lunes, 30 de julio de 2007

El Cantante de la Semana: Joan Manuel Serrat

Hace algunos días, navegando por las aguas de la Información, me encontré una frase que transpiraba verdad por los cuatro costados: Música de padre y madre, no hay ninguna. Y ello obligó a la memoria a hacer acopio de fuerzas para dejarla hablar. El resultado fue el siguiente.
En colaboraciones anteriores, hablé sobre la música de Mecano como parte de mi vida, la cual fue definida por la multiplicidad de sus temas. Sin embargo, ése aprendizaje no estaría completo sin otra presencia ibérica: Joan Manuel Serrat. Gracias al equilibrado (en ese entonces) gusto de mis padres, mi acercamiento a la obra del cantautor catalán fue de lo más extraño. Sea en el coche, acompañando a mi papá, sea en casa, mientras mi mamá hacía el quehacer, siempre escuchaba el mismo cassette con una eximia selección serratiana. (Al principio, me pareció algo aburrido, pero el tiempo terminó por convencerme, para luego convertirme a su culto.)
En los extraños días de la preparatoria, siempre regresaba a Serrat. Gracias a sus canciones (algunas, poemas de Antonio Machado y Miguel Hernández) supe que mi vocación se encaminaba hacia la literatura. Y no era para menos, porque el primer libro de poesía que compré fue una antología de Miguel Hernández, y, claro, buscaba el poema -"Elegía (a Ramón Sijé)", por ejemplo-, para después cantarlo. (Siempre las lágrimas hacían de las suyas, al final de ello.)
Como todo los géneros musical que pasaba por mi vida, Serrat tuvo su respectivo impasse, cosa que no duró mucho tiempo, porque adquirí el compacto El gusto es nuestro. Serrat, acompañado por los infaltables Ana Belén y Víctor Manuel San José y el inverosímil Miguel Ríos, se atrevió a cantar sus propias canciones y las de los demás, de una manera verdaderamente única. ("Cantares", acompañado por Miguel Ríos, es una obra maestra; "Paraules de amor", en voz de Ana Belén ¡¡y en catalán!!, se vuelve una delicia, y "M'en vaig a peu" con Víctor Manuel, se convierte en un himno para todo.) Y, claro, regresé al camino poético del catalán.
Sin embargo, en la dispar obra serratiana, no todo es conmoción. La frescura de sus primeros discos y sus respectivos éxitos, no se ha perdido del todo. (Es más, ¡¡hasta son más jóvenes que nosotros!!) Si comparamos esto con las últimas producciones (Sombras de la China, por ejemplo), vemos que sigue patente su interés por contarnos una historia, pero ahora se toma demasiado tiempo en hacerlo. (Claro está que el tiempo termina por rallentizar las cosas, pero en este caso, sí que se pasa de tueste.) Aún así, Serrat es único.
Ahora, en estos tiempos donde se ha perdido hasta la capacidad no sólo de soñar, sino de asombrarse cada día con los casos y cosas que nos trae la vida, siempre es oportuno regresar a las canciones de Joan Manuel Serrat, y saber que el sur también existe, y que hoy puede ser un gran día, para planteárselo así. Ni duda cabe de ello. (Y una sugerencia final : que cada quien se tome una copa a la salud de su canción favorita de Serrat, porque, finalmente, el gusto también es nuestro.)

miércoles, 25 de julio de 2007

Caris, caris y más caris

Hace varios días, donde la incertidumbre me hacía confundir las corazonadas con las cardiopatías, gracias a la Súper carretera de las Informaciones, me topé con un rimero de series animadas que hacía tiempo no veía; unas, por la pesadumbre de los años; otras, por mi anacrónica presencia, es decir, que nunca me tocaron y, por ende, nunca vi. Mejor me explico.
Los dibujos animados o caricaturas (las caris, de cariño) forman parte del amplio universo del entretenimiento televisivo, ya que muestran mundos que, por su naturaleza ficticia, son lo más real que nos ha sucedido. ¿Por qué? Porque, siendo niños, nos hacen pensar en otros mundos, otras posibilidades de ver la vida. Sin picarme de exagerado (que sí lo soy, pero me aguanto), creo no equivocarme. Por ejemplo, ¿quién no aprendió un poco de mitología griega con los episodios de Ulises 31 o con las batallas de Los Caballeros del Zodíaco? ¿O de astronomía con los Halcones Galácticos? Y para las niñas de entonces -y de ahora, porque siempre lo serán-, su modelo aspiracional fue la Princesa Caballero, soñaron con Heidi y lloraron con Candy Candy. (En los últimos años, las andanzas de las Sailor Moon eran las que partían el queso.)
Sin embargo, el amplio mundo de las caris tenía una amenaza constante: que se les tildara de superficiales y de incentivar la fantasía hasta niveles extremos. No les faltaba razón a sus detractores, pero también existen opciones meramente educativas, sin dejar de lado la diversión. Haciendo un poco de historia, Claudio Biern Boyd hizo su contribución con series como D'Artacan y los tres mosqueperros, La vuelta al mundo de Willie Fogg y Sandokan: buenas adaptaciones animadas de obras literarias, cuyos personajes eran interpretados por animales. (Buena puntada, ¿no les parece?) En 1992, en plena fiebre por celebrar los 500 años del choque de dos mundos, una excelente serie animada, Las mil y una Américas, hizo lo suyo. De allí, muchos niños se interesaron -ya crecidos- por las culturas precolombinas. (Con estos ejemplos, sus detractores podían estarse quietos por largo rato.)
Ahora, muchos de aquellos niños televisivos ya crecieron y sus horizontes también. A veces, gracias al poder repetidor de cierto canal santangelino y de otro de fuerte arraigo local, nos reviven la nostalgia por un ratito. Pero los más fans avezados siempre encuentran nuevas razones para serle fiel a una o varias caris. Y si le sumamos la magia del dvd, mejor aún. Para quien escribe, ver en estos días de ocio episodios de los Thundercats, es como si el tiempo no hubiera pasado (Y con suma razón puedo sostener que el Código de Thundera es más vero y creible que los tratados de la ONU. Se aceptan réplicas, dúplicas y polémicas.); y por las tardes, por el otro canal, me muero de la risa con las ocurrencias de Ovideo y su banda. [La remembranza propia va por cuenta de las consejeras, ciudadanos y viajeros de la NRB.]
Así como hay lecturas para cada edad, también hay caris que no pueden digerirse a la primera. Caso concreto, Los Simpsons (en colaboraciones anteriores, hablé de esa serie, pero no está de más recordarlo), cuya temática adulta y descaradamente contemporánea, en México se tornó transparente. Pero en el rubro de las animaciones japonesas, la cosa no cambia. Remi y la misma Candy Candy, por su estructura dramática, son telenovelas animadas; Sailor Moon ya toca los linderos de la diversidad sexual, y, el summum de todas, Evangelion, tiene de todo: intriga, ciencia ficción, mitología bíblica y cabalística, y, lógico, algo de violencia y sexo. (Pero de esa serie animada, luego hablaré.)
En suma, hay caris para todo y para todos. Depende de cada quien darle vuelo a su nostalgia. El resto, son sólo historias, ¿verdad?

Puertos de llegada y de partida

En los pocos días que transcurrieron entre el último artículo y el presente, han sucedido tantas cosas que aún no las asimilo y, lógico, mi nivel de asombro raya en los linderos de la estupidez, cosa que me lleva a confundir las corazonadas con las cardiopatías. Sin embargo, no creo que sea así. Me explico.
  1. La NRB celebra el regreso de su Consejera decana, Laura Cabrera, luego de una breve estancia en las Europas, en su calidad de Embajadora Neobabélica, y, por tanto, se reintegra a sus labores como Secretaria de Gobernación. (Esperemos que tenga muchas historias que contar, porque eso es lo primordial de todo viaje.)
  2. Mientras unas regresan, otras se van, como el caso de la Consejera neobabélica y dirigente del Principado de Annemarie, Ana Cárdenas, quien se tomará unos días de merecido descanso en alguna playa del suroeste mexicano, junto a las fuerzas básicas de la Avanzada Vargas. Por tal motivo, sus funciones como Ministra de Educación serán ejercidas -vía interinato- por Laura Cabrera, hasta el 31 de julio. ¡¡Felices vacaciones, Annette!!
  3. Nuestra Consejera cumpleañera de la semana, Rosalía Velázquez, fue aceptada en el Doctorado en Historiografía, al igual que su extraordinaria colega y amiga de la NRB, Paty Montoya. También el beneplácito por el ingreso de la Consejera Alicia Puga a la maestría. (¡¡Y por partida doble!!) ¡¡Enhorabuena a ellas!!
  4. La Nueva República de Babel ahora tendrá un espacio dedicado a la historia de la caricatura en México, gracias a los buenos oficios de una nueva ciudadana neobabélica: la historiadora Thelma Camacho, de quien espero lo mejor y que sus intenciones e invenciones se vuelvan letra escrita y hasta amistades largas. A partir de hoy, quien quiera adentrarse al mundo de la caricatura de El Buen Tono, tiene un seguro puerto de partida (y de llegada, claro) en los Puertos de Cliópolis. Y, a nombre del Consejo Femenino de Gobierno y del mío propios, deseo que la vida de tu pequeña ínsula sea larga y fructífera. ¡¡Bienvenida, Thelma!!

viernes, 20 de julio de 2007

¡¡Felicidades, Rosalía!!

Nuevamente, la Nueva República de Babel está de manteles largos: celebramos hoy el cumpleaños de una importante mujer cuyos consejos, complicidad historiográfica y amistad son a prueba de balas. Me refiero a Rosalía Velázquez Estrada, consejera fundadora de la cliocracia babélica.
Desde hace tres años, cuando el azar y la cuenta nos reunió en un inverosímil curso de ortografía y redacción, tengo la certeza de coincidir con sus impresiones, además de que me despertó al mundo de la historia, cosa que no dejo de agradecerle. Por otro lado, con su sólida presencia, supe que las disciplinas de la Historia y las Letras, cuando unidas, hacen mil maravillas y más. Y una cosa que le admiraré sobremanera es que su capacidad de asombro permanece intacta, es decir, que sabe mirar el mundo -¡¡por vez primera!!- a cada rato: cualidad muy difícil de encontrar en las nuevas generaciones dedicadas al oficio de historiar, quienes se pierden en la vorágine del dato ratonero.
Como conciliadora nata y proclive a las alianzas, Rosalía sabe jugar muy bien sus piezas en la ajedrez de la vida académica: la imaginación y la persistencia son sus mejores armas en ese desigual campo de batalla. Y ella, mas que convencer, convierte, a quien pasa por su camino, en un sincero cultor de Clío. Inclusive, me atrevería a decir que, dentro de su vida académica en la FES-Acatlán, ella ha sido la impulsora de un Segundo Renacimiento, cuyos egresados -ahora lumbreras y mentes brillantes- hablan por sí mismos.
Finalmente, sólo me resta rendirle la más sincera pleitesía a una mujer sin par, y que disfrute de mejores días -donde la edad es lo de menos, aclaremos-, junto a su delfín Rodrigo, su princesa Ximena, su Caballero Andante Javier y Doña Conchita, primera dama tangófila. Y, desde luego, la comunidad neobabélica hace votos de esperanza para que persista en sus ideas, sueños y realidades.
[P.S. Como un sencillo, pero merecido homenaje, toda esta semana el Palacio de la Música estará dedicado a ella. ¡¡Enhorabuena!!]

miércoles, 18 de julio de 2007

Series en serio

Desde que la telera entró en mi vida, nunca había tenido el tesón para seguirle la huella a una serie, sea ésta animada o con actores. (Bueno... hasta hace pocos años.)
Recuerdo que, siendo niño y antes de dormir, veía algunas series que sólo servían para eso, es decir, como somnífero. Hasta que un día, me fijé en varias de temática ficticia. Pero ninguna logró convencerme. (Digamos que algunos episodios de Los Intocables -cuando los retransmitieron durante los primeros años del canal del Ajusco- me tenían al borde del asiento y no era para menos, dada la maestría del doblaje mexicano de la serie y la infaltable voz del colombiano Álvaro Mutis como el narrador. ¿Quién no recuerda aquella frase que comenzaba así: "Chicago, 1928..."?)
Años después, en ese mismo canal, descubrí la ironía excesiva de Los Simpsons. Para la sarcástica generación a la que pertenezco -si es que a alguna me puedo integrar-, esa serie animada fue el evento del siglo, por la manera tan descarada y, por ende, realista de criticar a la sociedad, y más concretamente, a la otrora institución familiar. (En los años que lleva de transmitirse en México, pasó de serie para adultos a serie triple A. Cosas de la vida.) Misma suerte no corrió Daria, serie de MTV meramente descarada a diestra y siniestra.
Además de esas series (cuya continuidad y cronología aún le vale sorbete a la televisora), en otro canal comenzó a transmitirse una serie que me encantó desde el primer episodio: Cuéntame cómo pasó. De factura española, es la historia de una familia de clase media, los Alcántara, durante los últimos años de la dictadura de Franco. (Una de las razones de su éxito en México, se debe a las coincidencias -no pocas, claro- que tiene la sociedad mexicana con la española de finales de los 60 y principios de los 70. Se aceptan réplicas.) A partir de ese momento, tomé la decisión de seguirle la pista por completo a una serie. ¡¡Y hasta la fecha no la suelto!!
Sin embargo, me hice asiduo a otras series -norteamericanas, qué remedio- como Charmed (serie que derivó en un champurrado de mitologías en sus últimas temporadas) o Grey's anathomy, de temática médica, con un excelente doblaje y la única que veía con mi mamá. (México tampoco podía quedarse atrás: El Pantera y Sexo y otros secretos son ejemplos de ello, aunque haya gente que compare ésta última con Sex and the city. ) Los demás seriales (como los cereales matutinos) me son inverosímiles.
Actualmente, sigo fiel a Cuéntame, pero, gracias a la temporada de verano, tengo otra serie predilecta: la japonesa Evangelion. Hasta ahora es la serie que tiene de todo: tiene intriga, los personajes son dignos de seguirse, pero cuenta con dos cosas que se ganaron mi admiración: es una serie animada de ciencia ficción, género que me queda igual de justo que un guante, y cada capítulo termina con una versión bastante lounge de "Fly me to the moon". (Nota: Aunque la versión en su idioma original y con subtítulos al español me agrada, la prefiero mil veces doblada al español mexicano. Cosas de niños.)
No cabe duda, hay series para un rato, pero también las hay para toda la vida. Series en serio. Ni dudarlo siquiera. (¿O me equivoco?)

La persistencia de las lecturas postergadas

En estos días, mis viajes al fondo del librero me han dado grandes sorpresas, mismas que se han reflejado -de cierta manera- en la Biblioteca de Buenavista, pero también en una necesidad de seguir leyendo el mismo libro cuya lectura aún no finaliza. Me explicaré mejor.
Luego de haber leído sendas obras teatrales de los españoles Alejandro Casona y Miguel Mihura (La sirena varada y Ninette y un señor de Murcia, respectivamente), y un volumen de cuentos del mexicano Rafael Solana, y después de recibir dos alegres llamadas a mi celular, saqué de un librero un grueso ejemplar que hacía tiempo no hojeaba: Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero, de Álvaro Mutis. Era la cuarta vez en cinco años que lo abría, solamente para leer una novela de las siete que lo conforman. (Me leí las dos primeras durante un viaje finisemanal a Guanajuato; la tercera, en el trayecto México-Puebla hace algunas navidades, y la cuarta, hace un año, sentado en el reposet de mi habitación.) Para fortuna mía, ya había terminado las labores de la casa, y resolví aplatanarme en uno de los sillones de la sala para leer la quinta novela sin interrupción alguna. Al terminarla, los cinco años que tengo de leer ese libro, me parecieron ¡¡cinco días!! O sea, que mi impresión inicial permanecía sumamente intacta. Creo que eso es lo importante de una lectura postergada.
Para quienes el borgesiano oficio de la lectura es santo y seña, no debe extrañarnos esta reacción. Claro está que no pararemos de leer ni tampoco de adquirir libros, hecho que se nota en el tamaño de nuestras bibliotecas; lo importante de una lectura postergada es conocer si nuestro interés inicial aún persiste al darle continuidad a ese libro. (Por el contrario, hay libros que retomamos y en el tiempo que nos distanciamos de éstos, el interés primigenio sólo queda en eso, es decir, en la mera intención.) Además, son pocos los volúmenes que cumplen con esa condición.
E.M. Cioran decía -con sorna, típico en él- que "sólo existen los autores que son releídos", y no le faltaba razón. (Claro está que una relectura tiene gran poder de persistencia, por más vuelta que le den al asunto.) Sin embargo, esa afirmación no se halla completa sin el poder para regresar a la lectura postergada, en la que debe predominar el deseo del terminarla, para que luego se instale en la galería de las predilecciones, en el listado de obras que nos acompañaran hasta el resto de nuestros días.
En suma, hice bien en regresar a ese voluminoso ejemplar, porque todavía me falta conocer más de su mundo; y creo que la persistencia en la lectura puede quedarse tranquila, porque el reencuentro será gratificante. De cualquier manera, nada como volver a los viejos puertos. ¿Verdad que sí?

jueves, 12 de julio de 2007

Lonesome Traveller: Pablo Neruda

Para quienes nos dedicamos al sincero oficio de la palabra, hablar de la obra del chileno Pablo Neruda, es prácticamente una obligación, dado que sus poemas fueron el aliciente para que nos lanzaramos a navegar por los horizontes de la creación. (En el caso concreto de quien escribe, de no haber conocido los Veinte poemas de amor y una canción desesperada y La espada encendida -gracias a su maestra de Español III, allá por la secundaria-, su vida sería otra y este blog, inexistente.)
Pablo Neruda [Neftalí Ricardo Eliecer Reyes Basoalto] (1904-1973), quien tomara su nom de plume del francés Paul Verlaine y del narrador checo Jan Neruda, tuvo como parte primordial de su vida el sacerdocio de la literatura, misma que lo llevó a escribir libros de impecable factura. Consagró muchos de éstos a la poesía, mismos que se evidencian en los propios Veinte poemas de amor y una canción desesperada, para proseguir con su magno homenaje a la América latina, el Canto General, sin olvidarnos de las Alturas de Macchu-Picchu, hasta llegar a sus Cien sonetos de amor, entre otras obras.
Además de la vida literaria, Neruda conoció los avatares de la diplomacia y de la política, donde ayudó a la difusión de la cultura chilena, y a su vez, probó en carne propia los sinsabores del exilio, dadas su simpatías con el socialismo. Dentro de su peregrinaje cultural, México le ofreció una mano franca que le dio ánimos para seguir con su misión cultural. Para una persona como él, el viaje siempre fue su carta de marear, sin olvidarnos que el mar, su mar, el de Isla Negra, siempre lo acompañó hasta sus últimos días.
Sea como sea, siempre hay un Neruda que se gana nuestra pleitesía: para muchos, gana por default el poeta y el memorialista de Confieso que he vivido; para otros, el pólitico aún persiste. (Para estos casos, digno es hacerle caso a Octavio Paz: "Juzgar al político, no al poeta".) Y si le sumamos que una novela corta de su compatriota Antonio Skármeta, Ardiente paciencia, que, gracias al cine, se convirtió en El cartero de Neruda, nos acercó más y más a la figura de un escritor sin par. Y la música, variante popular de la atemporalidad poética, tampoco se queda atrás: cantantes como Alberto Cortez, Pablo Milanés, Óscar Chávez y el inverosimil Juan Luis Guerra le han rendido honores a su poesía. Inclusive un grupo de habla no romance, Sixpence Non The Richer, engrosó la lista de homenajes nerudianos, comprobando así el constante rejuvenecimiento de su obra.
Hoy, a 103 años de su nacimiento, es menester acercarse a una obra que resiste el paso del tiempo y, por qué no, al inestable séquito de declamadores y jóvenes plagiarios cuyos actos no afectan en lo absoluto la impecable salud de la poesía nerudiana. Muy al contrario, la incrementan. Y una invitación final: que cada quien se tome una copa de lo que guste, acompañado por su poema favorito de Pablo Neruda.
¡¡¡Salud, poeta!!!

martes, 10 de julio de 2007

Celebraciones para Ana Cárdenas

Hoy damos comienzo a las celebraciones por el próximo cumpleaños de la Ministra de Educación (e interina de Gobernación), Ana Cárdenas, mismas que finalizaran el día viernes 10 de agosto: día en que nuestra Consejera (también encargada del Principado de Annemarie) cumplirá añitos, y no diremos cuántos, porque las mujeres no tienen edad. Por ello, el Palacio de la Música y el Estadio Espartano dedicarán su programación a ella a lo largo de estos días.
Atte.
La Presidencia de la Nueva República de Babel

El Cantante de la Semana: Frank Sinatra

(Para las Consejeras de la Nueva República, resulta gratificante que un cantante de esas magnitudes forme parte de esta aventura por la red. Y no es para menos, dado nuestro espíritu de rescate musical y de tendencias a contracorriente.)
Frank Sinatra (1915-1998) es la clara muestra de un cantante sin par, cuyo encanto y maestría en la interpretación le dio un lugar en la historia de la música. Lo mismo junto a sus colegas del Rat Pack (entre éstos, Dean Martin y Sammy Davis Jr.), lo mismo en solitario. Una voz como esa sólo merece un adjetivo lapidario: atemporal. Aunque sus primeras canciones parezcan decir lo contrario. No en vano se le ha llamado de esta otra forma: The voice. Lo demás... no existe.
Como figura señera del espectáculo norteamericano, Sinatra anduvo en todas partes. Hizo cine como si hubiera nacido para ello (El hombre del brazo de oro es ya un clásico contemporáneo, pero Cuatro por Texas estaría bien que la enlataran.), promovió a los valores musicales que consideró excelentes (En Las Vegas, Juan García Esquivel siempre tocaba, bajo petición suya, "Bye Bye Blues" y el sello discográfico de Sinatra, Reprise, le grabó su primer disco estadounidense al compositor de "Mucha muchacha".), y, claro, tuvo, como toda leyenda, derecho a su propio revival, gracias a los dos volúmenes de Duets, donde citó a cantantes de la talla de Barbra Streisand, Tony Bennett, Gloria Estefan, Natalie Cole, y los inverosímiles Bono (U2), Kenny G y Luis Miguel. (Sinceramente, prefiero el dueto que hizo con Celine Dion para "All the way", el cual no viene en los mencionados discos.)
Ahora bien, sólo me resta invitar a las nuevas generaciones que estén de visita por la NRB, que se dignen a recuperar a un cantante de este calibre, porque aunque el arte sea efímero, la mejor de todas las voces sobrepasará toda época y prejuicios habidos y por haber. Mientras tanto, si me permiten la sugerencia, disfruten de su canción favorita de Sinatra, acompañados por la persona que más quieran en el mundo. Su acompañante se lo agradecerá. Y usted también.

lunes, 9 de julio de 2007

El diario a diario

En estos tiempos donde todo se logra virtualmente y a distancia, es indudable que persista una sana pero engorrosa costumbre de cada mañana: la lectura del periódico. A la par del cafecito matutino o del brunch midisemanal, la búsqueda de noticias frescas es el objetivo del día. Y, a decir verdad, ya es un logro, dada la aparición de sus versiones en la red. Pero vayamos por partes.
Desde que se fundaron los primeros periódicos, siglos atrás, siempre ha predominado una inquietud por saber, informar y abarcar todo los temas habidos y por haber. Y ello se nota en las secciones, tipografía y hasta en los anuncios que aparecen díariamente, cosas que aumentan (o disminuyen, según se vea) la frecuencia con que adquiere. Precisamente, por ese vano afán cuasi enciclopédico, los diarios aumentaron de tamaño y de peso, dada la presencia de variopintas secciones a diestra y siniestra. Es más, comprar un periódico de tremendas magnitudes, sí equivalía a tener noticias del momento, pero también, al día siguiente, que el papel sirviera para limpiar vidrios, envolver aguacates o como materia prima de piñatas decembrinas.
Recuerdo que mi padre llevaba ejemplares de El Universal a casa y quien escribe, cuando niño, sólo se fijaba en tres secciones: Espectáculos, Cultura y Sociales. (Los domingos eran cuatro, gracias a los comics.) La selección de esos apartados respondía a la inmensidad de papel que conformaba el diario. (Mariana Frenk-Westheim, en alguno de sus aforismos, decía que la escritura no se paga por kilo, en este caso, mucho menos las noticias o las fotos. Cuestión de enfoques.) Aún así, uno tenía que echarse un clavado entre tanta información para gozar de los resultados. Para cuando llegaron los diarios en tamaño tabloide, se simplificó el tamaño y el peso, pero no el hambre de información. (La Jornada, siempre a la vanguardia, fue de las primeras en cumplir con esas labores.) De cualquier manera, siempre era grato acudir con tu voceador de confianza.
Los periódicos, como las modas o los partidos políticos, delimitaron territorios, tendencias de pensamiento y hasta familias. Recuerdo que en la preparatoria el diario de a fuerzas era el Unomásuno; quien llevara La Jornada era considerado un rabanero, polaco y camorrista por los cuatro costados, mientras que el Reforma te hacía ver como emisario del blanqui-blu o de la Maddox Academy. Sin embargo, de entre estas discordias, surgió una tercera vía, caracterizada por la selectividad de sus lecturas: aunque determinado diario se consideraba de derecha, si cuenta con un suplemento cultural muy diverso, una pericia indudable en sus columnistas o en el énfasis que se pone a los espectáculos, hemos logrado un segura tregua entre las preferencias políticas. También en el caso de los caricaturistas, quienes con una sola caricatura, podían tumbar tres ídolos de una sola vez. Y éstos contribuyen, en mayor medida, a la masiva venta de sus diarios/casa de trabajo.
Ahora bien, en estos dosmiles que nos circundan, resulta inevitable revisar dos, tres o más periódicos, precisamente por el enciclopédico afán de informarse y a pesar de que nuestras preferencias sean dispares. En lo personal, leo La Jornada por su bien cuidada sección de Cultura; el Milenio por la versatilidad de sus columnistas, y El Universal, además de ser mi periódico de toda la vida, por su suplemento cultural y por los artículos de Jean Meyer cada domingo. Esto demuestra una cosa: se le puede profesar fidelidad a la información, mas no a quien la difunde.Y aunque las noticias pasan y los diarios se quedan, lo único que debe persistir es el hábito de la información.
(Y usted, lector, ¿qué diarios lee y por qué? Ahora le toca decirlo. De verdad.)

sábado, 7 de julio de 2007

Leaving Port Memories: Le pop français

Las latas de la limpieza en casa siempre traen buenas sorpresas. Lo mismo el cambio de la despensa que las notas del teléfono, de cuando en cuando aparecen debajo de los sillones, pero el polvo, por donde quiera que se vea, no duda en hacer acto de presencia. Y, precisamente, mientras estaba en batalla campal contra éste, limpiando la colección de elepés, me topé con una joyita. Se trataba de un disco de Stéphanie de Monaco (Estefanía de Mónaco, en español, la princesita rebelde del famoso principado, cuya vida pública y privada es pan de cada día para el ¡Hola!, la Quién -se cree- y hasta la descarada Caras. Lástima por el oxímoron.), de quien sólo conocía una sola canción y eso gracias a 6.20. De inmediato, lo puse en la tornamesa y, seguro lo adivinan, me engolosiné con todas sus canciones. Pero mejor me explico.
Siempre he sentido una irremediable atracción por las canciones en francés, dado que oía -por la misma estación, cabe notar- lo mismo a Mireille Mathieu y a Dalida (el dueto que hizo con el otrora súper galán Alain Delon para la canción "Paroles, paroles", es ya un clásico contemporáneo) que una melodía de Elsa o a la misma Stephanie. Desde que escuché "Ouragan" -¡¡y su versión en inglés, "Irrisistible", también!!-, me dije "de aquí soy". Y no me arrepiento. Claro está que tenía unos 11 años y aún me faltaba conocer más música, no sólo francesa, sino del resto del mundo, hasta que un día, una de mis amistades en la preparatoria me habló sobre una de las grandes de Francia: Edith Piaf. "Ésa sí vale la pena", me dijo, y que no perdiera el tiempo con cantantes artificiales. (En aquel momento, quien me lo había dicho tenía razón, pero el tiempo demostró que no la tenía toda.) Y ahí me tienen, buscando quien que me prestara algún cassette, cosa que nunca sucedió. (Por lo menos, tuve un consuelo: descubrí a Nana Mouskouri, pero no era lo mismo.)
Poco antes de ingresar a la Universidad (era el año del paro, según recuerdo), supe de un programa de radio cuya programación era de música francesa. En ese momento, Top France se convirtió en mi aliado en aquellos días. Cuando ingresé a la carrera, seguí frecuentando su programación, hasta que mi efímero paso por mis primeras clases de francés hizo que me olvidara de escucharlo. (Por default, también me olvidé de aprender el idioma.) Sin embargo, regresé al programa del francesísimo Antoine St. Michel.
Hasta hace un año y medio, mi admiración por la música francesa retomó su lugar, obviamente, gracias al pop. Las canciones de la corsa Alizée hicieron lo propio, y pasé por las armas sus únicos y primeros compactos. (Cabe decir lo siguiente: mientras en Francia ya pasó de moda, en este lado del charco sus fans somos legión. Sin duda.) Y gracias a la Súper carretera de las Informaciones, me topé con su maestra y precursora, Mylène Farmer, a quien, por cierto, no le sobra ni le falta nada. Pasa de la sordidez gótica de sus primeros discos al desenfreno meloso de sus últimas producciones. (Bueno, son enfoques. Es como con los escritores, algunas obras son buenas, otras malas. Nada más.) Respecto a Hélène Segara (cuyo séquito de admiradores aumentó gracias a un dueto con Andrea Bocelli), solamente una observación: romanticismo a todas luces. Me reservo mis comentarios hasta una próxima ocasión, por mientras, digno es escucharla. Y la que se lleva las palmas, por ahora, es Patricia Kaas. Genealógicamente, está emparentada con la Piaf, obviamente, también con la versatilidad de la Mathieu y es la única cantante -a mi parecer- que conserva inmutable su estilo. (Después de esto, las pedradas o los aplausos.)
Finalmente, me puedo jactar de ser un escucha del pop francés, sea soso o elevado. Lo importante es que Francia no le pide nada al resto de las industrias musicales del extranjero. Y lo mejor de todo, que es el único pop que no pierde frescura con el paso de los años. (Sólo una excepción: a principios de los 90, un inverosímil nene, de nombre Jordy, estuvo en los charts con sólo dos canciones, "C'est dur être bebé" y "Alison"; después, se apagó.) Además, tiene sus ventajas estar en la Unión Europea, porque sus cantantes están en todas partes. Y los franceses, al respecto, ya han ganado más batallas que Napoleón. (Una muestra de ello estará toda esta semana en el Palacio de la Música.)
Au revoir!!!

viernes, 6 de julio de 2007

Tiempo bajo la lluvia

La verdad, lo que se dice la verdad, estos días sí que han sido extraños y no es para menos, dada la intermitencia de la lluvia. Sin embargo, y sin picarme de novedoso, procedo a contaros lo que esta vana, pero extrañamente exacta memoria, decida plasmar.
Desde el pasado lunes he andado entre dos aguas -aludiendo a la melodía de Paco de Lucía, claro-, porque el tiempo cambia irremediablemente y para quienes andamos muy primaverales, esto se torna una tempestad. Y lo que son las cosas: el lunes me mojé de pies a cabeza (tuve que refugiarme en el interior del súper para que se secara la ropa); el martes, consciente de que había burlado a la lluvia, me agarró desprevenido a escasos 30 metros de mi casa; respecto a las briznas del miércoles y del ayer, nada de nada. Pero la tarde de hoy, ¡¡se lleva el primer premio!! Me explico.
Para quienes han seguido el curso natural de la NRB, no es la primera que vez que hablo de la lluvia. Para nada. Resulta que aquella vez, en pleno arranque de nostalgia, hablé de sus bondades y hasta la importancia que ha tenido tanto en mis obras como en mis recuerdos. Hoy no fue así. Un enorme llovizna, con sabor a diluvio, me probó. Y sí, el tiempo hizo bien su trabajo, porque sigo haciendo lo correcto, como uno de los pocos caballeros andantes que restan este mundo unisex y globalizado. Y la doncella a quien socorrí -cuyo nombre me reservo, faltaba más- bien lo sabe. De todas formas, agradezco al destino por esa oportunidad. (¿O a la lluvia? Quizás... quizás... quizás.)
Antes asociaba los días lluviosos con desastres venideros. Hasta este año, mi percepción cambió y creo que seguiré hablando sobre la lluvia, porque ahora sí creo en su magia, misma en la que espero confiar el día de mi partida definitiva. En esto coincido con las últimas palabras de Roy Batty, personaje de la película Blade Runner: "Todos estos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Tiempo de morir". El resto sale por añadidura.

martes, 3 de julio de 2007

El indiscreto encanto del súper

Gracias a los caprichos de la lluvia (o del presupuesto, debería decir), hice forzosas escalas en un lugar al que, por lo menos una vez en la vida, hemos caído. Más aún, cuando la despensa de la cocina o el espejo del baño nos piden a gritos una inmediata respuesta.
La tienda de autoservicio (supermarket en inglés, del que se derivó el apócope súper, muy usado en México) nació con los inminentes avances de la sociedad, pero más en concreto a las innovaciones tecnológicas. ¿Por qué? En los años 50, en plena fiebre por sentirse absolutamente moderno, el súper fue la certera respuesta para los postreros avatares del comercio. Su ventaja: que el cliente se atienda a sí mismo y la variedad de productos para cumplir con sus necesidades diarias. Su desventaja: desaparece el trato personal, aún persistente en mercados y estanquillos. (Esos lugares serán materia de otras colaboraciones, por mientras no.)
Ahora bien, a casi 50 años después de su creación y conscientes de su presencia, habría que preguntarnos ¿qué hacemos en el súper? Además de comprar el jabón para los trastes o los ingredientes para una opípara cena, precisamente la variedad de productos nos otorga una ventaja: escoger lo que más te plazca. Sin embargo, aquella persona que entra por azares del destino, tiene de tres sopas:
  1. Comprar alguna cosa que, supuestamente, le hace falta para la comida, la limpieza de la casa, o algo que se le asemeje. La mayoría elige esta opción, aunque un domingo pambolero termine por volverse la nota cantante.
  2. Pasearse por todas las secciones, cual estratega napoleónico, hasta que una de éstas le genere atención. Si después de 30 minutos, no está convencido de llevarse algo, por mínimo que sea, se puede retirar de allí sin problema alguno.
  3. Resistir, como parte de esas comitivas muégano (o sea, acompañando a otra persona), el tiempo de estancia. Y más aún si es una mujer: ella sabe (¡¡y muy bien!!) que nuestra impaciencia se paga y mal.
Diametralmente opuesto a estos casos, está el esteta del súpermercado, o sea, quien se adentra en las entrañas del autoservicio con la misma maestría con la que Jacques Cousteau se sumergía en el océano. A esta rara avis, le da lo mismo comprarse un six de agua Perrier, una bolsita de chocolates Turín rellenas de rompope, que adquirir todo el stock de revistas o unas latas de salmón, calamar o lo que su estómago gourmand le dicte. (Son los menos, pero ¿quién no lo ha hecho alguna vez en su vida? El que esté libre de pecado, que lance las primeras bolsas.)
Por último, luego de concretar las compras, viene lo mero bueno: formarse para pagar. Las pletóricas filas en cada caja (que hacen ver las de la Embajada Estadounidense como de tortillería) elevan a deporte olímpico el lanzamiento de bolsa -u otros enseres- desde una no tan sana distancia entre el carrito y la caja. (O viceversa.) También es de esperarse proferirle a la cajera los típicos "No me alcanza, mejor dejo algo", "Espérese que me falta una cosa", y los clásicos contemporáneos "¿Me puede sellar mi boleto de estacionamiento?" y "Sí, acepto el redondeo", por decir algunos. (Propondría lo siguiente: quien aguante media hora en la fila sin inmutarse por x, y, z razones, a ésa persona se le debería devolver parte de su cuenta sólo por permanecer ecuánime en la fila. Se vale soñar.) Sin embargo, habría que recordar para estos casos la Ley de Monsieur Etorre: "La otra fila se mueve más rápido". El resto saldrá por añadidura.
Finalmente, no podemos prescindir del súper, porque al ser parte de nuestra vida, suele verse como el termómetro social más efectivo. ¿No lo creen? Les propongo esto: dénse una vuelta por todas las secciones y fijen muy bien la mirada. Luego, reflexionen y díganse cuáles son las secciones que continuamente se mantienen ordenadas y con todos los productos habidos y por haber. Si coinciden con las secciones dedicadas al ocio, la limpieza y la alimentación, todo lo demás viene por delante. Ah, ¡¡y suerte con las filas!!

Y sigue el danzón dedicado

Aprovechando las celebraciones por el nacimiento del Principado de Annemarie, las selecciones del Palacio de la Música quedarán igual (sólo se agregó una de Sarah Brightman, "Captain Nemo"), pero no las del Estadio Espartano, ya que estarán engalanadas por la presencia del maestro, el infaltable. The voice... Frank Sinatra.
(Por otro lado, en la Galería de la Memoria seguirá en concierto el grande, el genial Ennio Morricone. De la nostalgia y los duelos estilo western, los lectores se harán responsables. )
¡¡¡Música, maestro!!!

Principado de Annemarie

Ciudadanas, viajeros y habitantes de la Nueva República:

Una de las consejeras de esta ilustre Nueva República, Ana Cárdenas, siguiendo el ejemplo de quien escribe, ha decidido ingresar a los anales de la Súper carretera de las Informaciones con la aparición de su nuevo principado, cuyas funciones primordiales se enfocarán hacia la difusión de la alta cocina y el diseño versátil. (¿Debería decir alto diseño y cocina versátil? Je ne sais pas.)
Por mientras, para quienes estén interesados en viajar hacia otros horizontes (mas no ajenos al desarrollo de la cliocracia babélica), en el Auditorio Ana Cárdenas tendrán su seguro puerto de llegada y de partida.
Por ahora, sólo me resta desearle a nuestra Ministra de Educación mis mejores deseos para que su principado gourmet-gourmand tenga su propia organización y tenga una larga vida, tal y como se le propuso cuando el nacimiento de esta peculiar eutopía.
God save the Princess!!!