miércoles, 2 de mayo de 2007

Desde la trinchera

(Después de plasmar la primera impresión del día, paso a contar lo que sucedió después.)

Luego de mi mala impresión, me resolví atender los pendientes, así que tomé un camión con destino al metro Tacubaya, y de allí, lanzarme al sur (porque, como Serrat, el sur también existe) y darle vuelo a mi bibliopatía. En Miguel Ángel de Quevedo, en vez de lanzarme a la consabida librería del Pacificador Hindú , la que tiene Fondo (y también forma) o la que está debajo de las casas, caminé por Av. Universidad hacia el sur (y conste que no es pleonasmo) para llegar a una librería de viejo, la Novo. (En realidad, era una ligera escala sólo para medir el terreno, puesto que regresaría a la casa del Pacificador y adquirir un compacto de Sting, que hace unas semanas vi en la mesa de las ofertas.) Quedé impresionado al ver tanto, pero tanto libro que sólo un pensamiento cabía en mi cabeza: "De aquí no me voy si no me llevo al menos uno". No me falló el tino, porque sí salí con el dichoso librito, ¡¡y de Historia, para acabarla!! Compré, para envidia del gremio, la primera edición en México de La revolución mexicana, de Jean Meyer, editada por Jus. Me asombró el precio y sin decir "agua va", lo compré. (Ni modo, que el compacto de Sting siga esperando.) Sólo las anotaciones del anterior dueño me hacían dudar en sostener mi compra, pero como son de lápiz, no tuve mayor inconveniente.
De camino hacia el norte, me detuve un poco en alguna estación para checar las carteleras y la cultural de la Secretaría de Hacienda me dejó perplejo: hoy, a las 5 p.m, estaría Jean Meyer en la Biblioteca Lerdo de Tejada, presentando el número reciente de su revista Istor. Me apuré para llegar antes de la hora. Cuando llegué a la biblioteca, ubicada en República del Salvador, se me acabó la ilusión: el evento se pospuso para el jueves 17. Qué remedio. (Lo bueno es que tendré oportunidad de llevar mis otros libros y algunas revistas para que logre firmarlas.)
A pesar de esta decepción, seguí mi paseo por el Centro Histórico. Me dirigí hacia El Colegio Nacional, para obtener algunos trípticos del ciclo de conferencias de Luis Fernando Lara o del Homenaje a José Luis Martínez. Nada de nada. Aún así, seguí a la cacería de separadores por varias librerías del Centro. Finalmente, ya cansado de todo, emprendí el viaje de regreso.
Mientras hago la remembranza del día, me llegan noticias de Nora de la Cruz, quien ya me dio mi nueva misión bibliográfica para los próximos días desde la trinchera. Ojalá que sean pocos (por ahora).

1 comentario:

La niña Fonema dijo...

las anotaciones en los libros de viejo a veces los hacen màs valiosos...
una vez comprè History of philosophy, de Coppens (un reverendo o algo asì)... el libro no es tan bueno, pero en la ùltima pàgina, la dueña compuso, en inglès y con una letra manuscrita y menuda, un poema titulado "The coacrach" (la cucaracha, y no precisamente la que ya no puede caminar...)Creo que esa paginita vale màs que todas las disertaciones del clèrigo acerca de que si avicena y averroes vivìan en el error porque no conocìan a cristo, en fin.