después de esto, para bien, para mal, no será la misma cosa". No me equivoqué. (A veces creo que hubiera sido factible haberme equivocado. Quién sabe.)
Seguramente alguno de ustedes se estará preguntado "Y ¿por qué nos cuenta esto?" Ni yo mismo lo sé. Solamente les dejo la pregunta en la mesa: ya cada quien sabrá responderla.
¿Qué hacías hace siete años?

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Fronteras de tinta

Hoy llegó a buen término en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán (UNAM) un coloquio de altos alcances y con una variedad temática digna de encuentro internacional. Me refiero al coloquio Fronteras de tinta, realizado del 8 al 10 de septiembre en la Unidad de Seminarios del campus. Organizado por las Facultades de Estudios Superiores de Acatlán y de Aragón, y por el Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), el evento contó con varias participaciones de gran valía, las cuales, además de merecer el aplauso del público asistente, fueron fuente de inspiración para próximos enlaces y venideras investigaciones. Pero vayamos por partes.
El lunes 8, después de la interesante charla con Antonio Serrano, escritor y cineasta, director de Sexo, pudor y lágrimas, dio comienzo a una serie de mesas con temáticas de chile, mole y pozole, donde destacaron las intervenciones de Guadalupe Pacheco y Lourdes Rodríguez de la FES-Aragón; Carlos López Márquez, Mario Revilla y Adriana Cervantes de nuestra FES-Acatlán, mismas que generaron buenas impresiones en el público asistente. Y la joya de la corona no faltó, dado que Graciela Martínez-Zalce, del CISAN, presentó una señora ponencia. A todos ellos, mis más sinceras felicitaciones.
Ayer, martes 9, el apasionamiento del cine hizo acto de presencia con la charla de Paz Alicia Garciadiego, guionista de cabecera del cineasta Arturo Ripstein, quien interactuó con el público asistente gracias a que habló sobre varias de sus películas, como El imperio de la fortuna, Principio y fin, El evangelio de las maravillas, Así es la vida, entre otras. Al final de la primera sesión del día, recibió varias muestras de cariño y de admiración por parte de los asistentes. Casi de inmediato, se llevó a cabo una mesa igualmente magistral. Evelia Almanza, Laura Edith Bonilla y Héctor Díaz Zermeño, de la FES-Acatlán, y Ute Seidel, de la FFyL/UNAM, sentaron a la historia y a la literatura a la mesa, y sus exposiciones fueron supremas. (Exagero al decirlo, pero así es.) Obviamente, la presencia de los autores jóvenes no se hizo esperar. Zazil Collins, Adriana Marusía Márquez y Dafne Guerra, de la FFyL, presentaron unos trabajos que superaron hasta sus propias expectativas. No cabe duda que la juventud acabará por imponerse.
Con los precedentes de los primeros días, no cabe duda que la jornada de hoy debía ofrecer lo mejor de su cosecha de investigaciones. Cierto es. Entre decanos y noveles, los trabajos de Rocío García, Lourdes López, Marcela García y José Ulises Velázquez dejaron más que satisfecho al público que presenció sus respectivas intervenciones. Y para un buen comienzo, basta un gran final, la última charla corrió a cargo del escritor Óscar de la Borbolla, quien, como siempre, dejó estupefacto y cariacontecido al público cuando habló de sus obras, la estrategia narrativa que les aplica, pero sobre todo, que en estos días, toda frontera (literaria, periodística, historiográfica, la que sea) acabará por perderse en el maremagno de los tiempos cambiantes que hoy nos circundan.
En una palabra, un coloquio que no reparó en presencias de investigadores avezados, agudos y meramente brillantes. Ojalá que sus investigaciones deriven próximamente en una memoria, porque al talento digno es darle alas y, por ende, acabe de borrar todo tipo de fronteras. Nuevamente, felicidades a todos.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Jornadas Porfiristas

Gracias a la siempre certera iniciativa de la historiadora Irma Hernández Bolaños, el coloquio Porfirio Díaz y su época (también conocido como Jornadas Porfiristas) llegó a buen término en la FES-Acatlán del martes 2 al jueves 4 de septiembre. El objetivo primordial es revalorar una época y no hacer mera apología.
El martes 2, la prensa porfiriana fue vista con las perspectivas certeras y muy originales de la diseñadora gráfica Ana Cárdenas, y las historiadoras Laura Edith Bonilla. Claudia Velázquez Ortega y Diana Orozco, cuya ponencia sobre Laureana Wright siento que marcará una nueva pauta en investigaciones sobre la biografía en México. Una historia muy "a la manera de Plutarco", según palabras de Enrique Krauze. Pero mucho antes, Ana Cárdenas dejó bastante satisfecho al respetable con una línea de investigación muy original donde se combinan el diseño y la historia. Una felicitación para todas ellas. Por la tarde, la vida de las ciudades porfirianas fue tratada desde los ángulos de las costumbres, la nota roja y la literatura. Irma Hernández Bolaños nos llevó de la mano por los hábitos y los paseos de la sociedad porfiriana, mientras que Sebastián González y Graciela Flores se adentraron por los oscuros caminos de la nota roja, y Karla Vázquez hizo escala en la literatura con su ponencia sobre Santa, de Federico Gamboa. (Y del moderador, mejor ni mencionarlo, porque por poco y les aplicaba el ¿Por qué no te callas?)
El miércoles 3, entre circo, modas y educación para niñas se pasó la mesa, cuya presencia de Teresa Vega, Fabián Mandujano y Zaira Jiménez hizo de ésta una verdadera demostración de maestría y buena investigación. Y en la tarde de ese día, hicieron lo propio Miguel Ángel Cerón, Hugo Cardoso (arroz de todos los moles en lo que a coloquios se refiere), Mariana Rivera y Guadalupe González (a quien, por cierto, felicitamos por su reciente titulación). Aunque Cerón nos abrió el apetito con su ponencia algo gastronómica, fue el trabajo de Guadalupe quien se llevó las palmas sobre el intento de invasión a México por parte de Guatemala, aunque sabemos que la "invasión" se logró gracias a la literatura, porque dos insignes guatemaltecos, Augusto Monterroso y Otto-Raúl González tomaron a México como su nueva patria. Ver para creer.
El último día, es decir, el jueves 4, no estaría exento de sorpresas gratas. Por un lado, ponentes de alto calibre, como José Trinidad Cázarez, nuestra Rosalía Velázquez, Elizabeth Diana Rojas, Fernando López García y el siempre combativo Carlos Rentería hicieron de su mesa de exposiciones un verdadero tour de force en lo que a investigaciones se refiere. Los temas, aunque ya conocidos en otros foros, no dejaban de generar una enorme atención hacia el respetable. Y como la inteligencia no tenía tiempo de moderarse, a las 4 p.m, la presencia de un importante historiador, el británico Paul Garner (autor de una biografía sobre Porfirio Díaz) hizo la tarde muy llevadera. Su exposición, aunque corta, dejó complacidos a los asistentes e hizo enfásis en las posturas sobre Díaz que hoy en día imperan. Aún así, felicitó a todos los participantes por este encomiable esfuerzo.
Y para un buen comienzo, basta un final espectacular, dio comienzo la última mesa del coloquio, magistralmente moderado por la comunicadora Leyvi Castro, secretaria auxiliar del Programa de Investigación, lugar donde se llevaron a cabo todas las ponencias. En primer lugar, Evelia Almanza habló sobre un autor muy caro a ella, Alfredo Chavero; luego Beatriz Padilla Gálvez y Patricia Montoya hicieron lo suyo, para después darle la palabra a Alejandro Bolaños (con una ponencia muy buena, por cierto) y cerrar el chou con la presencia de José Ulises Velázquez, cuyo texto sobre La ronda de las generaciones de Luis González y González dejó cariacontecido al público asistente. (Bueno... eso dicen.) Aun así, fue un coloquio espectacular, cuya experiencia debe servir de inspiración para próximas investigaciones y si esto es el primer paso para revalorar la figura de Porfirio Díaz, no cabe duda que seguiremos adelante.
¡¡Muchas gracias a todos!!

jueves, 4 de septiembre de 2008

Juan José Arreola: juglar de 90 años

La jalisciense ciudad de Zapotlán el grande (hoy Ciudad Guzmán) ha dado al mundo tres talentos únicos en su género: José Clemente Orozco, Consuelito Velázquez y Juan José Arreola, quien nació un día como hoy, hace 90 años, y cuya obra literaria sigue con la frescura primigenia con que nació al mundo de las Letras.
Nacido en el seno de una familia numerosa, Juan José Arreola Zúñiga tuvo desde niño una enorme inclinación por las letras, mismas que primero hallaron en la palabra hablada su primer vehículo para la expresión. Durante la Cristiada, Arreola en vez de elegir una escuela de gobierno o un seminario clandestino, simplemente se puso a trabajar por invitación de su padre. ¡¡Qué no hizo!! Entre vendedor de tepache y calzado, criador de pollos, fue en su oficio de encuadernador donde las letras ya nunca lo abandonaron. Con éstas sobre la espalda, en 1938 viajó a la ciudad de México para buscar su destino y, por qué no, para ganarse la vida. (Cuatro paisanos suyos, Juan Rulfo, José Luis Martínez, Antonio Alatorre y Emmanuel Carballo, también harían lo propio.)
Creador de revistas tempraneras como Eos y Pan, Arreola aprovechó estos foros de expresión para publicar sus primeras obras, las cuales se hallan a caballo entre el ensayo y la narrativa; característica fundamental de dos de sus autores admirados: Giovanni Papini y Jorge Luis Borges. Su primer cuento, "Hizo el bien mientras vivió" (1943), marcó el nacimiento de un cuentista non. Pero fueron su cuento Gunther Stapenhorst (1946) y su primer libro Varia invención (1949) quienes le dieron la carta de ciudadanía literaria.
Como la palabra seguía haciendo mella en el ser y hacer de Arreola, ésta lo llevó a trabajar en dos lugares que fueron, por así decirlo, sus universidades: el Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México. (Convivir con Alfonso Reyes, en sí, ya era el privilegio más grande.) Pero en esos lugares, ofreció traducciones, correcciones de galera e inclusive allí nacieron más libros suyos como Confabulario (1952), Bestiario (1958) -el cual, dice la leyenda, fue transcrito por José Emilio Pacheco-, La feria (1963) -su única novela-, y Palindroma (1971).
Pero su admiración por la palabra sobrepasaría la frontera de la página impresa y esto lo demostró a carta cabal en el teatro. Después de hacer sus pininos en el teatro universitario, dirigido por Fernando Wagner y Rodolfo Usigli, viajó a París para perfeccionarse y llegó a trabajar en la Comédie Francaise, al lado de Jean-Louis Barrault. Y como la declamación, desde niño, le atraía mucho, la poesía de grandes autores como Ramón López Velarde y Pablo Neruda dicha por su propia voz acababa por maravillar al respetable. Arreola le daba un nuevo sentido a la creación literaria que no era propiamente suya, tal y como lo hace un juglar con los jugares y cantares del tiempo vivido. Además, gracias a sus diálogos (o monólogos) televisivos, nos hacía descubrir otros tiempos, otras palabras. Sin embargo, el 4 de diciembre de 2001, Juan José Arreola dejó este mundo y viajó hacia otros horizontes donde compartir la experiencia de la palabra. (Un juglar nunca puede estarse quieto en un solo lado, ¿no creen?)
Hoy que la rueda gira noventa veces, es preciso acercarse a las obras de Juan José Arreola: las escritas, cuya frescura y peculiaridad siguen maravillándonos, y las habladas, es decir, los programas televisivos y las transcripciones de sus múltiples entrevistas. El mejor homenaje de todos es leerlo y cada quien sabrá expresarnos su experiencia arreoliana porque, y no me pico de original al decirlo, hay un "antes de Arreola" y un "después de Arreola". Luego de leerlo, ya la vida no es la misma. Muchas gracias.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Javier Garciadiego en la Academia

La noche de ayer, para la historiografía mexicana comenzó una nueva era con el ingreso de Javier Garciadiego (por todos conocido y quien nos lleva de la mano por la historia de la Revolución mexicana cada sábado por la mañana) a la insigne Academia Mexicana de la Historia, y cuyo discurso de ingreso fue respondido, a todas luces, por el egregio Enrique Krauze. Una ceremonia como ninguna otra.
Desde antes de las 6 p.m, ya comenzaban a llegar los asistentes a la sede de la Academia, ubicada en el número 21 de la Plaza Carlos Pacheco, a unas cuadras de la Ciudadela. Rosalía Velázquez, doña Conchita Estrada, su mamá, Paulina Martínez y un servidor llegamos al filo de las 7 p.m, muy a tiempo para el evento, sin embargo, no contábamos con que el auditorio estaba a su máxima capacidad, por lo que tuvimos que recargarnos en una de las paredes del lugar, demasiado cerca de los camarógrafos de Cadena Tres, Canal 22, entre otras televisoras. Minutos antes de la ceremonia, quien escribe se la pasó saludando a varias caras conocidas que habían hecho escala en la Academia. Primero, a José G. Moreno de Alba, Director de la Academia Mexicana de la Lengua, luego a Elvia Luna y Mónica Pérez Roldán, a quienes conocí en el INEHRM; obviamente a Josefina MacGregor, Georgette José y, the last but not the least, a mi queridísima Ascensión Hernández de León-Portilla, quien me dio una buena nueva: su ingreso a la Academia de la Lengua está programado para finales de enero de 2009, evento al cual estaría cordialmente invitado.
A las 7 p.m, la directora de la AMH, Gisela von Wobeser, le dio a Garciadiego la más cordial de las bienvenidas y dijo que su ingreso fue aprobado por unanimidad, cosa por la cual la institución debe sentirse más que orgullosa. Luego de tan sinceras palabras, Javier Garciadiego Dantan procedió a leer su discurso de ingreso con el título "La entrevista Díaz-Creelman". Un texto muy certero en sus posturas, pero también escrito de forma magistral, cosa que le otorga un sello de distinción a sus obras. Obrita que sigue fiel la línea trazada por Rudos contra científicos y Porfiristas eminentes (1996), La Revolución mexicana (2003), Alfonso Reyes (2004), Introducción histórica a la Revolución mexicana (2006), y Cultura y política en el México posrevolucionario (2006). Al final de su discurso, el aplauso del público era inevitable.
Pasadas las 8 p.m, Enrique Krauze, en su respuesta, mencionó que a principios de los años 80 tuvo la fortuna de conocerlo, dado que Krauze trabajaba en su serie Biografía del poder y gracias a Javier Garciadiego, tuvo acceso a la bibliografía necesaria para el perfil de Venustiano Carranza. Además de bien ponderar su impecable letra Palmer, reconoce que hay tres virtudes capitales en él: generosidad, humildad y caballerosidad. Finalmente, Krauze agradece el ingreso de Javier Garciadiego a una benemérita institución cuya pasión por la Historia aún sigue ganando muchas batallas. Y como corolario de la ceremonia, el nuevo recipiendario de la silla 12 (cuya última ocupante fue Beatriz de la Fuente, a quien el historiador profesaba una enorme admiración) fue investido con la venera que lo distingue como nuevo miembro de la AMH.
Al final de la ceremonia, además de departir vinos y canapés con Rosalie, Paulina, Georgette y Josefina, me encontré con Jean Meyer, quien con el rostro cariacontecido, me comentó que le habían volado su dotación de revistas Istor. (Seguro que fue la mar de gente que atiborró el recinto, pero quién sabe.) De cualquier forma, con estos incidentes aislados, podría decirse que fue una ceremonia de lo más sonada. Antes de irme, felicité al Dr. Garciadiego por su ingreso y le prometí dos cosas: ser de los primeros en asisitir a una conferencia suya en el ciclo Historia, ¿para qué?, y pedirle su discurso de ingreso, puesto que ya no alcancé una fotocopia del mismo. Ojalá que así sea.
Cierro estas líneas con una cosa más: al tomarnos una copa de vino (la del estribo) Paulina Martínez y quien escribe nos hicimos una promesa solemne: en un futuro próximo, ingresar a la Academia Mexicana de la Historia. (Ella y yo sabemos cómo y por qué.) Sólo el tiempo...