viernes, 29 de febrero de 2008

Nuevas navegaciones, mismas intenciones

El mes finaliza con varios cambios, desde que regresé a la Nueva República de Babel lleno de nuevas intenciones, pero, eso sí, con las mismas conocencias. Me explico.
  • Hace dos semanas, Nora de la Cruz, Consejera de toda una vida, renunció tanto al Consejo Femenino de Gobierno como a la Secretaría de Turismo, cosa que me llena de tristeza; sin embargo, y porque sus horizontes van más allá de la simple administración de una eutopía en red, la nombro, a partir de este momento, Embajadora Neobabélica Internacional, en agradecimiento a todas sus aportaciones a la NRB durante nueve meses. Bon voyage, Nora!!
  • Como el Consejo Femenino de Gobierno sigue en constante renovación, celebramos el ingreso a éste de la historiadora Laura Edith Bonilla, de quien esperamos su constante participación, ahora como nueva Consejera, dentro de la cliocracia babélica. (Ojalá que tu estancia en este lugar te sea más que gratificante.) ¡¡Bienvenida, Laura Edith!!
  • La Consejera Leilani Medina ocupará, desde este momento, la Secretaría de Turismo en sustitución de Nora de la Cruz. (Esperemos que su gestión se dé con todo los vientos a su favor. Que así sea.)
  • Gracias a los buenos oficios de Daniela Sandoval, Consejera corresponsal en Inglaterra, nace un nuevo foro de expresión con aficiones histórico-literarias, cuyo nombre alude a la presencia del pasado presente: La lengua de Plutarco. Para aquellos interesados en conocer y/o participar en ese nuevo foro, la invitación se extiende hacia todos los sectores. (Más información, en las Escalas del "tramp steamer".) Mientras tanto, querida Daniela, recibe mis más profundas felicitaciones por este gran proyecto del que, eso espero, ya formar parte oficialmente. ¡¡Enhorabuena!!
  • Del lunes 3 de marzo al viernes 18 de abril, se llevarán a cabo los festejos por el Primer Aniversario de la Nueva República de Babel. A sugerencia de Leyvi Castro, Presidenta del Comité Organizador, cabe la posibilidad de que regresen los juegos neobabélicos. (Pero ya veremos.)
Ojalá que las conocencias aumenten o se confirmen ahora con el crecimiento de tantas buenas cosas. Confío en que así sea. ¡¡Muchas gracias!!
Atte.
La Presidencia de la NRB

lunes, 25 de febrero de 2008

El calendario contraataca

En estos últimos días, donde las ferias del libro y las mudanzas documentales están a la orden del día, me he sentido presa de un pequeño objeto que (¡ay, Dios!) cómo nos hace la vida imposible: el calendario. Y más ahora cuando, al iniciar el día, tengo que enfrentarme con uno de hojas desprendibles. Pero vayamos por partes.
Desde el inicio de los tiempos, medir el tiempo (y su paso, claro está) ha sido de imperiosa necesidad para la sobrevivencia del hombre; cada época histórica originó sus propios instrumentos para hacerlo, pero aún así, el tiempo se iba -literalmente- como agua. Así que para tener un mayor control del propio tiempo, se creó el calendario. Mediante éste, ya se tenía algo de control al respecto, pero digamos que no suele ser así, porque cada cultura y/o civilización, tenía su propia versión del calendario. (Para los judíos, el tiempo rebasa la frontera de los 4 miles; los musulmanes andan en su séptimo -¿octavo tal vez?- siglo de vida, y mientras tanto, nosotros, católicos irredentos, navegamos por las aguas del vigésimo primer siglo. ¡Qué tal!) Pero sobre esas minucias históricas, habrá otro tiempo y con mejor documentación para hablar de ello.
Ahora bien, un calendario como objeto cumple muchas funciones, además de la primaria que es anunciarnos el tiempo que corre. Digna es de notar la documental e ilustrativa. Recuerdo que, cuando niño, mi padre me regaló un calendario de la Lotería Nacional; cada mes iba acompañado por una fotografía de las obras artísticas del patrimonio arquitectónico de México, como, por ejemplo, Chichén-Itzá, la catedral de Puebla, la ciudad de Guanajuato o nuestro Zócalo multiusos en la Ciudad de México. Y, claro, cada fotografía bien acompañada con su respectiva nota explicativa. Dentro de este estilo de calendarios, se incluyen los que, anualmente, prepara el Archivo Calles-Torreblanca (con imágenes del México revolucionario del s. XX), los que regala El Colegio Nacional con la obra artística de sus miembros, y me atrevería a decir que hasta los de índole artística que venden en las librerías. (Paréntesis aparte: el non escritor Héctor Anaya prepara y difunde uno muy peculiar. Su Calendario de la Lectura y la Escritura, además de la excelente selección fotográfica y de dibujos sobre escritores, a estas alturas del partido se he vuelto herramienta necesaria para la difusión de la cultura en México. Y, claro, porque la cultura es cosa de todos los días.)
También hay que resaltar una variante muy popular, donde las hojas desprendibles pueden abarcar cada día o la friolera de dos meses. Regularmente, tanto pequeños com medianos negocios como estanquillos, carnicerías, reparadoras de calzado o boutiques de ocasión, escogen esa variante para agradecer la preferencia de sus clientes, ilustrado con el cromo de su elección, desde las fotos de bebés en situación humorística hasta la clásica fotografía de una ciudad europea. Respecto a los de día desprendible, al reverso de cada papelillo, desde recetas de cocina, consejos prácticos para el hogar hasta frases célebres y chascarrillos de gusto variopinto, hacían su aparición para hacer, del día en curso, graficante o, al menos, decente. (Otra función au ralenti: sirve como cuadro de ocasión para adornar la pared dondequiera que se coloque.)
La variante más práctica (e doblemente engorrosa) es el calendario de bolsillo. Sus costos de producción son mínimos -en apariencia- y se puede llevar a donde sea. (La razón de estas notas se relaciona con este tipo de calendario, pero me explicaré mejor.) En el mes de noviembre, después de una agradable tarde en las instalaciones del INEHRM, una amiga mía, Elvia Luna, me regaló un calendario 2008 de bolsillo que sacó un importante banco. Le agradecí sobremanera ese pequeño gesto porque el que traía en la cartera ya no sería para nada. (Cuestión de reemplazos.) Aquello fue el comienzo de una larga y sinuosa cadena de eventos. A la semana siguiente, el vigilante de mi colonia, como antesala de la gratificación navideña, me obsequió un calendario semejante, pero hecho de un material muy sencillo, que corrió con la misma suerte que el bancario: lo metí entre las hojas de un cuadernillo azul, mismo que uso para anotar de todo. (Y conste que no es María Roiz.) Y para acabarla de rematar, pasaba frente al Centro Cultural de España, allá por la calle de Guatemala, cuando un dependiente del centro me obsequió un programa mensual de dicho lugar ¡¡con un calendario 2008 en su interior!! ("¡A la libreta!", me dije con pesar.) Y de allí, pa'l real. Vaya, hasta llegué a pensar que todo ello era un compló en mi contra por decir a los cuatro vientos que detestaba el tiempo. (Y bien que me dejo avasallar por él. ¡Qué lata!)
Sea cual sea su toral función, no cabe duda que un calendario conserva intacta su principal naturaleza. De cualquier manera, con o sin tiempo encima de uno, lo necesitamos, aunque nos duela. Por mi parte, sé que los calendarios que traigo en mi libreta tendrán un usuario menos prejuicioso y sin el prurito que tengo encima. (Habrá un día...) Y, a pesar de todo esto, cuando diciembre tenga la última palabra, jugar de nuevo ese juego de toma y daca que comienza, sin tapujos, cuando nuestro tendero de confianza nos extiende, junto con la mercancía, el cambio y un "Muchas gracias", un nuevo calendario para el año entrante y que Dios nos agarre confesados. (Auch.)

lunes, 18 de febrero de 2008

¡¡¡Felicidades, Claudine!!!

Hablar de una Consejera de reciente ingreso, a veces es una ardua tarea, porque cuando se ha convivido, parcial o completamente con ésta, solamente las semejanzas dicen la última palabra. Para el caso de Claudia Chantaca, digamos que sería la única excepción. Veremos por qué.
Conocí a Claudine hace varios años (olvido el número exacto, mas no importa por ahora), como una dinámica compañera de clases, ávida de aprender sobre temas comunes, como la teoría literaria, la literatura mexicana, entre otras cosas. (Siempre que la ocasión lo ameritaba, se acercaba a mí para pedirme una asesoría bibliográfica, la cual -en menor medida, lo reconozco- siempre la dejaba contenta.) Sin embargo, aunque tuvimos los mismos compañeros y el cuerpo docente de siempre, ella demostró que siempre iba muy a la delantera. Gran mérito, cabe decir, que le ganó la admiración de un maestro muy caro a nosotros, Raymundo Ramos, quien depositó su confianza en ella y todas sus enseñanzas al fin encontraron su estafeta idónea. (Cuestión de enfoques.)
Sus andanzas por los caminos de la investigación la han llevado a conocer aún más los entramados del cuento fantástico, así como también encontrar la punta de la madeja en lo que a teoría literaria se refiere. Cuando una cosa le causa escozor, no duda en resolverla, hasta que el conocimiento gana todas las partidas habidas y por haber. (Y a pesar de que ciertas personas y ciertas circunstancias le quieran jugar sucio, el tiempo termina por darle la razón: acto de oportuna justicia.) Además, su constancia en todos los campos, se vio recompensada con varios galardones, los cuales, sobra decir, son incentivos para una obra en constante crecimiento. En un hipotético diccionario de virtudes, Claudia se ganaría a pulso el significado siguiente: aprendizaje. No lo dudaría ni un ápice.
En realidad, solamente intento hacer con estas líneas un pequeño retrato de Claudia Chantaca, cuyo encuentro en alguna parada de la vida (académica, claro está), es un gratificante placer. (Y como Consejera de la Nueva República de Babel, aún más.) Por ello, hoy que cumples un año más (recuerda muy bien que las mujeres no tienen edad), deseo de todo corazón que la búsqueda del conocimiento te lleve hacia nuevos y mejores puertos. Ojalá que sí.
¡¡¡Felicidades, Claudine!!!

jueves, 14 de febrero de 2008

Regreso a casa

Finalmente, y después de un mes, regreso a ejercer el ministerio que me corresponde, pero ahora con un espíritu meramente renovador y con ganas para seguir navegando por los oceános de la Historia y de las Letras.
Durante este largo tiempo (donde me sometí a una serie de retos que solamente quien escribe podía enfrentarlos), redescubrí lecturas que hacía tiempo no tenía presentes y viajé por senderos de creatividad, pero sobre todo, reconocí que, en la mayoría de esos viajes, está más que presente el afecto, la mano fuerte y la fidelidad de mis Consejeras, que llevaron a buen puerto -a lo largo de mi ausencia- la Nueva República de Babel. A mis queridas Ana Cárdenas, Leyvi Castro, Paulina Martínez y Rosalía Velázquez, quienes integraron la Junta Provisional de Gobierno, va mi sincero agradecimiento y, ahora que regreso a casa, les encomendaré una tarea aún mayor.
Por otro lado, haré los siguientes anuncios:
  • A partir de hoy, se incorporan al Consejo Femenino de Gobierno, las investigadoras literarias Claudia Chantaca y Judith Salazar, y la matemática Onatta Lecona, cuyas ideas, sueños y proyectos tendrán buena cabida en este territorio libre. ¡¡Bienvenidas!!
  • Se integran a la Junta de Asesores Ciudadanos, el literato Omar Pérez Olvera y el matemático Sergio Omar Hernández Echeverría, por sus contribuciones y sus buenas opiniones en pro de la buena salud de la Nueva República de Babel. Además, nombro a Ernesto González Rubio como su certero Director.
  • Hago público el nombramiento como nuevas ciudadanas oficiales de la NRB a Edna Flores Cuevas, Mayela Véliz, Selene Hernández Bueno, Fabiola Gutiérrez Guzmán y Martha Loyo, por su sincera simpatía por la cliocracia babélica. Ojalá que su estancia sea amena y llena de enormes satisfacciones. Así sea.
  • La tarea que habré de encomendar a las Consejeras Cárdenas, Castro, Martínez y Velázquez, será la siguiente: la organización de los festejos para el Primer Aniversario de la Nueva República de Babel, a realizarse el sábado 12 de abril de 2008. El Comité Organizador quedará de la siguiente forma: Leyvi Castro (Presidenta), Ana Cárdenas (Secretaria), Rosalía Velázquez (Tesorera), y Paulina Martínez, Irma Hernández Bolaños, Laura Cabrera y Ericka Mildred Aguilar (Vocales).
  • Por último, tengo el privilegio de anunciar el nuevo gabinete (2008-2009). Tenía programado ratificar solamente cuatro carteras, pero me di cuenta que no era necesario. Aquí van mis resultados:
  1. Ana Cárdenas (Gobernación)
  2. Rosalía Velázquez (Hacienda)
  3. Ericka Mildred Aguilar (Educación)
  4. Laura Cabrera (Trabajo)
  5. Leyvi Castro (Comunicaciones)
  6. Paulina Martínez (Salud)
  7. Irma Hernández Bolaños (Relaciones Exteriores)
  8. Judith Salazar (Cultura y Bellas Artes)
  9. Elisa Cuevas (Ciencia y Tecnología)
  10. Leilani Medina (Turismo)
  11. Monserrat Montes de Oca (Medio Ambiente)
  12. Araceli González (Economía)
  13. Verónica del Toral (Desarrollo Social)
  14. Pilar Máynez (Función Pública)
  15. Alicia Puga (Seguridad)
  16. Juliana Castellanos (Defensa)
  17. Ana Laura Díaz (Investigaciones Lingüísticas)
  18. Daniela Sandoval (Investigaciones Históricas)
  19. Tania Herrera (Investigaciones Literarias)
  20. Claudia Salazar (Investigaciones Sociales)

Agradezco sobremanera a todos ustedes por su espera y con este sencillo acto, doy comienzo a una nueva era. ¡¡Muchas gracias!!

Atte.

Ulises Velázquez

Presidente de la Nueva República de Babel

sábado, 9 de febrero de 2008

¡¡¡Felicidades, Licha!!!

Hace poco más de un año, gracias a las buenas recomendaciones de Rosalía Velázquez, conocí a una niña recién titulada de Historia, la cual tuvo un gran desempeño durante toda la carrera. Se trata de Alicia Puga, actual Consejera de la Nueva República de Babel, de quien me ocuparé en esta ocasión.
Es sabido que nuestra Rosalía siempre me toma de referencia para leer y corregir ajeno, y no es para menos, dado que la mirada incluyente de un literato con pretensiones historiofílicas le puede dar algo de sabor hasta al texto más cuadrado proveniente de la pluma de un historiador. En el caso particular de Alicia, el tiro me salió por la culata. Me explicaré mejor.
Conocí a Licha hace poco más de un año, mediante la rapidez del e-mail y con una segura recomendación de Rosalía. (Digamos de alguna manera que ella era primeriza en esas cosas de pedir ayuda algo más que profesional, así que, olvidándonos de la barrera económica, quedé en arreglarle sus artículos y ella, en olvidarse de mis honorarios. Fue una excelente decisión para ambos.) Ella escribió una tesis (muy buena, por cierto) sobre la polémica suscitada por el libro Los hijos de Sánchez, del antropólogo norteamericano Oscar Lewis, durante los años 60 en México; trabajo del cual extrajo un breve, pero sustancioso, artículo al respecto. Entonces, gracias a las primeras correcciones de un colega suyo de la Universidad Autónoma Metropolitana y a la mirada certera de la propia Rosalía, su trabajo merecía más que la simple publicación en revista alguna. Pero no contaba con una confirmación de mi parte y ésa se la regalé el primer día que la conocí. (Confieso que quedó más que contenta y ello la convenció para enviarme todos sus trabajos habidos y por haber. Junto con Irma Hernández Bolaños, Paulina Martínez y la propia Rosalía, forman mi clientela de toda la vida, por así decirlo.)
Ahora bien, ¿qué papel juega Licha en la marcha de la Nueva República de Babel, sea como Consejera, sea como lectora? Digamos que se resume así la cosa: un sincero aplomo por investigar, la persistencia para difundir el conocimiento y las ganas de seguir aprendiendo cosas para luego compartirlas con sus compañeras, colegas y alumnos, siempre la llevan a emprender grandes empresas, como, por ejemplo, aguantar con temple de acero a un brevísimo público cuando le tocó clausurar el coloquio Letras de la Historia e Historia de las Letras, en abril pasado; aventarse al ruedo en una maestría sui generis como la que se imparte en la UAM-Azcapotzalco sobre Historiografía, e inclusive, a ganarse las buenas opiniones de una leyenda viva como Álvaro Matute sobre sus linderos de investigación. Todas estas cosas no las hizo de la noche a la mañana, pero su constancia está doblemente probada. (Si Licha fuese una palabra del diccionario, excelencia sería la idónea. Y aún así le queda chiquita.) Y cada vez que el azar entrecruza nuestros caminos, siempre es grato compartir las cosas vividas, platicarlas y, claro, proyectar nuevas maneras de seguir en el ajo historiográfico. (A veces, la he notado desanimada, pero en el próximo encuentro acaba por irradiar entusiasmo, persistencia y amistad.) Y me atrevo a decir lo siguiente: ella será uno de los nuevos puntales de la historia mexicana en este siglo XXI en curso. No lo dudo.
Querida Licha: hoy celebras un año más de vida (y aún sostengo que las mujeres no tienen edad, sabes), pero para la Historia que te ha tomado como una de sus más leales seguidoras, ya eres eterna. (Me faltarían más frases al respecto, pero ahora le paro. Más y mejores triunfos venideros te deseo.)
¡¡¡Felicidades, Licha!!!

martes, 5 de febrero de 2008

Leaving Port Memories: La vida en el portafolios

Cuando oficialmente comenzó mi vida escolar (al entrar a la primaria, para ser preciso), a diferencia de mis compañeros, que llevaban una flamante mochila colgada de su espalda, yo había optado por un objeto que tenía los mismos fines, pero de naturaleza diferente: un portafolios. Y más aún si el mío estaba hecho de madera. (Mi papá lo había hecho para emplearlo en sus días de burócrata, pero quien escribe se lo apañó primero.) En las primeras semanas, era un aliado infalible, hasta que la llegada de mis (primeros) libros de texto gratuito, lo relegó a un segundo plano, dada la necesidad de llevar todos los aditamentos escolares juntos y no aparte, como según me lo planteaba. (Fue un retiro forzado, sin duda, del que sólo me quedó resignarme.) Y así pasé, sin oponer resistencia alguna, a las huestes de la mochila samsonite -el resto de mi primaria- y a las del backpack en los primeros años de la secundaria.
Al comenzar el tercer año, llegó a mis manos, gracias a mi padre, un portafolio samsonite grueso, de color azul, que cumplió buena parte de las cosas para las que estaba hecho: guardar todos los libros de texto -entre éstos, uno que coescribió mi querida Rosalía Velázquez, por cierto-, los cuadernos y los lápices, y aún con toda esa carga, tener espacio para un boing de guayaba, una bolsa de papas fritas y hasta para un ejemplar del Novedades y otro del Tele-Guía. Pero además servía -no lo niego, claro está- como tumbaburros a la hora de la salida o como silla emergente cuando esperaba el camioncito de regreso. (También confieso que sirvió para guardar ropa a la hora de irme a casa de unos primos y tomar con ellos clases de regularización en Matemáticas. Gracias a ello, mi tía me obsequió la llave que me faltaba para cerrarlo.) Con todo este rítmo de trabajo, mi querido portafolios me duró una temporada algo larga, digamos que hasta segundo semestre de preparatoria, porque compré otro, de vinil y con fuelle para que se ampliara conforme a las cosas que le metía. De cualquier manera, siempre lo tenía lleno hasta el tope.
Al entrar a la carrera de Letras, ya tenía otro de segunda mano, negro y ejecutivo, como el usado para guardar los dólares en las películas. (Ahora ese modelo ostenta el nombre de Bejarano, por aquello de "no me cierre el maletín". Chistes aparte.) Y me duró hasta que un error en la combinación le dio en toda la chapa. Entonces ya había pasado el tiempo y adquirí dos portafolios de refresco: uno café, con correa para llevarlo al hombro, y otro guinda (con el escudo del sindicato de electricistas), que aguantaba de todo. Y ahora que los menciono, paso a recordar sus andanzas.
Con el portafolios café, tuve mis primeros encuentros con las Letras, es decir, que lo llevaba a cuanta presentación de libros se avecinaba. Además, cuando me tomaba días libres, con sólo guardar una libreta, dos libros de lo-que-sea, tres bolsitas de cacahuates japoneses, un juego de pluma y lapicero, y algunos boletos de metro, ya estaba listo para explorar la ciudad de México, en busca de la inspiración para escribir, escribir y escribir. (El Fondo México de la Biblioteca Vasconcelos era mi oficina, debido al porte y a la seguridad con que llegaba, abría mi valija, sacaba mis artículos de trabajo y me ponía a escribir. Algún día escribiré algo al respecto.) El portafolios guinda, por el contrario, tuvo otro desempeño: también servía como oficina portátil como el otro, pero más bien era como una valija de vendedor de enciclopedias: llena hasta morir. Aparte de los instrumentos de escritura, también le cabían libros de historia (fue mi complice en todos los eventos de la Academia Mexicana de la Historia cuando corrían mejores días), gacetas, separadores, postales y demás publicidad que regalan en las librerías; botellas de agua, tortas banqueteras, encargos editoriales de colegas y hasta funcionó como un bunker personal en todo coloquio al que asistía. Con este impresionante tren de vida útil, se acabarían de volada, mas no fue así. (Retiré el café por una temporada, mismo que me servía de refresco para el otro, pero seguía en activo.) Con todo y sus limitantes, rebasaron toda expectativa. El guinda, luego de acompañarme mientras socorría a una princesa del palacio de hierro en peligro, una tarde lluviosa de julio, a la semana siguiente lo retiré, no sin antes darle el adiós que se merecía. (Para mí, era como el tramp steamer de una novela de Álvaro Mutis.) Respecto al café, como los buenos soldados, merecía morir en batalla. La semana pasada, después de una larga jornada por la ciudad de México, y con revistas, gacetillas, separadores, libros que me habían regalado sus autores y encargos documentales en su interior, ayer por la tarde tuvo sus funerales como todo un jefe de estado.
Estas palabras, amén de convertirse en un capítulo más de mis Leaving Port Memories, sirvan como un homenaje a mis adminículos de trabajo más queridos, en los que llevé -literalmente- toda mi vida. Claro está que las cosas son para usarse y luego desecharse al rebasar toda su funcionalidad, pero siempre quedará presente el tiempo compartido y las cosas que se alcanzaron gracias a su leal, incondicional y certera compañía. (El tiempo traerá un nuevo compañero de batalla, no lo dudo, pero mientras llega, digno es que la memoria deje bien asentada esa impresión. De verdad.)