miércoles, 26 de marzo de 2008

¡¡¡Felicidades, Onatta!!!

Una característica primordial de las Consejeras de la Nueva República de Babel, es la pluralidad de la formación de cada una. Obviamente, destacan historiadoras, diseñadoras gráficas, comunicadoras, sociólogas, etc., y todas, buena parte del tiempo, coinciden en el mismo punto. En una de las Consejeras, la matemática Onatta Lecona, de quien me ocuparé en esta ocasión, sí se aplica dicha frase, pero con un plus: la discrepancia, que en su caso, más que alejar, acerca. Vamos por partes.
Conocí a Onatta ¡¡hace más de diez años!!, en los gloriosos años de la preparatoria (extraña mezcla de secundaria y kibbutz, he de reconocerlo), en el lugar más inverosímil: la dirección del plantel, donde ella trabajaba como recepcionista y además, por las noches, allí mismo estudiaba. Me llevaba una generación de ventaja. A partir del día en que realizaba mis trámites para reinscribirme al semestre sucedáneo, no sólo su buena atención era el pan de cada día, sino también las coincidencias literarias y los géneros literarios que entraban a escena. Desgraciadamente, como decía una colega de Historia hace varios ayeres, a veces, el tiempo no es nuestro y, evidentemente, así era. Mis escalas le quitaban algo de tiempo de oficina, lo admito algo culpable, pero los minutos que compartí con ella fueron la mejor enseñanza que pude tener por aquel tiempo. (Más que mi estancia en el taller de creación literaria, de verdad.) Al año siguiente, partió junto con su generación hacia nuevos mares, los del Sur, en su caso, para estudiar Filosofía en la Facultad.
Para cuando egresé de la preparatoria, ella asumió un cambio capital en su vida presente: cambiar la Filosofía en el sur por las Matemáticas en el norte, cosa que sí logró, aún cuando el paro universitario de 1999 nos robara la primavera (...y el verano, y el otoño, y el invierno). Mientras tanto, ella seguía su vida y quien escribe la suya. En marzo del año siguiente, ocurrió uno de nuestros primeros reencuentros en nuestra entonces ENEP-Acatlán. La sorpresa mayor: ¡¡qué nos habían encasillado en la misma generación!! (Con sus diferencias respectivas, desde luego.) Aún así, disfrutábamos el grato cruce de caminos. Entre más entrecruzamientos, mayor era su pasión por las matemáticas y más se confirmaba mi decisión por las Letras Hispánicas. Buena parte de esa decisión tuvo origen en sus consejos, lecturas y palabras. (Uno de sus autores de cabecera, E. M. Cioran, fue el detonante para que cambiara el Derecho y la Comunicación por las Letras Hispánicas. Todavía se lo agradezco, aún ahora que comparto mi tiempo con la Historia.)
Hace año y medio, debido a la turbulencia política del momento, se volvió una mujer de ánimo combativo, cosa que, en un principio, me desconcertó; sin embargo, acabé por aceptar a la larga esa condición. (A principios de año, una frase de Julio Scherer y una indignación común por la canallada que se le hizo a Carmen Aristegui, lograron mi regreso hacia sus puertos.)
Ante todo esto, aún me faltaría escribir más cosas sobre Onatta Lecona, pero no sería suficiente porque una mujer con espíritu combativo, abierta a la pluralidad y amante de los números, necesita más de una vida para reconocer sus logros, sus luchas y sus gustos. Si mi querida Weissberg fuese una palabra del diccionario, permanencia sería la indicada. Y todavía le queda corta.
Querida Onatta, sin picarme de original, y ante una vida más que vivida, sólo me resta desearte lo mejor para que salgas airosa de todas tus batallas y ojalá que nunca pierdas esa fuerza que siempre has tenido. Y me callo de una vez.
¡¡¡Felicidades, Onatta!!!


1 comentario:

Unknown dijo...

Para un servidor, Onatta fue la mejor matemática de la generación de MAC