martes, 2 de octubre de 2007

Leaving Port Memories: Disparen sobre el ponente

Hace alrededor de dos años, comencé mi periplo como ponente y conferencista gracias a una mesa redonda (y colectiva) sobre la Primera parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, de la cual podría decir que me fue bien, casi regular si me pongo drástico. Sin embargo, mi debut como conferencista cuasi lector, se remonta tiempo atrás.
En noviembre de 2001, gracias a la insistencia de Miguel Ángel de la Calleja (en aquel momento, jefe de la sección de Letras Hispánicas) y a la buena atención de Patricia Macías, joven funcionaria del Instituto de Cultura del D.F., tuve mi primera oportunidad para leer mis poemas, al igual que varios colegas de barco, o sea, de carrera, como Carlos Fraga (quien hoy trabaja en Publicaciones del IPN), Israel Pérez Fragoso (cuya pista le he perdido) y Julio Ortega Jiménez (colega y amigo, hoy en día hombre de familia), una especie de Abdul Bashur para este intento de Maqroll que soy yo. Juntos, y repartidos por toda la semana, nos tocó leer nuestras obras poética y narrativa ante una (todavía) joven comunidad de literatos tirando a poetas malditos (o malditos poetas, según como se vea) provienientes de la Facultad, la Ibero, el Claustro de Sor Juana y la Metropolitana de Iztapalapa.
Nosotros no le pedíamos peras al olmo ni tejocotes al ahuehuete, pero estábamos conscientes de que nuestra obra bien podía dejar huella en los muros del Ex-Convento de San Lorenzo, entre las calles de Belisario Domínguez y Allende; además, la noche (devuelta a nosotros luego del engorroso horario de verano) le daba un toque mágico al encuentro. Israel y Fraga leyeron sus relatos como si lo hubieran hecho en Bellas Artes, aunque su competencia (dos niños de la Ibero, actualmente chícharos en canales culturales) era lo suficientemente amedrentadora. (Poco faltó para que nos gritaran: Disparen sobre el poeta, aludiendo a aquella película de los años 50, con Charles Aznavour como protagonista.) Respecto a los poetas de la delegación acateca, a Julio y quien escribe nos fue de maravilla. La originalidad de los poemas julianos y la versatilidad de los haikús de un servidor, dejaron al respetable con el ojo cuadrado. (Desde ese momento, la poesía se volvió una prueba de vida y nunca nos faltaron eventos u oportunidades para retomar el ancho y ajeno camino de los recitales poéticos.)
Años más tarde, gracias a la buena esperanza de Ericka Mildred Aguilar (Secretaria Técnica de la División de Humanidades y Consejera fundadora de la Nueva República de Babel), a mediados de 2003, los literatos rebeldes de Acatlán volvieron a las andadas. Carlos Fraga, Julio Ortega y quien escribe leyeron sus obritas ante alumnos de nuevo ingreso de Letras e Historia. (Tres carcamanes leyendo poesía y narrativa ante un público de villamelones, háganme el reverendo favor.) Lo único que nos faltaba era la bebida: un whisky on the rocks para Fraga, una cheve bien fría para Julio y una copa de vino tinto para un servidor. (Qué pena por Mildred: estar entre los Poetahuevos ¡¡qué puntada!!)
Ahora, a seis años de distancia de mi primera participación y a escasos 40 días del coloquio Memoria e Identidad, sólo me queda esperar que griten, desde algún punto del auditorio donde se lleve a cabo el chou, aquella lapidaria frase:
¡¡Disparen sobre el ponente!!
(Cuestión de enfoques.)

1 comentario:

La niña Fonema dijo...

y qué? cuándo le avisan a uno si aceptaron el trabajo?

o eso quiere decir que ya no me aceptaron? :(