sábado, 12 de enero de 2008

¡¡¡Felicidades, Leyvi!!!

Una ventaja de celebrar a cada Consejera de la Nueva República de Babel, reside en el sencillo hecho de darle voz a la memoria para que haga un retrato sencillo, pero entero, de las personas que habitan en esta eutopía en red. (Y varias Consejeras lo saben de sobra.) Ahora la memoria y el justo homenaje se dirige hacia la Consejera Leyvi Castro, comunicadora de aplomo constante y cuya paciencia forma parte del engranaje que mueve a la NRB, hoy que festejará un año más de vida.
Conocí a Leyvi en la situación más inverosímil de mi vida: como alumna en un extraño (hasta para mí lo era) curso de ortografía y redacción, donde también fueron a parar una colega y amiga suya, Verónica del Toral, y nuestra Rosalía Velázquez, quien no necesita presentación. Durante varios meses, mientras seguía el temario del cursillo y el aprendizaje ganaba más batallas que el Cid campeador, además de la curiosidad de Rosalía y Vero, el ingrediente más elemental de cada sesión, era la precisión de Leyvi para proponer ideas, cuestionar argumentos y hasta corregir al profesor. (Confieso que nunca me salvé de ello.) Lamentablemente, los cambios de funcionarios en la División de Humanidades y el llamado natural de nuestras carreras cerraron esa etapa. En el intermedio, seguí frecuentando -y lo sigo haciendo- a Rosalía, y ayudé a Vero con dos cosas: publicar en El Búho, cosa que sí hizo, un mes después que un servidor, y darle algunos nortes para sus tesis de licenciatura. De Leyvi ya no supe nada.
A mediados de 2007, allá por agosto o septiembre (no recuerdo muy bien), ocurrió el reencuentro en el lugar aún más inverosímil de Acatlan City: la puerta de entrada, en una guardia que se rotaba entre los funcionarios. La sorpresa: verla ya convertida en la segunda al mando de ese barquito llamado Programa de Investigación, es decir, en una eficiente y plural Secretaria Auxiliar. (Una cosa en ella no había cambiado desde la última vez: hablarme de usted. Claro está que habían pasado los años, pero cuando una conocencia es sincera y constante, el tuteo es el pan de cada día.) A partir de allí, los encuentros ya fueron continuos. Y doblemente, desde hace dos meses, cuando el Mtro. Raymundo Ramos comenzó a fijar su residencia en el consabido barquito, para luego seguirle sus pasos Aurora Flores Olea y, por último, Patricia Montoya y la propia Rosalía, quienes contaron con un servidor para organizar la respectiva transición. Al final de cada día, siempre hacía escala en la oficina de Leyvi para comentar cosas que solamente las vueltas del día transcurrido dejaba salir. (Gracias a los portarretratos que tiene sobre su credenza y los carteles pegados en las paredes, supe que su vida estuvo en Europa, lugar de donde regresó llena de gratas experiencias.) Y si estas sesiones al vuelo están llenas de nuevas lecturas, creo que ya no hace falta reanudar la época de 2004. (Persistencia es la palabra que mejor la define en mi diccionario personal.)
En fin... son tantas las cosas que me faltarían para un justo retrato de Leyvi Castro. No me preocupo del todo: sé algo sobre la estudiante y conozco lo necesario de la funcionaria. Y de la amiga y colega, hay muchas páginas en blanco para llenar. (Al respecto, aplico sobremanera aquello que siempre dice el legendario periodista Julio Scherer a sus amigos: Piensa en lo mucho que nos une y no en lo muy poco que nos separa.)
Cara Leyvi: son tantas las cosas por hacer, pero ahora me limito a celebrarte con las anteriores líneas y te recuerdo que las mujeres no tienen edad. (Mereces más, pero por ahora me detengo.)
¡¡¡Felicidades, Leyvi!!!

1 comentario:

La niña Fonema dijo...

vaya, cuántos elogios, hasta dan ganas de conocer a Leyvi... sería bueno hacer una junta de gobierno, imagina lo que saldría de allí... ¡Zambomba! (en el sentido exclamativo). Conozco a pocas de mis compañeras funcionarias (y eso de lejos), pero sus retratos apasionan. Felicidades a las modelos y al retratista...