lunes, 25 de junio de 2007

Se lee y se corrige ajeno

Hace tiempo, cuando conocí a Rosalía Velázquez (y, con ello, las latas del oficio historiográfico), tuvo la tremenda puntada de poner en una de las paredes de su cubículo un letrero que decía así: Se lee ajeno. Dicha boutade se debía a su condición de asesora de tesis, aludiendo al femenino y benemérito oficio de coser, lavar y planchar ropa ajena para ganarse el pan de cada día. Para quienes nos dedicamos al no menos épico oficio de la palabra, esta asociación no nos resulta ajena. Me explico mejor.
En innumerables prólogos a sus libros, Luis González y González hacia énfasis en la labor que hacía su esposa, Armida de la Vara, cuando ésta corregía el estilo de sus obras, porque, recordemos, un historiador puede tener bien afilada la mirada crítica, pero plasmarla en papel y de manera ordenada, resulta imposible. Por eso la necesidad de leer ajeno, para hacer nuestra su mirada. (Y sin menos trabas, claro está, porque lo que queremos son lectores, no especialistas, porque "nadie es especialista de nada", sostenía -¡¡y con toda razón!!- Ikram Antaki.)
Por otro lado, ¿qué gana un oficiante de la palabra en corregir el estilo de historiadores, diseñadoras gráficas y arquitectos? Mucho y a veces poco. Mucho en el sentido de aprender sobre otros temas, darle una mirada fresca cuando se piensa en el final destinatario de la obra, pero más en aras de una postrera convivencia, donde las obras sean sólo amores y no buenas razones. Por el contrario, el corrector debe cuidarse de adentrarse demasiado en el tema que revise, porque podría convertirse, en menos de lo que espera, en un erudito a la violeta. (No es malo esto, pero hay que cuidarse. Nada más.)
Finalmente, es necesario leer y corregir ajeno para que los temas se vuelvan propios y descubrir otras miradas acerca del mundo que nos lee (y nos corrige, aclaremos), porque si la lectura (inmóvil o sedentaria) tiene una excelente cualidad, es, precisamente, esa condición. Ya bien corregido el rumbo, todo lo demás, son galimatías. (O debería decir ¿rollos mareadores? Que el lector decida.)

1 comentario:

anette dijo...

Me encanto la frase "se lee y se corrige ajeno" no solo es maravilloso por el oficio que se requiere para llevar a cabo tan valiente labor, sino que viniendo de la maestra rosalia y de ti uli el acceder a este servico raya en la categoría de lujo...