jueves, 2 de agosto de 2007

Cinco placeres culpables de un adicto al súper

Hace poco más de un mes, uno de mis artículos semanales, El indiscreto encanto del súper, generó cierta conmoción por parte de tres importantes consejeras de la NRB, de las cuales sólo recibí la más inusitada de las ovaciones. Ahora bien, y luego de una visita fast track con tal de obtener cambio para regresarme a casita, y sin fingir demencia, va que va mi Top Five de mis Placeres Culpables del Súper.
  1. Pasar cerca de una hora leyendo magazines en el departamento de Libros y Revistas. (Claro está que un neobabélico como quien escribe, primero tomaría partido por los libros, pero ésta es la mejor oportunidad para refinarse todas las revistas habidas y por haber. ¡¡Y sin discriminación de cualquier tipo!!) Me declaro culpable de leerme GQ, Quien, Cosmopolitan, Vanidades, Marie Claire, además de TV Notas, Rolling Stone y Cinemanía, con mis consabidas escalas en Letras Libres, Gatopardo y Nexos, mientras veo qué debo comprar.
  2. Echarme un volado para saber qué artículo del departamento de Dulcería me llevaré. (Para quien acepta una irrefrenable adicción al chocolate relleno de tequila, ron o rompope, no hace falta, pero cuando se trata de cambiar la rutina, aquí no hay de piña; aunque una lata de caramelos con sabor a cereza sea una forma depurada -no menos elegante- del soborno. Cuestión de enfoques.)
  3. Caminar, cual pasarela de Karl Lagerfeld, por el departamento de Papelería. (No es para menos, dada la importancia de dicho lugar en estos días, donde el regreso a clases de los peques de Primaria y de los teenagers de la Secundaria es más peligroso que un plantón en Reforma.) Porque a la hora de seleccionar artículos para su postrera compra, casi a punto de dejar esa sección, a última hora regresamos para: A) Devolverlos y tomar otros de menor precio, B) Tomar más artículos de la misma categoría o C) Ninguna de las anteriores. La vueltecita que se da para hacer cualquiera de las tres opciones, se asemeja al contoneo de una modelo en pasarela del fashion designer de su elección.
  4. Adquirir el síndrome de Homero Simpson frente a un anaquel de galletas, pastelitos y pan dulce. O sea, destilar litros y litros de baba con el solo hecho de ver la variopinta gama de productos para satisfacer los apetitos del más acérrimo gourmet-gourmand. Desde un presidencial surtido de galletas finas hasta las arrebatadoras pero sencillas mantecadas. (Mmmm... mantecaadaas...)
  5. Brincar de caja en caja, para finalmente colocarme en la primera que elegí. (Lo siento, en esto me declaro completamente culpable, casi para cadena perpetua, por ello. Pero siempre que aplico la Ley de Monsieur Etorre, hago lo mismo.)

Y luego de tamaña terapia, invito a ustedes para que también se destapen y digan cuáles son sus placeres culpables del súper. De verdad, ¡¡sí que sería bueno!!

[P.S. Como complemento a este artículo, en la Galería de la Memoria está el soundtrack idóneo para estas confesiones. ¡¡Qué lo disfruten!!]

1 comentario:

La niña Fonema dijo...

me encanta el súper...
ayer fui, y durante mi feliz estancia pensaba en mis vicios al comprar:

1.- llevar una lista de lo que debo comprar... y no seguirla. siempre compro algo más, jaja.
2.- comprar hasta cinco o más tipos diferentes de galletas (para la leche, para el té, para el café, jeje, no puedo comer las mismas con todo!) y al menos dos tipos diferentes de cereal
3.- cantar durante todo mi recorrido
4.- leer las tarjetas de felicitación (por qué uno hace eso, eh? recuerdo hacerlo desde niña)
5.- comprar alguna de las múltiples gusgueras que venden al salir (el icee de cereza es un clásico)

pues ya, son los que se me ocurren por ahora

jeje

besotes