sábado, 17 de noviembre de 2007

Coloquio Memoria e Identidad

Cada día que pasa, sigo amando los coloquios. Y digo esto no sólo por la infinidad de temas expuestos, sino por el número de investigadores que terminan, inusitadamente, por afiliarse a nuestras conocencias, cosa que se agradece sobremanera. Y en el caso del coloquio Memoria e Identidad, realizado del 12 al 16 de noviembre en Acatlan City, no podría ser la excepción. Además de haber suscitado una enorme expectativa y que el número de expositores haya rebasado la frontera de lo meramente cuerdo -esto es fraternal descripción, como diría José Revueltas-, aprovecho esta tribuna para hacer una crónica de algunos highlights del evento.
El lunes 12, luego de una parca ceremonia de inauguración, comenzó la primera mesa, de la cual cabe decir que destilaba -por sí sola- una gran conmoción, a pesar de que el tiempo quedara (durante toda la semana) restringido a 17 minutos por ponente. El precio de la divulgación. De la primera mesa destacaron algunos trabajos interesantes, como el de Hilda López Carrillo, de la Universidad de Zacatecas, cuya ponencia tocó los linderos de la memoria y del olvido dentro de la historia. De los participantes de casa, resaltaron los trabajos de Blanca Estela Aranda, Manuel Ordóñez y de la alumna María Bárbara Enríquez, cuya ponencia que versó acerca de las tradiciones, tiene un estilo de escritura que se halla emparentado con los escritos de Luis González y González. (No me equivoco al decir que su peculiar estilo en el oficio de historiar, le abrirá las puertas de la investigación donde logre amalgamar la historia con las letras. Sin duda alguna.) Horas después, a las 4 p.m, al desarrollarse la segunda mesa, que tuvo como eje temático la letra impresa, destacaron sobremanera los trabajos de Laura Edith Bonilla, Elena Díaz Miranda y de Rita Robles, proveniente de la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM), cuyos trabajos hicieron hincapié en la importancia de los diarios y de la obra de ciertos escritores como José María Vigil y Manuel Rivera Cambas. Una mesa suprema, a decir verdad.
El martes 13 (para unos, día común, para otros, objeto de superstición), la juventud acabó por imponerse en las dos mesas. A la par de grandes maestros y luminarías de Acatlán, como Irma Curiel Rosas, Carlos David Vargas, Lourdes Perkins y Arturo Torres Barreto, cuyos trabajos -como siempre- dejaron impresionado al respetable, las jovenes plumas de Yolistli Hernández Camacho y Ángeles Argueta Guerra no se quedaron atrás. El trabajo de la primera se trata de un acercamiento bastante interesante a la obra de fray Bernardino de Sahagún. (Esperemos que estas inquietudes la lleven a colaborar, en lo sucesivo, con la Dra. Pilar Máynez y con la Dra. Ascensión H. de León-Portilla, en el proyecto El legado de Sahagún.) Respecto a la segunda, no me equivoco al decir que sus investigaciones sentarán un buen precedente acerca de la mujer novohispana, y más si se trata de la faceta religiosa. Ante este alarde de maestría, esperemos que ésta no sea la última vez que participen en un coloquio de semejante importancia.
El miércoles 14, no paramos en lo que a mesas se refiere. El día quedó dividido en tres mesas, con un promedio de ¡¡7 ponentes!! cada una. De la primera resaltan las siguientes participaciones: la Dra. Alicia Gojman nos llevó de la mano hacia la historia de un templo judío olvidado en la colonia Polanco, como un referente en lo que identidad se refiere. Luego, los egresados Ignacio Nieto y Jael de la Luz rozaron los linderos de la religión en sus respectivos trabajos. (El primero, sobre la comunidad musulmana en México después del 9-11, y la siempre versatil Jael, sobre la experiencia de las comunidades cristianas y la injusticia social. Trabajos, a decir verdad, que ponen el dedo en la llaga, porque se trata de temáticas aún presentes y con miras a una posible solución.) Horas después, en la segunda mesa, la aplanadora acatleca hizo de las suyas. El profesor Joaquín Careaga tocó los tópicos del racismo y de la identidad, la historiadora Rosa Félix hizo lo propio acerca del discurso nacionalista de Benito Juárez durante la guerra de Intervención francesa, la internacionalista Georgina Villafranca sobre la obra de Samuel Huntington, y los noveles historiadores Pedro García Hurtado y José Trinidad Cázarez cuyos trabajos -microhistorias sobre un pueblo que pocos conocen y sobre la tercera raíz en México- son la prueba fehaciente de la saludable condición de la historiografía mexicana de los albores del siglo XXI. (No cabe duda de que, al hacer Historia, la comunidad acatleca no se anda con historias.) Pero la joya de la corona llegó hasta avanzada la tarde, con la última mesa donde los nombres de Raymundo Isidro, Irma Hernández Bolaños, Manuel de Jesús Serrano, Georgina Ávila y David Guerrero, rebasaron con toda expectativa. La identidad del pueblo hñahñu, el pueblo oaxaqueño en la obra de Manuel Martínez Gracida, las haciendas de la Cañada oaxaqueña, la identidad cultural de la Huasteca y las familias de un barrio obrero, fueron los temas que, tratados con gran maestría y en alarde de sabiduría, dejaron impresionados a los asistentes. Sin duda alguna.
Cuando los inicios son buenos y las continuaciones, excelentes, los finales no pueden quedarse atrás al respecto. Y mayor prueba de ello, tuvo lugar el jueves 15, con la primera mesa, donde resonaron los nombres de José García Gavito, Rebeca López Mora, Aurora Flores Olea, Julio César Morán, Pilar Barroso y de la novel Lilia Félix, cuya prosapia historiofílica sacó a relucir. Todos fueron trabajos de gran valía historiográfica y de tratamiento bien fundamentado, sin embargo, el tiempo -ése que nos cobra caro su desdén-, nuevamente, atacó de nuevo, mas los ánimos nunca cesaron por parte del público asistente. Con semejante espíritu, pasada la tarde comenzó la mesa de temáticas literarias. A pesar de un sorpresivo cambio de orden en la lectura, destacaron las ponencias de José Antonio Forzán (U. Anáhuac), Mauricio Yáñez (ENAH) y de las glorias locales Milagros Pichardo y José Ulises Velázquez, quienes mantuvieron en el público un inusitado interés por el mito y la identidad, la violencia en la novela latinoamericana, el muralismo mexicano y por la obra de Andrés Iduarte, a pesar de que el tiempo atacara de nuevo. El heroísmo de ambas partes se agradeció sobremanera.
Finalmente, un excelente final para un buen inicio al fin se dio con la mesa de clausura, realizada el día de ayer, viernes 16, con la participación especial de Arno Burkholder (Instituto Mora), quien habló sobre el diario Excélsior, y de Verónica Oikión Solano (COLMICH), cuya exposición sobre los movimientos armados de la segunda mitad del siglo XX generó una gran inquietud entre el público asistente. Por el otro lado, nuestras glorias locales como Rosalía Velázquez y Evelia Almanza, no podían quedarse atrás al respecto. La radio mexicana de los años 20, 30 y 40, y las expresiones de nacionalismo en México, fueron los temas que demostraron, a carta cabal, que la Historia, además de tener prisa, en los lares de Acatlan City surge a flor de piel ¡¡y de qué manera!! Con todo esto, el final del coloquio ya era inminente y además de felicitar a Julio César Morán, Presidente del Claustro de Historia y organizador del evento, por haber llevado a buen puerto las naves de la historia y reunir, en buena lid, al gremio de las Humanidades, tenemos la sincera esperanza de que el coloquio del año próximo sea mejor y, eso sí, que el tiempo no vuelva a hacer tanto de las suyas.
¡¡Felicidades a todos!!

1 comentario:

La niña Fonema dijo...

yo estoy sinceramente muy enojada con los organizadores de ese coloquio... cumplí con los requisitos en tiempo y forma, y nunca tuvieron la amabilidad de enviar un correo donde indicaran que rechazaban o aceptaban mi trabajo. qué descortesía. completamente fuera de las normas habituales.
en fin...