miércoles, 30 de mayo de 2007

Conocencias de Clío: Javier Garciadiego

En conocencias anteriores, recordaba mis andanzas en la Academia Mexicana de la Historia (a la que no asistí hoy, por razones que explicaré más adelante) y también mi admiración por el franco-mexicano Jean Meyer. Al momento de escribir esta nueva conocencia, y recién desempacado del INEHRM, ahora toca el turno al historiador Javier Garciadiego.
La primera vez que supe del dos veces Doctor en Historia (por El Colegio de México y la Universidad de Chicago, respectivamente), fue gracias a que una de las Consejeras, Daniela Sandoval, me platicó de él y de su programa que se transmite todos los sábados (a las 9 a.m y simultáneamente por el 1220 am y el 107.9 fm), llamado "Conversaciones sobre historia". De inmediato, me volví su radioescucha y así quedé fascinado por la sencillez y la maestría con que hablaba sobre su tema de cabecera, la Revolución mexicana. En febrero de 2006, con motivo del Homenaje a Miguel León-Portilla, fue uno de los invitados especiales y lo conocí por primera vez -sólo de vista, he de confesarlo. Una semana después, en la Feria de Minería y acompañado por la historiadora Miriam Solano, nuevamente lo vi. (Mi compañera de viaje, ni tarda ni perezosa, le envió a una colega y amiga suya un mensaje celular, comunicándole su encuentro con el Presidente del COLMEX.) Pero aún no rebasaría la frontera radiofónica.
Un mes después, durante el noveno ciclo de conferencias Historia ¿para qué?, conocí a Rebeca Vergara (amiga y colega de Miriam y destinataría del mensaje desde Minería), quien había conocido al Dr. Garciadiego cuando era Director del INEHRM, donde ella estuvo como becaria. A finales de mayo, y aprovechando un evento sobre Daniel Cosío Villegas en la Biblioteca Lerdo de Tejada, Rebeca me presentó a su historiador predilecto. Le comenté que no me perdía su programa, cosa que le agradó sobremanera. Entonces me firmó mi ejemplar sobre la Revolución mexicana, editado por la UNAM en la Biblioteca del Estudiante Universitario. Prometí llamarle a su programa el sábado siguiente. Nunca sucedió.
A la semana siguiente, durante el ciclo de conferencias de Enrique Krauze en El Colegio Nacional, me topé dos veces con él. Allí supe que la semana siguiente estaría en el INEHRM para la presentación de un libro sobre Toribio Esquivel Obregón, evento al que no faltaría. El jueves 8 de junio, luego de leer horas y horas en la flamante Biblioteca Vasconcelos, tomé el Metrobus en Buenavista y me dirigí hacia el Instituto, donde había quedado de verme con Rebeca y saludar juntos al doctor. Las sorpresas no se hicieron esperar. No sólo me reencontré con Rebeca, sino también con Miriam -muy bien acompañada, según recuerdo-, Jael de la Luz -desde aquellos tiempos heroicos en la Secretaría Técnica de Humanidades- y con Georgette José -amiga y colega de Rosalía Velázquez. Además, el Dr. Garciadiego me saludó y aproveché para preguntarle dónde podía conseguir un libro suyo, Rudos contra científicos. Con una generosidad inusitada, accedió a obsequiarme un ejemplar, el cual debería recoger en su oficina de El Colegio de México. Tuvieron que pasar varios meses para ello se cumpliera.
En octubre pasado, en ocasión del XX Aniversario del Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, volví a verlo. La propuesta seguía en pie, sólo que tenía que concertar una cita con su secretaria para ir por el libro. Finalmente, el 24 de octubre, y gracias a una ventiúnica visita al COLMEX, ya lo tenía en mis manos. (Para que me lo dedicara, tuve que esperar hasta principios de febrero, cuando dio una plática en la Academia Mexicana de la Historia.)
Para quien se encuentra entre dos aguas -como quien escribe, por ejemplo-, seguir la obra de Javier Garciadiego resulta satisfactorio y edificante, puesto que se trata de una pluma sin tregua y con una tenacidad para la investigación. Aunque algunas de sus opiniones políticas no agraden al respetable, no cabe duda de sabe llevar bien los dictados de la historia. Además, también se le agradece su afán didáctico para difundir e incentivar (como debe de ser) el gusto por la Historia. Después de todo, la cordialidad también es una forma del oficio de historiar, ¿no es así?

martes, 29 de mayo de 2007

El Cantante de la Semana

Gracias a un acuerdo fast track, la Nueva República de Babel se renueva y apoya la inclusión de cantantes del género masculino (y para deleite de las Consejeras, desde luego), por lo que, a partir de la presente semana, cada Consejera propondrá al cantante de su predilección para que figure, por una semana entera, en la Torre de la Nostalgia, y así tener una completa alternativa respecto a selecciones musicales.
Para abrir boca, y gracias a los buenos oficios de Ana Cárdenas, nos harán los honores dos de sus predilectos: Mario Frangoulis y Russell Watson. Y durante la semana, se recibirán propuestas para esta nueva sección. Mientras tanto, ¡¡música, maestro!!

lunes, 28 de mayo de 2007

La Cantante de la Semana: Laura Pausini

Seguramente más de uno se habrá preguntado ¿por qué la inclusión de una cantante pop entre grandes intérpretes? La respuesta, aunque sencilla, parece complicada, pero lo intentaré.

Cuando tomaba mis clases de italiano (allá por la prehistoria, según recuerdo), un buen método didáctico que aplicaban mis profesores era, como siempre, la música. Un día, mi maestra de turno llevó su grabadora y puso a una cantante apenas conocida para mí: Laura Pausini. Al poner la cinta, escuché una canción también conocida, "Gente", sólo que en su idioma original, cosa que me dejó maravillado. Desde ese momento, me volví adicto a sus canciones.
Claro está que hay más cantantes italianos para escoger, pero la Pausini se cuece aparte. ¿Por qué? Por la temática de sus canciones, sí, pero, más que nada, por la intensidad de su voz, que funciona de igual o mejor forma, tanto en italiano como en español. Y porque una parte del soundtrack de nuestras vidas contiene (por lo menos) una canción suya, misma que nos remonta a un momento magnífico, pero también a alguno menos grato. V. gr. Cada vez que escucho "Le cose che vivi" ("Las cosas que vives"), siento una irrefrenable nostalgia, pero se me pasa rápido cuando hago lo propio con "Gente", donde el optimismo se multiplica. Y ¿qué decir de "Amori strani" o de "Non c'è"? Y podría seguir con algunas otras, pero no hace falta.
Lo único que puedo decir sobre la Pausini es que aún conserva esa frescura con que se dio a conocer hace más de quince años. Con toda esa trayectoria, le perdonamos que haya cantado en inglés. (From the inside es buen disco, pero, ya me lo decía Laura Cabrera, ¿por qué obligan a cantantes de lenguas romances a cantar en inglés? Con este asunto de la globalización, ni modo de ponernos a llorar. Qué remedio.) Estoy seguro de una sola cosa: para todo, siempre habrá una Laura Pausini. Se non è vero, è ben trovato.

domingo, 27 de mayo de 2007

Invitación al viaje

(Después de recibir una aclaración de Nora de la Cruz, consejera de la NRB, sólo me resta aclarar también la expresión vivir del cuento. )

Cuando dije esa expresión, no lo hice de forma gratuita. Para nada. Escribimos para que haya una retroalimentación mutua. Para ponerlo más sencillo, las ideas que plasmamos son buenas, pero hace falta -muy a la manera de los médicos- una segunda, tercera, enésima opinión y así descubrir si vamos bien o, ya de plano, requerimos que la inventiva entre a terapia intensiva. Y por el otro lado, asir las ideas de nuestros lectores y descubrir que también podemos verlas de igual o de mejor manera. En una palabra, la vida misma sí se puede ver como ficción pura o pura ficción, si así lo quieres, porque la vida es la mejor de todas.
Por último, y luego de rectificar mis cartas de navegación, invito a todos los habitantes y a los viajeros frecuentes de la NRB para que revisen y se animen a participar -junto a ti- en este juego de intenciones e invenciones. (Si se animan, desde los Puertos de Cliópolis zarpará el barco hacia La aguja que lleva el hilo y, al llegar allí, atiendan cuidadosamente al siguiente aviso: SE SOLICITA LECTOR. El resto saldrá por añadidura.)
Bon voyage!!!

sábado, 26 de mayo de 2007

Cartas de navegación

En el transcurso de esta semana, una de las consejeras de la NRB, Nora de la Cruz, anunció el nacimiento de un nuevo espacio en la red, dedicado a la ficción pura (¿o la pura ficción?), con el objeto de acrecentar los enlaces creativos. La verdad, me sorprende esta empresa, dado que muchos (y quien escribe también) nos aventamos a los caminos de la Súper carretera de las Informaciones sólo para inscribir (en los anales del tiempo) lo que pensamos para luego convertirnos, como en aquella obra de Luigi Pirandello, en personajes en busca de autor. (Debería decir lector; para el caso es lo mismo.)
Ahora bien, para quienes la escritura es lo primordial, debemos saber que las cartas de navegación con que habremos de seguir nuestros viajes, se componen por las cosas y casos que la vida diaria nos presenta. (Es más, gracias a las propuestas de las Consejeras, varias intenciones -e invenciones también- cuentan con fondo y forma dentro de esta bitácora.) Pero también, y lo reitero nuevamente, para quien llegue a estas aguas babélicas, sus propuestas son bienvenidas.
Por último, mi querida Nora, sólo me queda desearte lo mejor en tu nueva empresa; después de todo, no es tan malo vivir del cuento. ¿A poco no?

miércoles, 23 de mayo de 2007

El diccionario tiene dos caras

De los personajes inolvidables de Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, destaca Juan Cariño, una suerte de "loco del pueblo", cuya gran pasión eran los diccionarios, desde donde se lanzaba al conocimiento. Para fortuna nuestra o desgracia ajena (según se vea), no contamos con esa pasión por un diccionario, pero trataré, en pocas líneas, de acercarles un poco.
Cuando en el siglo XVIII, en España, apareció el Diccionario de Autoridades (antecedente del actual Diccionario de la Real Academia), los empecinados sabios y eruditos de aquel tiempo no se imaginarían que dicho objeto, con miras a resolver y a fijar la política lingüística postrera, no haría mas que generar sendos dolores de cabeza a investigadores y a lectores. ¿Por qué? La razón suele verse de lo más sencilla, pero no es así.
Como hablantes de una lengua activa, siempre persiste la proclividad por introducir, confirmar y desaparecer palabras, mismas que se notan en la manera de emplear la lengua según el tiempo presente. Y ello hace repercute en la conformación de los diccionarios. (Con el Diccionario de Autoridades sólo se controló una norma, pero la lengua, que goza de cabal salud, siempre hacía de las suyas. ) Para principios del s. XIX, y ya conformada la Real Academia de la Lengua, la engorrosa labor para elaborar el diccionario estándar del español estaba en sus primeras pruebas de fuego: proseguir con el antecedente del Diccionario de Autoridades, pero ya no errarle a la primera, gracias a la inclusión de distinguidos estudiosos de la lengua, entre escritores de pluma completa y catedráticos universitarios, regidos por la máxima Limpia, fija y da esplendor (que en estos días se acerca al slogan de un detergente). Tres siglos después, siguen igual y hasta un poco peor. (Y luego de una exageración histórica, vamos a lo que nos atañe.)
Un diccionario, si se quiere, suele verse como una cápsula de tiempo, donde queda presente su paso gracias a las palabras que tuvieron y que tienen vida propia en la lengua de todos los días. (Si se me permite el símil, un diccionario es como una terminal de trenes o aviones: todos los viajeros -palabras- aguardan en el andén la hora de partir, es decir, de ser empleados en el habla. Para unos, la ida y vuelta es de todos los días; para otros, la despedida es inminente.) Cuando nos asomamos al contenido de un diccionario, se hace como quien escarba en la tierra muerto de miedo, buscando lo que la tierra oculta. Si las consecuencias de esa búsqueda son buenas o malas, no importa; lo que sí es el hecho de aventarse a hacerlo. (Si la palabra se usó en el siglo XVI o si se trata de un neologismo, eso es lo de menos, si ante todo resolvimos una duda.) Pero así como hay buenos lugares para tomar el tren o excelentes aeropuertos, también hay malos tirando a pésimo, y con los diccionarios, ni duda cabe. La modalidad escolar dista de sacarte del apuro momentáneamente, pero su infalibilidad queda en duda. Y qué decir de los milhojas proclives a sosten emergente del sillón: tantas opciones y ninguna que cuadre al momento.
Sin embargo, los diccionarios podrían verse como la ropa y/o las herramientas de trabajo: según la necesidad, es el utensilio. Para dudas en general, enciclopédico será. Si, de niño, la tarea te abruma, un escolar te salvará la vida. Pero si tu vocabulario quieres ampliar, con el de la Academia te debes guiar. (Se dice que el María Moliner es el bueno respecto a la lengua española, pero se vale escoger.)
Y para cerrar esta impresión, sólo me resta proponerles un ejercicio: al despertar, tomen su diccionario (si es de varios tomos, agarren el de su preferencia), ábranlo y al azar elijan la palabra que más les plazca. Si después de esto, aún persiste la aversión al diccionario, ya el resto será cosa suya.

martes, 22 de mayo de 2007

Mientras haya vida

El pasado fin de semana tuve a bien aventarme el maratón de la telenovela Mientras haya vida, de la cual sólo había escuchado algunas cosas (y eso gracias a mi hermana y a mi mamá, quienes la siguen con regularidad), y después de ver el curso de tres semanas en cuatro horas, quedé complacido al ver una producción de impecable factura, cosa que no había visto en años, luego de Mirada de mujer (en la televisora del Ajusco) y de La antorcha encendida (en la de San Ángel).
Por tratarse de una co-producción con la empresa Argos, en todas sus producciones se hace énfasis en tratar, paralelamente a la ficción, asuntos de la vida nacional, como el desempleo (patente en Elisa, personaje encarnado por Paola Núñez, de quien esperamos que dé por muerto y enterrado al odioso personaje de Bárbara Bazterrica), la especulación inmoviliaria, los bajos fondos de la política, y hasta el espionaje están presentes en esta telenovela. Como espectador telenovelero, me alegra sobremanera ver la presencia de grandes talentos como Margarita Rosa de Francisco (la inolvidable Gaviota de Café con aroma de mujer, quien además interpreta el tema musical de Mientras haya vida), a la enigmática Ana Ciochetti, en un inverosimil papel de espía; la atemporal Carmen Madrid (figura recurrente en las producciones de Argos; cómo no recordar a Déborah Stavenhagen, la amiga junkie de Cecilia Suárez en Todo por amor), y sin olvidarme de las damas que me leen, de la galanura old fashioned de Saúl Lisazo, o de la juvenil ensoñación de Andrés Palacios. Todo esto aderezado con un equipo de guionistas muy bien adiestrados (espero que no les dé la fiebre por aumentarlo todo con tal de venderse al rating), locaciones de lujo (el Multifamiliar Miguel Alemán, sello distintivo de la Colonia del Valle y donde se desarrolla la telenovela, es claro ejemplo) y, sobre todo, saber que no es una historia prefabricada más, sino un espejo de lo que la realidad nos presenta. (Reto a mis lectores a que hagan lo siguiente: Vean la novela; un capítulo como mínimo. Si al término de éste, hay un personaje que generó interés, dóyme por bien servido y el objetivo por alcanzado. También vale para las circunstancias.)
Finalmente, Mientras haya vida es el claro ejemplo de una producción ambiciosa, cuya toral función es llevar la vida diaria (la verdadera, no los recalentados de siempre) a la pantalla, con miras a crear una conciencia. (Sea ciudadana, sea la que sea.) Y otra razón para verla: despunte de genios actorales en su mejor elemento. Ojalá que no desvíe su camino. (No queremos otro Nada personal, ¿verdad?)

lunes, 21 de mayo de 2007

La Cantante de la Semana: Patricia Kaas

En el mes y medio que lleva de vida la NRB, se ha dado cabida a nuevas expresiones musicales provenientes de Francia, las cuales generaron, desde su inclusión por vez primera en los charts franceses, variopintas reacciones, que van desde una sencilla admiración hasta la más acendrada repulsión. (Cosas que pasan.) Sin embargo, en el caso de la parisina Patricia Kaas, son más las simpatías que las oposiciones.
Heredera de un estilo versátil (Mireille Mathieu) y, en ocasiones, hasta apasionado (muy a lo Edith Piaf), Patricia Kaas fue descubierta, a mediados de los años 80, por el actor Gerard Depardieu, mientras éste se tomaba unos tragos en un bar. Luego de aquel encuentro, la carrera de Kaas comenzaría su maratónico ascenso a la fama. En 1988, sale a la luz su primera producción, Mademoiselle chante le blues, mismo que determinó su postrer estilo, que oscila entre el jazz, el blues, un poco la balada romántica y hasta la canción de cabaret. (De esta primera producción se desprendieron los sencillos "D'Allemagne", "Mon mec a moi" y "Quand Jimmy dit".)
Al llegar la década de los 90, Patricia Kaas cambia de casa disquera, pero no de giro musical, aún persistente en Scéne de vie (1990), Je te dis vous (1993, donde se desprendió su canción más famosa, "Il me dit que je suis belle"), Dans ma chair (1997), Le mot de passe (1999), Sexe fort (2003) y Toute la musique (2005). Además, gracias a la radio y a la venta de sus discos, también se dio el lujo de realizar grabaciones en concierto: Carnets de scéne (1991), Tour de charme (1995), Rendez-vous (1998) y Ce sera nous (2000).
Entre las peculiaridades de su carrera, se encuentran el haber grabado (junto al tenor Plácido Domingo y el cantante pop ranchero Alejandro Fernández) el volumen IV de Christmas in Vienna; estrenarse como actriz en el filme Ladies and Gentlemen (2002), dirigida por su compatriota Claude Lelouch y donde compartió créditos principales con el británico Jeremy Irons. (Para fortuna de sus fans, ella interpreta todas las canciones de la película, mismas que conforman su disco Piano Bar.) Y, en 2000, fue candidata para volverse la nueva Marianne (personificación de la República Francesa, honor que ya tuvieron figuras como Brigitte Bardot, Catherine Deneuve y Laetitia Casta, por decir algunas), pero de allí no pasó.
Sin duda, nos enfrentamos a una cantante de calidad innegable, cuya interpretación sigue generando nuevos y reafirmados admiradores (tanto en Francia como en el resto del mundo) y de quien esperamos que, algún día, se digne a visitar tierras mexicanas. Y mientras sucede, tenemos toda una gama de sus producciones para oir y recomendar.
Bonne chance!!!

domingo, 20 de mayo de 2007

Nuevas propuestas para La Cantante de la Semana

Hace varias semanas, me han llegado varios comentarios acerca de La Cantante de la Semana (unos favorables, otros, no tan tanto), y después de pensarlo mucho, he llegado a las siguientes resoluciones:

  • Para evitar chanchullos y fallas en las votaciones, pueden acudir a mi correo electrónico (que seguro ya conocen), mediante el contacto personal con su servidor, y así votar satisfactoriamente. Su decisión sí se verá reflejada en el Palacio de la Música.
  • Para aquellos que se quedaron con ganas de una cantante anterior, también pueden votar para que permanezca una semana más, pero en la Torre de la Nostalgia.

Ahora bien, el listado oficial se renueva, para quedar de la siguiente forma:

  1. Lara Fabian
  2. Dido
  3. Dulce Pontes
  4. Diana Krall
  5. Filippa Giordano
  6. Laura Pausini
  7. Hélène Segara
  8. Emma Shapplin

Ojalá que estas nuevas propuestas sí les queden como anillo al dedo.

Y desde el miércoles 23 , ¡¡a votar!!

jueves, 17 de mayo de 2007

Conocencias de Clío: Jean Meyer

Hace algunos años, mis tías (hermanas de mi papá) me preguntaron si sabía algo acerca de un historiador llamado Jean Meyer. La verdad, la verdad, sí sabía algunas cosas (que si estuvo en el COLMEX, que si colaboró en el guión de la telenovela La antorcha encendida, que si esto, que si aquello), pero no mucho. Luego de mis sinceras respuestas, me comentaron que, cada vez que podía, siempre se paraba para comer en el restaurante El Cono (a la sazón, el negocio de mi familia), acompañado por su esposa, la también historiadora Beatriz Rojas (del Instituto Mora, para más señas) y algunos de sus hijos. Aparte de esas referencias, no supe más del historiador franco-mexicano.
Conocí de forma oficial a don Jean en la Academia Mexicana de la Historia, el 11 de mayo de 2005, cuando éste dictó una conferencia acerca de la Guerra Cristera en Oaxaca. Esa vez, recuerdo, yo iba acompañado por Miriam Solano, quien era la más interesada en sacarle informaciones al francés hidrocálido, puesto que su (entonces) tema de tesis de la Lic. en Historia versaba sobre la Cristiada. (Ella, con su grabadora, captó buena parte de la conferencia.) A la hora de las firmas, hizo lo propio con nuestros ejemplares. Entonces, Miriam y quien esto escribe, aprovechamos para invitarlo a nuestra alma mater, e impartir una conferencia dirigida a estudiantes de Historia y de Letras Hispánicas. La idea lo entusiasmó, sólo había que ponerle fecha y hora. Dado lo apretado de su agenda, nos propuso que después de la primera quincena de noviembre de ese mismo año, estaría listo. Desafortunadamente, ni Miriam ni yo concretamos nada. Y todo quedó en mera intención.
En octubre de 2006, volvió a mi mente la propuesta para volverlo a invitar, y qué mejor ocasión que en el Coloquio por el XX Aniversario del Archivo Calles-Torreblanca. (Además, en esos días habría buen cartel: Friedrich Katz, Alan Knight, Carlos Martínez Assad, Georgette José, Javier Garciadiego, entre otros.) Lamentablemente, no logró asistir por motivos de fuerza mayor. Meses después, en la Academia Mexicana de la Historia y en ocasión del Homenaje a Edmundo O'Gorman, donde tuve la fortuna de verlo. (Fue pura casualidad, he de confesarlo.) Nos saludamos y le recordé de la conferencia. Prometí enviarle un e-mail para invitarlo de forma oficial a la FES-Acatlán, el cual me respondió con algo muy lógico en él: demasiados compromisos adquiridos con anterioridad. Aún así, insistí un poco y logró darme un nuevo período de tiempo: primer semestre de 2008. (Nada mal, ¿no?)
Hoy, en la Biblioteca Lerdo de la Secretaría de Hacienda, tuvo lugar la presentación de la revista Istor, que él dirige desde su trinchera llamada CIDE. Aproveché para saludarlo y, claro está, me firmó otros de sus libros: A la voz del Rey, su primera novela; La Revolución mexicana y Samuel Ruiz en San Cristobal (1960-1999), cosa que le agradezco sobremanera. Además, ya fijamos una posible fecha para su visita: entre marzo y abril. (Ya me pondré de acuerdo con Pilar Barroso, jefa de Historia de la FES-Acatlán, y con Rosalía Velázquez, consejera de la NRB.) Mientras tanto, leeré con fruición su trabajo sobre la Revolución mexicana.
(Si alguna vez me preguntaran cuál sería el modelo a seguir para un novel historiador, sin tapujos respondería: Jean Meyer. Lo demás, viene por añadidura.)

Las vueltas de la fortuna

(Hoy me desayuné con muy buenas noticias, mismas que merecen incluirse en los anales de la Nueva República.)

En primer lugar, felicitamos ampliamente a la historiadora Jael de la Luz por el nacimiento de su primer bebé, esperando que sea el comienzo de una nueva era llena de alegría y de buenas satisfacciones. Para ella, van nuestros mejores deseos. ¡¡Felicidades!!
En segundo lugar, también va una extensa felicitación para Laura Cabrera (consejera de la NRB), por la reciente publicación de su cuento "La herencia" en el n. 85 de la revista Universo de El Búho, correspondiente al mes de mayo, deseándole con ello el principio de una nueva empresa editorial. ¡¡Enhorabuena!!
Y, por último, reiterarle mi admiración a la Dra. Pilar Máynez, por tomarme en cuenta para la próxima edición de la memoria del Segundo Encuentro de Historiografía Lingüística (organizado por la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüistica), que se realizó del 4 al 8 de septiembre de 2006. Espero que las coincidencias persistan en pro de la cultura y seguiremos en el ajo, ahora que se avecina el Sexto Encuentro de Lingüística en Acatlán para 2008. ¡¡Muchas gracias!!

miércoles, 16 de mayo de 2007

Nuevas consejeras

En la Nueva República de Babel, hago oficial el ingreso de la Arq. Claudia Salazar (de quien espero que construya nuevos y gratificantes puentes para un certero enlace), y de la periodista (ahora flamante maestra de Ortografía y Redacción) Verónica del Toral, cuya curiosidad no termina nunca. Para ellas y para las tripulaciones de sus naves, sólo me queda desearles un buen y placentero viaje.

¡¡Bienvenidas a bordo!!

martes, 15 de mayo de 2007

Agenda de mil vidas

Ayer, mientras platicaba con Ana Cárdenas sobre compactos postergados y nuevas adquisiones musicales, me fijé detenidamente en su agenda. Le pregunté acerca de ésta y, amablemente, me explicó su origen y hasta el código cromático que la rige. Con todas estas minucias, llegué a preguntarme ¿por qué usamos agendas?
Cada fin de año, tanto librerías como compañías papeleras, sacan a la venta una amplia gama de agendas para el siguiente ciclo de 365 días; aunque la utilidad sea la misma, al momento de comprarla, el diseño, la funcionalidad y hasta los materiales, juegan un papel preponderante y que determina sobremanera el curso de nuestra vida. (Confieso que, aunque se vean atractivas las agendas con pensamientos de Paulo Coelho, ilustraciones de Maitena y hasta las aventuras de Lizzie McGuire, definitivamente no las compraría. Cuestión de gustos.) Y ello se sostiene en las siguientes impresiones.
Al adquirir una agenda, se hace con el fin de ordenar los pasos de nuestra vida a lo largo de un año, donde lo único seguro es, además de la incertidumbre, un cambio de última hora para una cita. Pero hay agendas para todos los gustos y necesidades. Para quien ahorra palabras al momento de anotar una cita o encomienda a realizar, los espacios hechos desde la imprenta le son suficientes. (Y aquí el tamaño tampoco importa.) Y para quien se da aires de Mujer Maravilla (o de Napoleón Bonaparte, según se vea), hace todo lo posible por extender las hojas para anotar su orden del día, como quien prepara la estrategia idónea para la mejor de todas las batallas. Por ejemplo: Anita, al ver rebasada la anatomía de su leal secretaria vestida de curpiel, decidió darle más tiempo de vida al agregarle unos folios más (ello, gracias a la versatilidad de la espiral para engargolar); luego, le adicionó un código cromático -que sólo ella entiende, porque quien escribe ni para eso es bueno-, y voilà!!: lista para varios días en un mismo año.
Pero así como existen las agendas funcionales y creativas -visto desde el contenido-, nunca faltan los que toman su agenda como el adminículo perfecto para estar a la moda, sin importar los compromisos anotados en ésta. Para la niña nice de secundaria (y segura candidata a Bárbara Bazterrica), contar con la agenda de moda es más importante que resaltar -con letra de molde y subrayado con marcatextos- el día de su examen final. También hay quienes las compran y no las usan (por temor a que la pluma bic le dé en la chapa a las tiras de Mafalda o a las ilustraciones de las agendas temáticas de la UNAM) y terminan, con más gloria que pena, por coleccionarlas. Pero son los menos, claro está.
Funcional o hedonista, contar con una agenda significa ganarle al tiempo parte de la batalla. Llevar registro de nuestros actos, es ya en sí una proeza, cosa que evidencia nuestro afán por hacerlo y planearlo todo, mientras haya vida (y hasta presupuesto, si es preciso) para comprar una compañera nueva y entablar nuevamente la interminable guerra contra el tiempo.

lunes, 14 de mayo de 2007

La Cantante de la Semana: Alizée

Hace varias semanas, cuando hablé sobre Mylène Farmer en esta misma sección, mencioné de refilón a una francesa también talentosa y de la misma línea musical: Alizée Jacotey. (Debo confesar que la primera vez que la escuché -gracias a un programa musical que se transmite los sábados en algún canal del Ajusco-, no sabía cómo reaccionar ante semejante expresión. Finalmente, como las buenas canciones, llegó para quedarse.)
Una sola canción, "J'en ai marre" (literalmente, "Me choca"), fue la primera que generó en mí una curiosidad sin límites, puesto que me di a la tarea de buscar todo en torno a su vida, obra y milagros. En la súper carretera hallé imágenes, notas sobre sus conciertos, discos, en fin, hasta encontrar varios videoclips suyos, como los que se desprenden del primer disco, Gourmandises (2000): "L'Alizé" (por las imágenes, parece videowall de Papalote Museo del Niño), "Gourmandises" (un pic-nic pasional, si nos remitimos a aquella película francesa, y muy divertido, por cierto) y "Moi... Lolita" (esta canción la dio a conocer, no sólo en la radio francesa, sino en el mundo entero, inclusive México, donde sus fans somos legión, aunque digan lo contrario).
Tres años más tarde, aparece Mes courants éléctriques..., disco que ayudó mucho en su proyección internacional, con canciones como "Amélie m'a dit" (un sencillo homenaje al filme homónimo), "J'ai pas vingt ans!", "Youpidou", "A contre courant" (cuyo videoclip, dicho sea de paso, tiene acrobacias muy al estilo de Los cinco magníficos, y escenarios dignos de un comercial de Luz y Fuerza del Centro), y la dichosa "J'en ai marre". Si también le sumamos que tuvieron sus respectivas versiones en inglés, ya podemos darnos una idea de la enorme fama adquirida por la sexy Lolita nacida en Córcega en 1984, que hace ver a Britney Spears y a Belinda como niñas de kinder.
Es una lástima que después del Alizée en concert (2004), no haya sacado un álbum nuevo. Sin embargo, sus (únicos) discos se siguen vendiendo (incluyendo su ventiúnico dvd) y sus videoclips aún persisten en los charts mundiales. Mientras llega su tercera producción (ya sin la tutela de Mylène Farmer y Laurent Boutonnat), seguiremos alimentando nuestra esperanza de verla por tierras mexicanas, aunque sea para hacer comerciales, como en Japón, donde fue la imagen para una marca de galletas. (Se vale soñar, ¿no creen?)

sábado, 12 de mayo de 2007

La primera escala

Hace exactamente un mes que esta Nueva República de Babel está inserta en las aguas de la Súper Carretera, lo cual me llena de orgullo, porque varias de las impresiones presentes aquí, han generado buena respuesta, y eso, a decir verdad, ya es un logro. Por ello, seguiré agradeciendo sobremanera los consejos, opiniones y propuestas de las integrantes del Consejo Femenino de Gobierno (y demás ciudadanía), que hacen posible esta eutopía en la red.
Por otro lado, envío mis cordiales saludos a la avanzada Vargas (hermanas de Sarita y tías de Ana Cárdenas), quienes, desde ambos lados del charco, son ya viajeras frecuentes por estos lares, cosa que se les agradece, porque -y ya lo dije líneas abajo- no será la última vez que Sarita figure en los titulares. Thank you!! Danke schön!! ¡¡Muchas gracias!!
También hago extenso mi saludo a la Arq. Claudia Salazar, a quien espero ver con regularidad por estas tierras extrañas, con la esperanza de volverse nueva consejera, porque, a la manera de Italo Calvino, hace falta que diseñe nuevas y entrañables ciudades invisbles.
Y una última cosa: para quienes se adentran por primera vez en esta Nueva República, les sugeriría que revisen el Acta Fundacional y si éste no les deja satisfechos, están en libertad de retirarse. Pero, si aún persiste su inquietud de quedarse aquí, ¡¡bienvenidos sean!! Y para los de casa, reiterarles que todavía nos falta un largo y tremendo viaje.

¡¡¡Zarpemos!!!

jueves, 10 de mayo de 2007

Leaving Port Memories: Doña Licha

(En unas horas más, será Día de las Madres. Y... no sabría cómo empezar este episodio de las Leaving port memories, dada la importancia del momento. Sin embargo, haré unas cuantas concesiones para que la memoria dé libre curso a sus palabras.)

Cuenta mi mamá, de nombre Constantina (o doña Licha, como también le dicen), que hace varios años, cuando vivíamos en la colonia Cosmopolita, cerca de la Euzkadi y de la zona industrial de Vallejo, siempre la acompañaba a comprar el pollo para la comida. Iba pegado a la cangurera y mi mamá me besaba a cada rato a tal grado que me dormí. Entonces, un viejito muy ocurrente que la atendía dijo: "Condenado muchacho, te duermes con los besos de tu madre". (No era la primera vez...)
Pasaron algunos años, crecí un poco y al ser hijo único (e hiperactivo, para acabarla), mi mamá tuvo la necesidad de ponerme riendas. (Con un padre de disciplina férrea, ¿para qué querría más?) Y lo logró, acercándome a la lectura. Cada semana me compraba un fascículo de los Cuenta Cuentos de Salvat (libro y cassette o libro y L.P., según el orden de aparición) y bien engolosinado los escuchaba una y otra vez. (Así conocí la historia de Pinocho, pero tuve que esperar más de diez años para saber el final. Cosas de la vida.) Y lo mismo leía revistas de pasatiempos, sus ejemplares de Buenhogar y Última Moda, y hasta mi primer libro que fue un regalo suyo: El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, en una edición muy sencilla. (Confieso que cuidé demasiado ese primer libro al grado de perderlo por completo. Ni modo.)
Mientras determinaba mi vocación y el sentido de mi destino, mi mamá siempre veía de buena manera que tuviera otros intereses, pero también cuidaba que éstos no rebasarán mis obligaciones. Casi a la hora de elegir carrera, cuando supo que estudiaría Letras Hispánicas, se le fue -literalmente- el santo al cielo. Sin embargo, creo que está contenta al tener un hijo artista. (No se logró su ansiado ingeniero, pero haber ido más allá de la preparatoria, es ya en sí una proeza.)
Ahora bien, ¿por qué escribo estas cosas, en vez de hacer un encomiástico escrito sobre mi madre? No lo sabría decir con exactitud, pero de algo sí estoy seguro: una de sus más generosas herencias, para quien escribe, es la memoria. Creo que delegó en mí esa parte del oficio de vivir, mismo que ahora se alimenta por concretar sus futuros proyectos, sus ganas de sacarle una risita a cualquiera de sus tres hijos, y, sobre todo y ante todo, darles otra herencia realmente importante: la persistencia al hacer las cosas. Por eso y lo que falta, ¡¡¡muchas gracias, mamá!!!
[Decía Jaime Sabines que "las madres son criaturas de nuestros sueños". Lo más seguro es que también lo sean en la memoria. ¡¡Felicidades!!]

miércoles, 9 de mayo de 2007

Paisaje bajo la lluvia

Precisamente hoy, luego de la primera conferencia del ciclo Historia, ¿para qué? en la Academia Mexicana de la Historia (donde tuve la fortuna de encontrarme con Erika Mota, historiadora y ex-compañera de Jael de la Luz, Miriam Solano, Sofía Torres y Rebeca Vergara, también de la legendaria generación 2000-2003), la ciudad se veía como extraída de una película, como Blade Runner o alguna de Theo Angelopoulos, si se me permite la comparación.
De camino hacia Reforma y Av. Hidalgo, la lluvia apenas me mojaba (he de reconocerlo), sin embargo, cada gota que caía sobre mi cabeza, me hacía recordar en cosas, mejor dicho, en aquellas personas que hace tiempo estuvieron allí, con la lluvia como música de fondo. Mas no es la primera vez que ocurre eso. Para nada.
Hace algunos años, un cucufato alumno de Letras Hispánicas con pretensiones de escritor (actualmente adicto al celular, casi historiador honorario y fanático del pop francés -leáse Alizée o Mylène Farmer), entró a la carrera con el sueño de volverse un Álvaro Mutis, pero tenía un grave problema: mostrar sus primeros intentos de escritura le causaba escozor por doquier. Son embargo, cuando una mujer bonita (¡¡La primera de tantas!!) y una tarde lluviosa se cruzaron en su camino, el resultado fue otro. En su primer cuento aparecieron aquellos elementos, mismos que se repetieron en el segundo; la última vez que lo vi, le pregunté si aún estaba dispuesto a cerrar esa inesperada trilogía. (Por su rostro, me di cuenta que la dejaría trunca.) Nunca me contestó.
Diametralmente opuesto al caso de mi colega, la lluvia se presentó en algunos de mis poemitas, mismos que ameritaron un constante re-etiquetado, o sea, que cambiaba la dedicatoria según el tiempo presente. Pero siempre había algo de agua. (Una ex-compañera, pro judía a más no poder, me platicó de una extraña teoría que determinaba a los escritores de acuerdo a los 4 elementos. Y como notó cierta presencia del agua en todas mis expresiones, me nombró poeta de agua.) Además de la lluvia, creo que si la combino con el paisaje citadino, quedo conmocionado ante semejante resultado. Para muestra, basta un botón: en el Eje Central, todavía presenciaba la tenue caída de la lluvia, hasta que una luz multicolor, proveniente de la Torre Latinoamericana, terminó por crear un paisaje verdaderamente poético, casi como un poema de Carlos Pellicer o como la escena final de Blade Runner. Una maravilla, sin lugar a dudas.
Si alguna vez me preguntaran cuál sería mi paisaje idóneo para vivir en la memoria, sin tapujos me quedaba con la lluvia cayendo sobre la nocturna ciudad. De verdad.

martes, 8 de mayo de 2007

Las colecciones interminables

Cada episodio de Historias de leyenda, serie de Once TV, comenzaba con la descripción de un objeto determinado, tras el cual se esconde una historia (unas veces, fantasmagórica; otras, algo curiosa). Si seguimos la secuencia del programa, el narrador es un anticuario, cuya labor se inscribe, directamente, en el coleccionismo. Y aquí habría de preguntarse ¿por qué coleccionamos cosas?
El afán por juntar cosas, desde latas de refresco y cucharas, pasando por las estampas del futbol o de la caricatura de moda, hasta joyas y antiguos enseres de trabajo, responde a una necesidad de postergar la vida, de guardar testimonio del tiempo que pasa y no se queda. Aquí seguro me dirán: "Para qué juntar latas de refresco, si de todas formas terminarán en el reciclaje". No lo creo. Porque cada lata, de material semejante, el rasgo que la diferencía de otra, puede ser el tiempo de fabricación, la marca comercial y hasta su diseño. (Con estos rasgos, ya se tiene una colección.) Sin embargo, lo que vuelve mucho más valiosa una colección, es el momento que determinó su inclusión en nuestra vida. Pongo otro ejemplo: para quien junta cucharas, sabe muy bien que cada una encierra un momento diferente. Si la primera que inaugura la colección, fue una herencia familiar, entonces la segunda -botín de guerra extraído de algún Sanborns-, puede recordarle la cena que delimitó su porvenir laboral, un romance juvenil y hasta un asesinato otoñal. (Ya lo decía Honoré de Balzac, "detrás de toda fortuna, siempre hay un crimen".) Con estos ejemplos, se hace evidente la colección herencia. O sea, aquella que formamos para ganarle horas al ocio (y, por ende, al olvido), misma que terminará como testimonio de una generación, y hasta como acervo cultural en algún museo del futuro.
Las colecciones efímeras, como su nombre lo indica, surgen a capricho y voluntad de la moda; aquí se inscriben las estampas del futbol o de las caricaturas en turno, los artefactos y chacharitas que salen en las papas o en el pan dulce. (Todo niño que se respete debió pasar por el calvario de la repetición, mismo que genera adicciones y hasta enemistades.) Pongo un ejemplo: Quien escribe, en sus gloriosos años de la primaria, tuvo el álbum del Museo Nacional de Antropología, que costaba 2 mil pesos de entonces (un billete con la efigie de Justo Sierra, según recuerdo), cuyas estampas conseguías dentro del pan dulce de cierta marca o cambiando unas tiras de plástico que salían en los pastelitos de otra cierta marca. Eran típicas mis escalas -y las de mis compañeros también- en la cooperativa de la escuela para comprar algún panecito y ver qué nueva estampa salía. (Si era la faltante, toque de diana para el afortunado. Repetida, pamba con picahielo. Nunca me fallaba la primera.) Y por el lado de las adicciones, no cantaba mal las rancheras: fueron muchas que pasaron por allí. Pasó la moda, perdí el interés y hasta mis domingos. Sin embargo, siempre hay expiación para un pecador estándar: mi hermana tuvo su temporada de álbumes gracias a un banco. El legendario Álbum de México, compuesto por el historiador Luis González y González, fue casi materia obligatoria en su generación. A veces le ayudaba a pegar las estampas, y a diferencia de otros -debería decir a semejanza del dedicado al Museo de Antropología-, siempre aprendías algo nuevo. Pasó el tiempo, mi hermana creció, y su álbum es ahora parte de mi colección privada.
Y, por último, las colecciones útiles. Éstas se forman por herramientas de trabajo o también por el producto del mismo: según el oficio ejercido, son los adminículos. Un dentista conserva las placas de sus casos más difíciles; un diseñador gráfico, los dummies de su constante conversión de ideas a imágenes; investigadores y escritores, sus libros leídos y anotados (de refilón, sus bibliotecas son colecciones en potencia), en fin, la lista es larga y el tiempo, bastante poco.
Sin embargo, hay colecciones invisibles o memorialistas, para darles un término más exacto. Aquí se integran las muestras de afecto, un saludo ocasional de alguna persona cuyo encuentro fue súbito y único, una sonrisa, romances, triunfos y hasta desgracias y enfermedades solemos coleccionar en la memoria. (El único anaquel que les queda como anillo al dedo, es la escritura, me atrevería a decir. Eso ya es responsabilidad de cada quien.)
Oficiales o de closet, itinerantes o sedentarias, siempre coleccionamos cosas (hasta canciones, como dice el terceto Camila en alguna de sus baladas-pop), a la vera del tiempo, cuya toral y definitiva casa está en las razones que concedemos para depositarlas en la memoria. Además, no está de más hacerlo. Perdemos un rato y un poco de nuestro peculio, pero el afán ni quien lo quite. Después de todo, luego que un objeto nos convenza de su presencia, el segundo y los venideros ya vuelven interminable (¿e imprescindible?) una colección. Ya lo decía Francisco de Goya: "El tiempo también pinta". O debería decir ¿colecciona?

Puerto de llegada

Hace varias semanas, expresé mi agradecimiento y mi admiración hacia los primeros viajeros y habitantes de esta Nueva República, cosa sólo me genera una sincero gesto de mi parte: ¡¡Gracias!!
Una viajera frecuente por estos lares, Sarita, mamá de Ana Cárdenas, quedó sorprendida al ver su nombre inmortalizado en las páginas de esta nueva empresa (casi a punto de cumplir un mes de vida), cosa que me halaga sobremanera, pues no será la última vez que aparezca por estos lares.
Y aprovecho también para expresar mi completa admiración y respeto hacia don Jorge Cárdenas, esposo de Sarita y papá de Anita. Para ellos, sólo me resta agradecer sus atenciones y decirles que aquí siempre tendrán un seguro puerto de llegada. ¡¡Enhorabuena!!

domingo, 6 de mayo de 2007

Desde Francia con pasión

En estos días, es evidente que la Diva y quien esto escribe, compartimos el gusto por la música francesa, y en particular por Patricia Kaas, de cuyas canciones no nos podemos desligar. (Aquí entre nos, "Mademoiselle chante le blues" es para la Diva lo que "Rien ne s'arrête" para mí. Pero "Il me dit que je suis belle" es la ley.)
Claro está que no es la única cantante que me es familiar; más bien es una de muchas, cuyas dotes musicales son innegables. Y como no se trata de imponer a una o varias, va que va mi listado personal.
  1. Edith Piaf. La grande, la única, cuyo sentimiento nunca se igualará. (Debería decir más sobre ella, pero mejor es escuchar cualquiera de sus discos. Y porque Ana Cárdenas me regañará si me paso de tueste.)
  2. Mireille Mathieu. Versátil, pasional, pero, más que nada, atemporal.
  3. Mylène Farmer. En un principio, algo sórdida en los temas de sus canciones y, a pesar de volverse algo fresa en producciones recientes, no deja de sentar un precedente en lo que a producción de videoclips se refiere.
  4. Emma Shapplin. Resultado de unir lo fresco del pop con la pasión de la ópera. Podría decirse que si el bel canto evolucionara en los años venideros, seguramente sería como sus canciones.
  5. Alizée. Seguidora y alumna de Mylène Farmer, es el fenómeno más reciente de la industria musical reciente. Aunque la tilden de cantante plástica (casi tipo Belinda: eso dicen sus detractores), no deja de ser un deleite. Sólo para hedonistas.

(Hay otra, Hélène Segara, pero de ella mejor hablaré cuando haya conocido más canciones además de "Elle, tu l'aimes": versión francesa de una famosa canción de la portuguesa Dulce Pontes. Esperemos un poco.)

viernes, 4 de mayo de 2007

Conocencias de Clío: Academia Mexicana de la Historia

Hoy, 4 de mayo, pero de hace dos años, me acerqué, por vez primera, a la Academia Mexicana de la Historia y, más en particular, a su ciclo anual de conferencias llamado Historia ¿para qué? (En 2005, había llegado a su octava edición, cuyo listado de ponentes iba desde Ida Rodríguez Prampolini y Eduardo Matos Moctezuma, pasando por Josefina Muriel y Andrés Lira, hasta Beatriz de la Fuente, Enrique Krauze y Jean Meyer. (Un mes antes, por quien sabe que designios del destino, fui testigo de la última conferencia de Beatriz de la Fuente, puesto que falleció dos meses más tarde.)
Volviendo al 4 de mayo, esa día tocaba el turno a la conferencia de Enrique Krauze, titulada "La presencia del pasado". A lo largo de casi dos horas, su disertación trató sobre la vida y la obra de José Fernando Ramírez, un historiador olvidado del México decimonónico, del que resaltó sus obras como punto de arranque para la difusión del pasado mexicano. (Confieso que, aunque yo esperaba que hablara sobre su biografía de Porfirio Díaz que hizo al alimón con Fausto Zerón-Medina, o de su serie Biografía del poder, igualmente quedé impresionado, tanto que me prometí conseguir -¡¡y a como diera lugar!!- algún libro suyo. Al año siguiente, logré ese cometido.) Casi a la hora de las preguntas, subí al auditorio donde estaba el Dr. Krauze; para mi buena suerte, encontré, además de un lugar vacío, a una mujer cuya presencia ya se me hacía conocida. La invité a sentarse, mas ella insistió en que hiciera lo propio. (Nunca se sentó.) Desde mi lugar, le lancé una pregunta a Krauze, pero se quedó en la pura intención, porque pasó sin demora a la hora de los autógrafos. Entonces me formé y saqué de mi portafolios sendos ejemplares de Caras de la historia y de Caras de la democracia, mientras que ella hizo lo propio, pero con su tomo de Biografía del poder, dedicado a Plutarco Elías Calles.
Formados para el momento de la firma, logré recordar dónde la había visto: sí, fue en Acatlán, era de Historia (la misma generación que yo) y su nombre: Miriam Solano Sánchez. (De refilón, recordé que recibió la medalla Gabino Barreda meses atrás, junto a mi querida Laura Cabrera, pero no lograba ubicarla en la fotografía que ilustró la nota en la gacetilla local.) Se quedó de a seis por lo exacto de los datos, pero ello no nos impidió platicar amenamente antes de que Krauze firmara nuestros ejemplares. Primero rubricó los míos, para luego hacer lo propio con el de Miriam; a su vez, ella le preguntó acerca de un libro sobre Calles. Krauze respondió que tenía un ejemplar y que con gusto se lo facilitaría. Le apuntó su correo electrónico para que se contactara con él y así prestarle ese ejemplar. Después de esto, nada pasó. (Bueno, sí pasó algo: tuve la fortuna de conocer a una mujer inteligente, espontánea y, antes que todo eso, íntegra y honesta. Nunca me arrepentiré de ello.)
A la semana siguiente (11 de mayo, para ser preciso), tuvo lugar la última conferencia del ciclo y estaría a cargo del franco-mexicano Jean Meyer, cuya exposición versó acerca de la Guerra Cristera en Oaxaca. (Minutos antes, llegué temprano para agarrar buenos lugares -apartando, desde luego, uno para Miriam- y, casi 45 minutos después, ella llegó muy ligerita de vestuario, dado el intenso calor que hacía.) Luego que don Jean llegara al auditorio, Miriam preparó su grabadora de periodista y así recabar datos primordiales para su entonces tema de tesis sobre la Guerra Cristera. La exposición estuvo genial y ambos nos quedamos maravillados ante la pericia y, sobre todo, ante la sencillez de un historiador dedicado al sacerdocio historiográfico ¡¡desde hace más de treinta años!! Y para finalizar la jornada, y luego de que firmara, primero a Miriam, sus ejemplares de La Cristiada, otros de nuestra querida Rosalía Velázquez y mis ejemplares de El campesino en la historia rusa y soviética, El sinarquismo ¿un fascismo mexicano? y Los tambores de Calderón, además de algunas revistas, le propusimos invitarlo para que diera una conferencia en nuestra FES-Acatlán, cosa que le encantó a la primera. Lo malo: ponernos de acuerdo con su agenda. (Aún así, no se concretó nada, sino dos años después.)
Gracias a estos encuentros con Miriam Solano en la Academia, nació una relación de amistad que comenzó formalmente gracias al correo electrónico. (Sinceramente, me considero privilegiado al tenerla como colega, pero en realidad, cada día que pasa, la admiro mucho más. Cosas de la vida.) Entre visitas a varias ferias del libro e invitaciones a mis primeras conferencias (así le decía a mis ponencias), pasó un año y llegó la novena edición del Historia ¿para qué? Por cosas de índole profesional (y personal, también), no asistiría a las conferencias. Sin embargo, le prometí estar presente en todo el ciclo, como una manera de decirle: Here's to you!! No me arrepentí del todo, porque conocí a dos amigas suyas, historiadoras también y con quienes llevo una buena relación de amistad, a pesar de su (aparente) lejanía por los avatares de la maestría: Sofía Torres Jiménez y Rebeca Vergara Rosales. (Gracias a Becca, tuve mi primer encuentro con Javier Garciadiego, pero eso es materia de otras Conocencias de Clío, de las que no hablaré por ahora.)
A dos años de distancia, no creo arrepentirme de mi vocación como futuro cultor de Clío; bien sé que si elegí Letras Hispánicas, no fue un capricho personal ni un error informático, sino por un amor muy profundo que le tengo a la cultura. Como una vez le dije a otra historiadora, Paulina Martínez Gutiérrez, tenemos una carrera natural y una carrera elegida. (La primera, inevitable llamado del destino, muchas veces deuda de honor hacia nuestros orígenes. La segunda, un sacerdocio a veces postergado, pero jamás olvidado, lo que nos anima a seguir aprendiendo nuevas y mejores cosas.) Además, como una vez me dijo Javier Garciadiego, "Escritores o historiadores, lo importante es escribir con pasión". ¿A poco no?

miércoles, 2 de mayo de 2007

Propuestas para la Cantante de la Semana (encore)

Para quienes se quedaron con las ganas de seguirle la pista a La Cantante de la Semana, les anuncio que el próximo martes 8 de mayo, regresará la sección para su deleite. Y como las candidatas ahí siguen, no se olviden de votar por la que más les guste.

  1. Mylène Farmer
  2. Enya
  3. Mecano
  4. Patricia Kaas
  5. Alizée
  6. Dido

¡¡¡Suerte!!!

Desde la trinchera

(Después de plasmar la primera impresión del día, paso a contar lo que sucedió después.)

Luego de mi mala impresión, me resolví atender los pendientes, así que tomé un camión con destino al metro Tacubaya, y de allí, lanzarme al sur (porque, como Serrat, el sur también existe) y darle vuelo a mi bibliopatía. En Miguel Ángel de Quevedo, en vez de lanzarme a la consabida librería del Pacificador Hindú , la que tiene Fondo (y también forma) o la que está debajo de las casas, caminé por Av. Universidad hacia el sur (y conste que no es pleonasmo) para llegar a una librería de viejo, la Novo. (En realidad, era una ligera escala sólo para medir el terreno, puesto que regresaría a la casa del Pacificador y adquirir un compacto de Sting, que hace unas semanas vi en la mesa de las ofertas.) Quedé impresionado al ver tanto, pero tanto libro que sólo un pensamiento cabía en mi cabeza: "De aquí no me voy si no me llevo al menos uno". No me falló el tino, porque sí salí con el dichoso librito, ¡¡y de Historia, para acabarla!! Compré, para envidia del gremio, la primera edición en México de La revolución mexicana, de Jean Meyer, editada por Jus. Me asombró el precio y sin decir "agua va", lo compré. (Ni modo, que el compacto de Sting siga esperando.) Sólo las anotaciones del anterior dueño me hacían dudar en sostener mi compra, pero como son de lápiz, no tuve mayor inconveniente.
De camino hacia el norte, me detuve un poco en alguna estación para checar las carteleras y la cultural de la Secretaría de Hacienda me dejó perplejo: hoy, a las 5 p.m, estaría Jean Meyer en la Biblioteca Lerdo de Tejada, presentando el número reciente de su revista Istor. Me apuré para llegar antes de la hora. Cuando llegué a la biblioteca, ubicada en República del Salvador, se me acabó la ilusión: el evento se pospuso para el jueves 17. Qué remedio. (Lo bueno es que tendré oportunidad de llevar mis otros libros y algunas revistas para que logre firmarlas.)
A pesar de esta decepción, seguí mi paseo por el Centro Histórico. Me dirigí hacia El Colegio Nacional, para obtener algunos trípticos del ciclo de conferencias de Luis Fernando Lara o del Homenaje a José Luis Martínez. Nada de nada. Aún así, seguí a la cacería de separadores por varias librerías del Centro. Finalmente, ya cansado de todo, emprendí el viaje de regreso.
Mientras hago la remembranza del día, me llegan noticias de Nora de la Cruz, quien ya me dio mi nueva misión bibliográfica para los próximos días desde la trinchera. Ojalá que sean pocos (por ahora).

Corresponsal de guerra

Hoy me desayuné con una mala noticia: Acatlan City está hecha un búnker. Y no es para menos, dada la circunstancia del momento. Sin embargo, veo en esto una buena oportunidad para hacer cosas aún pendientes, como escribir mi artículo semanal, visitar algunas librerías (llevo más de dos meses sin pisar una), arreglar mis papeles, en fin, cosas que debo atender. Ya lo dice el dicho, "para una puerta cerrada, una ventana abierta". ¿Será?

martes, 1 de mayo de 2007

Centenario de Andrés Iduarte

Al momento de escribir estas líneas, hoy 1° de mayo se celebra el centenario del nacimiento del escritor tabasqueño Andrés Iduarte. Y, por lo visto, no soy el único en recordarlo, puesto que el próximo domingo 6, se llevará a cabo un Homenaje en el Palacio de Bellas Artes, con la presencia de escritores como Miguel Ángel Granados Chapa, Hugo Gutiérrez Vega y Vicente Quirarte, por decir algunos, lo cual me hace pensar que el reconocimiento apenas comienza. ¿Será?
Conocí la obra de Iduarte gracias a uno de mis maestros, Raymundo Ramos, quien tuvo la fortuna de conocerlo y de trabajar en sus archivos privados. Gracias a un generoso y encomiable prólogo para El mundo sonriente, segundo libro de memorias editado por el Fondo de Cultura Económica, Iduarte quedó impresionado con la pericia literaria del coahuilense. De esa mancuerna nació un libro muy poco difundido en la bibliografía del tabasqueño: Familia y patria. Ramos le propuso un título diferente, mas la necedad iduartiana era más fuerte que sus buenas intenciones. (Dato aparte: en 1975, año en que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes publicó el libro, también apareció otra antología iduartiana, Lunes de El Nacional, con prólogo de Andrés Henestrosa. Cabe resaltar que ambos libros corrieron con una suerte bárbara y aún se encuentran ejemplares durmiendo el sueño de los justos en las librerías de viejo. Cosas de la vida.)
A principios de la década de los 80, Iduarte recibió el ofrecimiento de la editorial Joaquín Mortiz para publicar sus obras completas. Esa intención logró materializarse en ocho tomos de pasta azul y letras en color negro (muy mal diseño, por cierto) y ordenados temáticamente: Martí, escritor; Un niño en la Revolución mexicana y El mundo sonriente, Preparatoria, En el fuego de España, Pláticas hispanoamericanas, Hispanismo e hispanoamericanismo, México en la nostalgia y Semblanzas. Libros que, para desgracia nuestra, también esperan una segunda oportunidad en las librerías de viejo. Ojalá que sea por poco tiempo.
Finalmente, es una excelente ocasión para acercarse a la obra de un escritor non, de impecable factura y cuyos artículos periodísticos siguen con esa misma frescura que los originaron. (También mi invitación va hacia los investigadores para que se lancen a exhumar sus cartas y escritos inéditos. De verdad, vale la pena.) Pero de su vida, obra y milagros, en otra ocasión.