sábado, 7 de julio de 2007

Leaving Port Memories: Le pop français

Las latas de la limpieza en casa siempre traen buenas sorpresas. Lo mismo el cambio de la despensa que las notas del teléfono, de cuando en cuando aparecen debajo de los sillones, pero el polvo, por donde quiera que se vea, no duda en hacer acto de presencia. Y, precisamente, mientras estaba en batalla campal contra éste, limpiando la colección de elepés, me topé con una joyita. Se trataba de un disco de Stéphanie de Monaco (Estefanía de Mónaco, en español, la princesita rebelde del famoso principado, cuya vida pública y privada es pan de cada día para el ¡Hola!, la Quién -se cree- y hasta la descarada Caras. Lástima por el oxímoron.), de quien sólo conocía una sola canción y eso gracias a 6.20. De inmediato, lo puse en la tornamesa y, seguro lo adivinan, me engolosiné con todas sus canciones. Pero mejor me explico.
Siempre he sentido una irremediable atracción por las canciones en francés, dado que oía -por la misma estación, cabe notar- lo mismo a Mireille Mathieu y a Dalida (el dueto que hizo con el otrora súper galán Alain Delon para la canción "Paroles, paroles", es ya un clásico contemporáneo) que una melodía de Elsa o a la misma Stephanie. Desde que escuché "Ouragan" -¡¡y su versión en inglés, "Irrisistible", también!!-, me dije "de aquí soy". Y no me arrepiento. Claro está que tenía unos 11 años y aún me faltaba conocer más música, no sólo francesa, sino del resto del mundo, hasta que un día, una de mis amistades en la preparatoria me habló sobre una de las grandes de Francia: Edith Piaf. "Ésa sí vale la pena", me dijo, y que no perdiera el tiempo con cantantes artificiales. (En aquel momento, quien me lo había dicho tenía razón, pero el tiempo demostró que no la tenía toda.) Y ahí me tienen, buscando quien que me prestara algún cassette, cosa que nunca sucedió. (Por lo menos, tuve un consuelo: descubrí a Nana Mouskouri, pero no era lo mismo.)
Poco antes de ingresar a la Universidad (era el año del paro, según recuerdo), supe de un programa de radio cuya programación era de música francesa. En ese momento, Top France se convirtió en mi aliado en aquellos días. Cuando ingresé a la carrera, seguí frecuentando su programación, hasta que mi efímero paso por mis primeras clases de francés hizo que me olvidara de escucharlo. (Por default, también me olvidé de aprender el idioma.) Sin embargo, regresé al programa del francesísimo Antoine St. Michel.
Hasta hace un año y medio, mi admiración por la música francesa retomó su lugar, obviamente, gracias al pop. Las canciones de la corsa Alizée hicieron lo propio, y pasé por las armas sus únicos y primeros compactos. (Cabe decir lo siguiente: mientras en Francia ya pasó de moda, en este lado del charco sus fans somos legión. Sin duda.) Y gracias a la Súper carretera de las Informaciones, me topé con su maestra y precursora, Mylène Farmer, a quien, por cierto, no le sobra ni le falta nada. Pasa de la sordidez gótica de sus primeros discos al desenfreno meloso de sus últimas producciones. (Bueno, son enfoques. Es como con los escritores, algunas obras son buenas, otras malas. Nada más.) Respecto a Hélène Segara (cuyo séquito de admiradores aumentó gracias a un dueto con Andrea Bocelli), solamente una observación: romanticismo a todas luces. Me reservo mis comentarios hasta una próxima ocasión, por mientras, digno es escucharla. Y la que se lleva las palmas, por ahora, es Patricia Kaas. Genealógicamente, está emparentada con la Piaf, obviamente, también con la versatilidad de la Mathieu y es la única cantante -a mi parecer- que conserva inmutable su estilo. (Después de esto, las pedradas o los aplausos.)
Finalmente, me puedo jactar de ser un escucha del pop francés, sea soso o elevado. Lo importante es que Francia no le pide nada al resto de las industrias musicales del extranjero. Y lo mejor de todo, que es el único pop que no pierde frescura con el paso de los años. (Sólo una excepción: a principios de los 90, un inverosímil nene, de nombre Jordy, estuvo en los charts con sólo dos canciones, "C'est dur être bebé" y "Alison"; después, se apagó.) Además, tiene sus ventajas estar en la Unión Europea, porque sus cantantes están en todas partes. Y los franceses, al respecto, ya han ganado más batallas que Napoleón. (Una muestra de ello estará toda esta semana en el Palacio de la Música.)
Au revoir!!!

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