sábado, 15 de septiembre de 2007

Conocencias de Clío: Enrique Krauze

La conocencia de esta ocasión estará dedicada al recuento (y al recuerdo, claro está) de cómo se originó mi interés por la Historia: cuestión que tuvo a bien preguntarme Laura Cabrera hacía algunas semanas. La respuesta de aquel momento era muy simple: gracias a Rosalía Velázquez. Sin embargo, el recuerdo se remonta años atrás en el tiempo.
En mis gloriosos años en la primaria, me gané el mote de historiador simplemente por una tendencia natural por aprenderme fechas y nombres. Pero el tiempo se encargó de ponerme en el camino correcto. Estaba en la secundaria cuando aparecieron en los puestos de revistas los primeros libros de la naciente editorial Clío, fundada por el historiador Enrique Krauze. Los primeros libros eran de índole biográfica (Porfirio Díaz, Javier Solís y Cantinflas, por decir algunos), de los cuales sólo compré la colección dedicada al Gral. Díaz, escrita a cuatro manos por Fausto Zerón-Medina y Enrique Krauze. Quedé encantado al leerlos que, desde ese momento, supe que mi camino estaría marcado por la Historia.
Cinco años después de mi entrada a la Universidad, donde estudié Letras Hispánicas, mi contacto con las ligas mayores de la historiografía estaba por comenzar. Por azares del destino, conocí la Academia Mexicana de la Historia y durante la octava edición del ciclo Historia, ¿para qué?, tuve mi primer encuentro con Enrique Krauze, quien impartió una conferencia sobre José Fernando Ramírez. Finalmente conocería al autor de mis primeros libros de Historia. Pero tuvo que pasar un año para que le expresara de viva voz mis impresiones y sólo me limité a que me firmara mis ejemplares de Caras de la historia y Caras de la democracia. (Sin embargo, gracias a esa conferencia, conocí a Miriam Solano, con quien compartí coincidencias y dispatías. Que esta conocencia sea también un merecido homenaje.)
Al año siguiente, en El Colegio Nacional, durante su primer ciclo de conferencias ya como miembro de esa insigne institución, mientras me firmaba mis ejemplares de la serie Biografía del poder y su discurso de ingreso a El Colegio Nacional, al fin le confesé que su obra, modestamente, me abrió las puertas de la historia. Al oír eso, sonrió agradecido y me instó para que siguiera con ese mismo ánimo. Se lo agradecí sobremanera. Y no fue sino hasta el pasado mes de junio, en el marco del homenaje a José Luis Martínez, realizado en el propio colegio, donde me firmó sus Caudillos culturales en la Revolución mexicana. (Inclusive, allí mismo, le comenté -en tono de broma- a Javier Garciadiego que le estaba "haciendo la competencia". El doctor sólo me dijo: "Ese libro ya es todo un clásico". Lapidaria la frase, sin lugar a dudas.)
Aunque mis contactos personales con Krauze sólo se limitaron al autógrafo y al comentario cebollero, sinceramente le he profesado una admiración por acercar la historia a todo mundo. Se le pueden criticar sus métodos de investigación, pero a su impecable prosa no hay quién le gane. Además, hizo suyos los conceptos de biografía del saber y del poder, provenientes de la tradición británica, mismos que han originado señeras obras dentro de la historiografía mexicana del siglo XX. Abundarán sus detractores, ni dudarlo siquiera, pero sus obras, por default o en tiempos extra, tendrán la mitad de la batalla ganada.
Mañana, día de fiesta nacional, también debe serlo para la grey mexicana de Clío, al celebrar los sesenta años de una figura firme en convicciones, pero doblemente firme en su compromiso con y para la Historia.
¡¡Enhorabuena, Dr. Krauze!!

1 comentario:

La niña Fonema dijo...

chaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
a mí ponme del lado de los detractores...