miércoles, 23 de enero de 2008

La vida reinicia en Bellas Artes

En la cárcel, en la trinchera y en el hospital, se conoce a los verdaderos amigos, reza el conocido adagio popular. Sin embargo, me atrevería de agregarle una cosa más a la frase: y en las presentaciones de libros y en los coloquios también. Digo esto porque una presentación de un importante libro (tanto para el autor, a quien conozco casi de toda una vida, como para quien escribe) hizo lo que no hacen otras circunstancias: reunir a buenos y excelentes amigos, y para comprobar, desde luego, la fidelidad de una conocencia.
El pasado domingo 20 de enero, la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes se privilegió con la presentación del libro Otros 1001 sonetos mexicanos, de Raymundo Ramos, maestro, escritor y amigo; cuyos comentarios corrieron a cargo de los investigadores Miguel Ángel de la Calleja y Rubén Darío Medina, y del escritor Sandro Cohen, quien fue el primero en participar. Resaltó que la antología en cuestión es una prueba fehaciente de que la literatura mexicana goza de cabal salud y cuando se trata de hacer sonetos, mejor aún. Posteriormente, Rubén D. Medina comentó que su papel dentro del equipo de investigación, fue el de calificar académicamente los poemas elegidos; muchos de los cuales, no pasaron la frontera estilística y otros, simplemente, no quedaron. (Confesó que, sin ver el nombre del autor, calificaba su trabajo. Un ejemplo de ello, pasó con Sor Juana Inés de la Cruz, a cuyo trabajo le puso un ¡¡siete!! Cosas que pasan.) Luego, la intervención de Miguel Ángel de la Calleja se sostuvo en describir parte del proceso para la confección del libro, desde el acopio de materiales literarios, pasando por la criba académica -hecha por Rubén D. Medina, recordemos- hasta la consabida publicación y el agradecimiento hacia los alumnos de la carrera de Letras Hispánicas (alumnos de Ramos, Medina y De la Calleja) que formaron parte de aquella empresa, como Maribel Báez, Beatriz Bezares, Rosario Domínguez, Erasmo López, Omar Pérez Olvera, Tania Sánchez Vázquez, Mayela Véliz y quien esto escribe. Como la joya de la corona de la presentación, tuvo lugar la lectura de algunos poemas compilados en el volumen de marras. (Obviamente, el compilador y los presentadores leyeron alguno de su preferencia, pero el momento curioso corrió por cuenta de un lector espontáneo quien surgió de entre el público y leyó el soneto "Aprendizaje", del propio Raymundo Ramos, como una manera de admiración y de respeto. Se le agradeció sobremanera ese sincero gesto.)
Ahora bien, después de toda la parafernalia, vino la hora soñada, la hora del consabido autógrafo por parte del autor, pero también los reencuentros con grandes amigos, presentes y pretéritos. Roberto López Moreno, poeta chiapaneco y quien presentó el libro meses atrás en la FES-Acatlán, además de celebrar la presentación, tuvo su primer acercamiento con la diseñadora Ana Cárdenas, la cual quedó fascinada con la maestría intelectual y artística del poeta chiapaneco. (Tanta fue su pasión por esos linderos del arte, que le pidió le firmara su ejemplar de Morada del colibrí y otro de Manco y loco ¡¡arde!!, con especial dedicatoria para sus padres, don Jorge y Sarita; ésta última, admiradora de la obra lopezmoreniana. Con esto, la promesa del texto laudatorio está a un paso de cumplirse.)
En otro lugar, dentro de la misma sala, quien escribe tuvo varios reencuentros. Primero con Julio Ortega, compañero de generación, amigo y colega escritor, muy bien acompañado por Julissa, su domadora. Después, me alegró el encuentro con una pareja con las Letras en la piel, Lucía y Carlos Domínguez, amigos de López Moreno y gratos colegas de eventos así. Luego, con un poeta muy querido y a quien vi hacía poco, Luis Tiscareño. (Como muestra de afecto y de cariño literario, me regaló un ejemplar de Indolencia perfecta, su más reciente libro.) Y, como cereza del pastel, a la muy siempre querida y admirada Judith Salazar, esposa de Miguel Ángel de la Calleja (co-autores, junto a Tania Herrera Dondiego, de un libro de Literatura universal para preparatoria). Confieso sorprendido que son tantas las cosas que me hacen coincidir con Judith que, de alguna manera, de algún modo, tendremos que ponerlas en papel y letras de imprenta. De cualquier forma, la vida dedicada a las Letras y a su Historia, es todavía más grande. Ojalá que sea así por mucho tiempo.
Así como ocurren los reencuentros con sinceras conocencias, también las caras familiares y las buenas presencias hicieron acto de presencia. Laura Cabrera, Rosalía Velázquez, Ana Cárdenas y Paulina Martínez fueron las personas que me hicieron grata e inolvidable la estancia en el Palacio de Bellas Artes. (Me habría gustado tomarme una fotografía con ellas, pero el tiempo se niega a ello. "¿Para qué una foto si puedes convivir con ellas a cada rato?", me dirá. Mas no le quiero contestar. Todavía.) Bien sé que había cosas pendientes por hacer, pero la magia del Palacio detuvo al tiempo y todo se conjugó en un momento grato, genial, grandioso. (Sin embargo, he de confesarlo, me sentí peor que Cenicienta cuando abandoné el lugar; regresé a la realidad del agreste norte cuando descubrí que el ejemplar de Manco y loco ¡¡arde!! que, tan generosamente me obsequió Roberto López Moreno y el cual también firmó, ¡¡lo olvidé en la sala Ponce!! Sentí que todo había terminado, pero son cosas que pasan.)
Finalmente comprendí que los libros, así como llegan, también se van, pero una conocencia sincera, leal y persistente, como todas las personas que mencioné en las anteriores líneas, vale más que todas las bibliotecas. Gracias a la fidelidad de esas conocencias, aquel domingo y para mí, la vida reinició en Bellas Artes.


3 comentarios:

La niña Fonema dijo...

bueno, yo también saqué siete con Rubén Darío... pero yo ostento ese siete con orgullo, ahora que compruebo lo que pensaba al respecto,

besotes,Zambomba, qué bueno que tú andas con lobos pero aún no aúllas

Anónimo dijo...

Coincido en la sensación de que esa tarde se dio una reunión de amigos. Indudablemente no faltarón los wana-be como el señor que tenia enfrente (no es por discriminar o ser elitista, pero para emitir una opinión antes hay que hechar a andar al ratón).

Carlos D.

Anónimo dijo...

Una vez más vivimos otro domingo inolvidable en el centro de la Ciudad.
Rosalía y yo disfrutamos re bien el viajecito en el metro. Estuvimos bien contentas.

Recibe mis felicitaciones y un gran abrazo.

XOXOXO